Miércoles, 26 de marzo de 2008 | Hoy
EL PAíS › TRAS LA DECISIóN DEL CAMPO DE SEGUIR LA HUELGA, CRISTINA ATACó POR SU MEZQUINDAD A PRODUCTORES
Sin esperar el discurso presidencial, la dirigencia rural declaró la continuidad de las medidas de fuerza “por tiempo indeterminado”. Cristina Kirchner reaccionó descalificando los reclamos. Cacerolazos en la ciudad.
Por Raúl Dellatorre
No hubo tregua ni acercamiento. No se abrió una mesa de negociación ni se presentaron propuestas para que fueran evaluadas por la otra parte. En vez de un paso atrás, productores rurales y Gobierno, cada uno por su parte, decidieron dar un audaz salto hacia adelante y terminaron colisionando con fuerte eco. Las entidades del campo decidieron no esperar la palabra de la Presidenta, prevista para las seis de la tarde, y anunciaron la extensión de la protesta, con interrupciones en las rutas y suspensión del envío de cereales y ganado al mercado. Fue a las tres y media de la tarde. Casi tres horas después, aproximadamente a las seis y veinte, Cristina Kirchner comenzó a enhebrar un estudiado despliegue de los beneficios recibidos por los productores agrícolas en los últimos cinco años. “En el 2001, 2002 y 2003 vimos los piquetes de los que pedían trabajo, hoy tenemos los piquetes de la abundancia”, refirió. “No me voy a dejar extorsionar”, expuso, antes de advertir que utilizará “todos los instrumentos que la ley, la Constitución y el voto popular me han concedido” para defender el abastecimiento de productos de primera necesidad a todos los argentinos “a precios argentinos”.
La pulseada amenaza convertirse en abierta confrontación, partiendo a la sociedad en dos. A la palabra presidencial le siguió una airada reacción de la dirigencia agropecuaria, que desde diversos puntos de concentración en rutas y pueblos del interior seguía reunida el discurso. También en Capital Federal, ya en horas de la noche, hubo reacciones insospechadas, como cacerolazos de protesta, primero en los barrios en la zona norte de la ciudad, que luego se extendió a Once, Caballito, Belgrano, Almagro, Plaza de Mayo y el Obelisco.
Envalentonados por el respaldo a las movilizaciones –Entre Ríos, Santa Fe, Tucumán, La Pampa y Buenos Aires, las más notables–, pero a la vez acorralados por sectores autoconvocados que en los últimos días desconocieron las directivas de las organizaciones, las cuatro entidades resolvieron ayer continuar con la medida de fuerza “por tiempo indeterminado”. Fue la carga que dinamitó el último puente. La respuesta del Gobierno, en boca de la Presidenta, apuntó a contrarrestar el impacto de ese pronunciamiento.
Hasta ayer temprano, las especulaciones eran acerca de si el Gobierno introduciría alguna medida para compensar a los pequeños y medianos productores, o políticas de respaldo a otras producciones agropecuarias cuya rentabilidad se encuentra relegada, como la lechería o la ganadería. Tras los acontecimientos del día, con piquetes hostiles en las rutas y la postura dura de las entidades, el discurso fue otro. Cristina centró su discurso en los grandes productores, los más beneficiados por la renta extraordinaria resultante del salto de los precios internacionales de los granos.
La Presidenta vinculó “las imágenes que me tocó ver este fin de semana largo”, referente a los cortes de ruta, con el hecho que sucedieran “casualmente en Semana Santa, que siempre ha sido emblemática para los argentinos y, como si fuera una señal, pegada al 24 de marzo, a la memoria de una de las peores tragedias que tiene la historia argentina”.
Luego recordó “la Argentina de los años 2003, 2002, 2001, miles de argentinos en piquetes, cortando calles, rutas, porque les faltaba trabajo. Eran los piquetes de la miseria y la tragedia de los argentinos. Este último fin de semana nos tocó ver la contracara, los piquetes de la abundancia, los de los sectores de mayor rentabilidad”. Y relacionando un acontecimiento a otro, señaló que “hoy, afortunadamente, millones de argentinos han recuperado la dignidad del trabajo y curiosamente, aparecen nuevamente los piquetes, pero esta vez mucho más violentos y protagonizados por el sector, tal vez, de mayor rentabilidad de los últimos cuatro años y medio”.
