EL MUNDO › LA INVESTIGADORA FLORA BOTTON EXPLICA LA CULTURA CHINA

Resquicios con la venia del régimen

 Por Martín Granovsky

Convocada también por Clacso para la Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales, Flora Botton Beja fue agregada cultural en la Embajada de México en China de 1978 a 1981, directora de la revista Estudios de Asia y Africa y directora del Centro de Estudios de Asia y Africa de El Colegio de México. Escribió China: su historia y cultura hasta 1800 y, en coautoría con Romer Cornejo, Bajo un mismo techo: la familia tradicional en China y sus crisis.

–¿Sugiere algún método especial para analizar los cambios actuales en China?

–En primer lugar, conocer un poco de historia y un poco de historia contemporánea de China, ¿no? Si no terminamos en frases como “en Inglaterra no pasaría tal cosa” o “ese fenómeno es igual que el de Cuba”. ¿Y China? ¿Y la historia reciente?

–¿Qué es historia reciente en términos chinos?

–Menos reciente de la que uno habitualmente imagina. Pero no exageremos. Es increíble que la gente quiera interesarse en China sin averiguar quién fue Mao ni saber cuál es la raíz de la fundación del Partido Comunista China o cómo ha habido diferentes maneras de encarar los problemas contemporáneos de China.

–Usted estudió la sociedad tradicional.

–Y escribí un libro, Bajo un mismo techo, sobre la familia tradicional. También empecé a estudiar la sociedad contemporánea hace muchos años, pero llegó un momento en que no podía actualizar los datos porque se me escapaba mi tema, que era “familia y cambio social”. Entonces paré en el año 2000. Ahora la sociedad china tal vez sea difícil de caracterizar de una manera específicamente china. Además, aunque las autoridades traten de impedir la globalización por Internet y Google, no tienen manera de garantizar el aislamiento. En China se conoce todo lo que pasa en el mundo. No hablo de la población rural y remota. Hablo de las ciudades, que son las que marcan las tendencias. Siempre se piensa en China como un régimen en que todo está cerrado y controlado.

–¿Y no es así?

–Hay control pero los resquicios son más amplios que los estimados. Hay gente que crea arte que hace unos años habría sido inaceptable. O literatura con destino de Gulag. En la China de hoy, con una ideología menos rígida y con apertura económica, domina en la política una especie de realismo o pragmatismo. Un pintor que una vez pintó a Mao en una lata de sopa se convirtió en iconoclasta e innovador. Antes ni siquiera se permitía pintar al estilo tradicional chino. Solo podía retratarse a Mao recibiendo florcitas de una niña con moño rojo. ¿Por qué el gobierno permite otras cosas? De un lado, porque no se puede estar en todo. Algo se escapa. Y de otro lado, el régimen lo deja escapar. Ese pintor vende su obra en un millón de dólares. O una película recibe un premio en Cannes y el cineasta se hace rico. Lo mismo ocurre con muchos escritores. Hay una especie de resquicio con la venia del régimen. No es una cultura underground. Algunos disidentes protestan en público cuando antes hacer lo mismo les habría valido ir a criar cerdos en el noroeste del país. Todavía el Partido Comunista tiene el poder de legitimar sus cuadros, pero hay facciones y pugnas.

–¿Cuál es el mayor interés de la familia tradicional china?

–Saber que era la unidad social más importante. Daba la pauta a toda la conformación política del país. Es tal vez ingenuo decir que el emperador era el padre y los súbditos los hijos. Pero así era la idea. Hay que recordar que a pesar de que hubo épocas de despotismo salvaje, el confucianismo indica que el emperador es responsable por el bienestar de sus súbditos. En la familia, el poder del padre es absoluto, pero crea obligaciones. El absolutismo tiene consecuencias devastadoras para los jóvenes y en especial para las mujeres. En todo caso, un varón podía ser patriarca, pero una mujer nunca. Una mujer tenía algo de poder si tenía un hijo que la quería, y se convertía en una matriarca que tiranizaba a sus pobres nueras. El patriarca hasta podía matar a su hijo si consideraba que le había faltado el respeto.

–¿Cuándo empezó a cambiar la familia tradicional?

–La revolución de 1949 promulgó una ley de matrimonio. Es importantísima. De un plumazo, que no significa un cambio real de un día a otro, permitió que las cosas de a poco se modificaran. La ley da igualdad a las mujeres. Pueden contraer matrimonio por su propia voluntad. Se suprime la poligamia. Aparece el matrimonio por consentimiento. Entonces se reduce el peso de la familia tradicional, patriarcal, en favor de un foco de familia nuclear: padre, madre, niños. Los viejos pierden el poder que tenían, y además no hay propiedades para heredar. Los viejos se vuelven sostén de una pareja joven que trabaja. Cuidan de los niños, cocinan, ayudan... Lo digo rápido, pero esto tomó muchos años y hubo muchísima resistencia, sobre todo en lugares remotos. Pero el Partido Comunista envió millones de emisarios a toda China para hacer conocer la nueva ley. Fue importante no solo la legislación sino el esfuerzo de hacerla conocer.

–¿Qué problemas nuevos planteó la nueva ley a la sociedad?

–¿Los jóvenes se pueden independizar? ¿Vuelven a depender de los padres? ¿Cómo es casarse? La educación se volvió muy cara y hoy los padres se endeudan para darles a los hijos una educación que debería ser gratuita. ¿O no es una revolución socialista? La familia en China se está pareciendo más y más a cualquier otra en el mundo. Por supuesto, mantiene un tono más tradicionalista, que es más cercano a las características de la familia latina. El entorno familiar y las redes sociales son más importantes. Pero la política obligatoria de un solo hijo como máximo rompió en parte la solidaridad familiar. Y apareció un problema de envejecimiento demográfico, acentuado además por la decisión de haber dado de baja a muchos obreros. Mucha gente mayor, sobre todo mujeres, quedó sin trabajo. En la ciudad existe algún tipo de seguro de jubilación. En el campo la realidad es mucho más compleja, porque no hay un seguro universalmente aplicado. Están tratando de aplicar soluciones.

–Usted habló de confucianismo. Confucio murió en el siglo V antes de nuestra era. En 551. Hace 2653 años.

–Confucio es el sobreviviente más impresionante en la historia. La ideología confuciana, de una manera oficial y también de un modo no oficial, permeó en la sociedad china durante más de dos mil años. Confucio hablaba de derechos y deberes, pero a poco fue reinterpretado cada vez más hacia los deberes. Hizo mucho énfasis en la responsabilidad colectiva, cosa que choca con la idea del individualismo occidental. Fue puesto en duda a principios del siglo XX. Hubo una crítica tremenda. Decían que había obligado a China a quedarse con una situación feudal basada en la tiranía de los mayores. Lo cuestionaban porque se había opuesto al comercio dado que, supuestamente, consideraba parásitos a los comerciantes. En el campo de las costumbres –el patriarcado, la manera de casarse– se perpetuaban los valores confucianos a través de historias ejemplares y del teatro o de la pequeña tradición que se va difundiendo entre las masas. La crítica a Confucio termina con Chiang Kay-Shek. Lo rescata para oponerse al comunismo. En la revolución cultural china de 1967, naturalmente persiguen las ideas de Confucio. Pero en los últimos años una dictablanda como Singapur, que de alguna manera quiere acabar con las críticas institucionales de Occidente, dice: “Ustedes, occidentales, tienen una idea sobre la política y el Estado que no es la nuestra; la nuestra es asiática”. Después Taiwán tomó el argumento. Y al final también China.

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