Jueves, 8 de noviembre de 2012 | Hoy
EL MUNDO › JORGE HERNáNDEZ MARTíNEZ, EXPERTO CUBANO EN EE.UU.
En medio de la conferencia de Clacso, el director del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos de la Universidad de La Habana expuso a Página/12 su análisis de las tendencias norteamericanas profundas.
Por Martín Granovsky
Desde México D.F.
Sociólogo y politólogo, Jorge Hernández Martínez dirige desde hace 15 años el Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos de la Universidad de La Habana. Un sismo de 7,3 grados no impidió conversar con él en México, durante la Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales organizada por el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales.
–¿Qué hay que mirar, según las investigación del Centro de Estudios Hemisféricos, si uno quiere entender algo más que los resultados electorales en los Estados Unidos?
–En nuestro centro le prestamos atención al contexto histórico y estructural. No nos conformamos con observar las presidenciales cada cuatro años. Partimos de un análisis: los Estados Unidos viven un proceso de profundas transformaciones en los últimos 30 años, sobre todo cuando se empezó a hablar de la “Revolución Conservadora”, con el gobierno de Ronald Reagan, desde 1981. Los cambios son económicos por el agotamiento del patrón de acumulación que definía a los Estados Unidos, pero también cambiaron la política y la ideología y se produjeron cambios culturales.
–Paul Krugman dijo que la desigualdad profundizada en la época de Reagan es fruto de una decisión política.
–No coincido. Se fisura un modelo. Se agota el esquema del New Deal y de la salida de la Gran Depresión. Para mí es agotamiento y no fracaso. Es lo mismo que en el amor. Puede fracasar la relación y la pareja busca otra forma de seguir, pero si se acabó el amor no hay nada que hacer. Lo que se agotó fue el modelo de Estado “intruso”. No les daba soluciones a los problemas del capitalismo monopolista de Estado sacudido por muchas contradicciones.
–¿Y ya no hubo vuelta atrás, de Reagan en adelante?
–En los años que siguieron, con el gobierno de George Bush padre y después con los gobiernos de George Bush hijo, siguieron los lineamientos de aquel esquema económico. El viejo patrón asomó a la superficie de alguna manera con Bill Clinton, aunque no de la manera tradicional. Con Clinton se vieron frustradas las expectativas de que reverdeciera el liberalismo, para decirlo en términos norteamericanos. Con Barack Obama se reiteraron las expectativas, aunque fueron distintas. En la campaña de 2008 Obama capturó las necesidades objetivas de cambio por parte de la sociedad y las formuló en el plano subjetivo bajo la consigna, justamente, de cambio. Change. No se sabía bien cuál era el sentido, pero ahí estaban las expectativas y la consigna.
–El propio Obama en sí mismo era un cambio, ¿no?
–Negro, joven, ancestros extranjeros. Y además tenía como referencia el doble mandato de Bush, republicano, conservador y con retórica dura.
–Blanco, anglosajón y protestante. Bien Wasp.
–Sí. Obama prometía lavar el rostro de América y resolver problemas económicos. Tuvo un poco de mala suerte con la crisis de 2008 y después de asumir, en 2009, tuvo que bailar con la más fea.
–¿Qué cambios se produjeron entre ese ciclo de 30 años y este ciclo último dentro del otro, posterior a la caída de Lehman Brothers?
–Estamos ante un proceso de transformaciones de la sociedad norteamericana, con desplazamientos de las empresas que se van del cinturón del hielo, en el norte, al cinturón del sol, cerca de la frontera con México. Se fue transformando el mapa social y geográfico. Los Estados Unidos al mismo tiempo siguieron llenándose de inmigrantes y eso fue rompiendo el ideal un poco mítico (ya eran policromáticos) de la homogeneidad. Los hispanos se convirtieron en la mayor de las llamadas minorías. Por eso se discutió el bilingüismo, el uso del español y aparecieron otros nombres en la música y la literatura. Por eso nacieron los estereotipos: el hombre latino bebedor y violento, la mujer latina voluptuosa y ligera. Por eso la popularidad de Shakira. Destaco un fenómeno paradójico: de una parte, una mayor aceptación de los inmigrantes hispanos; de otra parte, el renacimiento de las ideas más nativistas, intolerantes y racistas. Samuel Huntington escribió su artículo “El reto hispano”. Fue como un alerta a los sectores dominantes, supuestos herederos de los padres peregrinos. Pero los Estados Unidos afrontan otros desafíos. Hay cierto envejecimiento por la simultánea prolongación de la esperanza de vida y el tamaño pequeño de las familias. Una preocupación para dentro de dos decenios.
–¿En qué pueden agravarse?
–Ultimamente se habla mucho a nivel sociológico de proyecto de vida y menos de proyecto de nación. Un proyecto de vida define cuántos hijos tener, dónde radicarse, qué cosas adquirir, qué países conocer. El proyecto de nación tiene otros indicadores, como la relación entre el individuo y el Estado y entre el Estado y la sociedad civil. La sociedad norteamericana no se pone de acuerdo sobre un proyecto de nación. Se discuten el aborto, la discriminación, las relaciones exteriores. Hay disonancias y contraposiciones.
–¿Cuál es la profundidad de la crisis?
–Los Estados Unidos no están en crisis total, pero sí en fase de depresión. En términos de corto y mediano plazo no parece que se vaya a producir una recuperación de la salud económica, mientras que en lo ideológico y cultural pareciera que se intensificarán las tendencias a la intolerancia. El investigador chileno Luis Maira dijo hace muchos años, cuando estudió a los Estados Unidos durante su exilio mexicano, que lo peor que le puede pasar a un sistema político es cuando se combina lo siguiente: está agotado el proyecto nacional que lo ha sostenido, están creadas las condiciones para un cambio histórico y no está articulado aún un proyecto alternativo. Esa combinación no les da al Estado y al gobierno la posibilidad de desarrollarse sino solo la de administrar la crisis.
–¿Cuál es el grado previsible de atención que recibirá América latina en los próximos años?
–Lars Schultz, un latinoamericanista, dice que los Estados Unidos siempre tuvieron un interés triple: los intereses económicos obvios, los estratégico-militares y los intereses simbólicos. Y que por esas razones no pueden desentenderse del ámbito latinoamericano. La conclusión nuestra es que América latina no será prioritaria en comparación con el Medio Oriente, pero eso no quiere decir que no tendrá importancia. El hecho de que en el 2009 se diera el golpe del 28 de junio en Honduras y se ampliara el sistema de bases militares, revela como mínimo un contubernio y deja al desnudo el interés más convencional. El caso cubano es el paradigmático. Obama tomó algunas medidas leves, que no se pueden desconocer, como flexibilizar los viajes familiares y las remesas, pero no introdujo cambios significativos en el bloqueo y el embargo y mantuvo el intrusismo en la realidad cubana. El Plan Colombia es menos mencionado pero sigue en pie, y del Plan México ni hablar. La idea es respaldar a México para favorecer el control de la propia nación mexicana y extender los brazos en Centroamérica. Y donde termina, ahí está Colombia, al norte de la región andina y del Cono Sur.
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