Y de inmediato repasó la política oficial para el sector agropecuario desde 1991, “cuando se instaura la convertibilidad, se eliminaron las retenciones, eso sí, casi nos quedamos sin productores con el uno a uno”. “Es precisamente a partir del gobierno que se inicia en 2003 donde realmente comienza a tener competitividad el sector, no solamente por un alza en los commodities. Para los brasileños también subió el precio internacional, y sin retenciones, tienen menos rentabilidad que el sector agropecuario argentino. ¿Por qué? Muy simple, por un tipo de competitivo, que sostiene el Estado argentino (...), política sustentada por el Gobierno que también forma parte de la utilización del superávit fiscal.”
También recordó que el campo se benefició de los precios de los combustibles “desacoplados de los precios internacionales, subsidiados por todos los argentinos”. Y que el productor sojero “pagas tarifas y salarios en pesos, los peones rurales son los peor pagos de toda la escala salarial y en donde más trabajo en negro hay”.
Y señaló que “si no hubiera retenciones, quiero decirles a los argentinos que el pollo, la carne, la leche la verían por televisión (...). La retención actúa como un efecto redistributivo que permite también pagar compensaciones, por ejemplo al sector lechero, porque si no pagáramos ese subsidio a la leche, uno de los productos que más ha crecido en el mercado internacional, estaría francamente a precios prohibitivos”.
Más adelante, remarcó Cristina Kirchner que “entre el 13 y el 23 de marzo han salido exportaciones por 402 millones de dólares (...). La huelga me parece que se la están haciendo a los argentinos, porque las exportaciones siguen viento en popa”.
Mientras se exporta maíz, denunció la Presidenta, “se mueren los pollos argentinos y veremos también crecer el precio de los mismos (...). A algunos, tal vez, les gustaría que lo que comen los argentinos, a precios argentinos, poder exportarlo y tener mayor rentabilidad”. “Las retenciones no son medidas fiscales, son profundas medidas redistributivas del ingreso. ¿Cómo se hace la redistribución del ingreso si no es, precisamente, sobre aquellos sectores que tienen rentas extraordinarias? ¿A quién le vamos a pedir, a países fronterizos? Muchas veces se dice, se declama, pero muy pocas veces se cumple. ¿Por qué? Porque hay que tocar intereses que son muy poderosos.”
Finalmente, la Presidenta llamó a la reflexión a los sectores en lucha, pero advirtiendo que “no me voy a someter a ninguna extorsión”. “Quiero que sepan que soy Presidenta de todos los argentinos y tengo que gobernar para todos los argentinos, y para que sigamos teniendo costos también argentinos en materia de alimentos.” Y prometió cumplirlo “con todos los instrumentos que la ley, la Constitución y el voto popular me han conferido”.
Las reacciones, durísimas, de la dirigencia agropecuaria que se sintió atacada y descalificada, puede resumirse en las palabras de Eduardo Buzzi, titular de la Federación Agraria, tras el discurso. “Esto es muy grave, (Cristina Fernández) eligió el camino de la confrontación. Me pregunto qué viene después, si el estado de sitio y la represión”, disparó.
Cuando ya sonaban los primeros cacerolazos en algunos barrios porteños y en el centro de la ciudad, Alberto Fernández, jefe de Gabinete, replicó haciendo “responsable a Buzzi y demás dirigentes que están promoviendo esto. No es el discurso de la Presidenta, sino los cortes que impiden abastecer alimentos, lo que fractura a la Argentina”, entrevistado anoche por Visión 7, en la televisión pública. El funcionario insistió en que “en vez de discutir un mecanismo de distribución de ingreso, quedamos encerrados en una discusión de si un productor tiene que ganar un poco más o un poco menos”.
Así, con duros cruces, descalificaciones, acusaciones, y con cacerolas y piquetes de signo distinto al de la crisis del 2001, llegó la noche.
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