Miércoles, 2 de abril de 2008 | Hoy
EL PAíS › UNA MULTITUD APOYó AL GOBIERNO EN SU CONFLICTO CON EL CAMPO EN EL ACTO EN PLAZA DE MAYO
El Gobierno logró ayer la postal de una Plaza de Mayo repleta en apoyo a Cristina Kirchner. “Nunca vi en tan poco tiempo tantos ataques a un gobierno surgido del voto popular”, se quejó la Presidenta, a propósito del lockout de los productores agropecuarios.
Por Martín Piqué
“Ustedes han venido con una consigna, el apoyo al gobierno nacional y popular. Pero los hombres y mujeres que han venido lo han hecho también en defensa propia. De sus trabajos, de sus logros y sus ilusiones.” Desde el escenario levantado sobre la calle Balcarce, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner se dirigió hacia una Plaza de Mayo llena. Desde la Catedral hasta Hipólito Yrigoyen, desde el Cabildo hasta las vallas que se habían colocado varios metros delante de la pirámide, la escuchaba una multitud que había llegado de todos los puntos del país. Eran miles de personas que agitaban banderas, que habían cantado el Himno con fervor, incluyendo el pogo que se popularizó tras el Mundial de Alemania. Había militantes del conurbano, trabajadores sindicalizados, informales agrupados en cooperativas y organizaciones sociales, jóvenes de barrios populares, universitarios. La Presidenta les habló a ellos. Pero también les habló a los que no estaban, a los que miraban por TV desde su hogar. “Somos la plaza del reencuentro y la transformación de los argentinos.”
El discurso transitó por el desfiladero que siempre genera un auditorio enorme, eufórico, dispuesto a la pelea y que al mismo tiempo es transmitido en directo y en cadena para todo el país. Había que enviar un mensaje hacia el público cautivo –la base electoral–, pero también dirigirse al resto de la sociedad, donde las lealtades dependen de los humores del momento. Cristina recorrió ese camino estrecho siguiendo los manuales del caso. Dijo que la “convocatoria multitudinaria” que se había reunido en la Plaza no había asistido a defender “un color político ni a un sector”. “Vienen a defender a su país, la Nación argentina”, aseguró. Entonces se escuchó la primera gran ovación de la tarde.
Poco antes de que la Presidenta fuera presentada por el actor Daniel Aráoz, desde las primeras columnas de manifestantes se había escuchado una consigna nada novedosa. “Si éste no es el pueblo, el pueblo dónde está”, comenzó a gritar la gente que ocupaba la calle Rivadavia y estaba cerca de las vallas. La mayoría eran jujeños, en el aire se olía el olor de la coca que se mezcla con bicarbonato: el famoso acullico. Eran miembros de la Túpac Amaru, una organización alineada con la CTA. El mismo grito se había escuchado días atrás en los cacerolazos protagonizados por vecinos de la zona norte de la ciudad. Ayer se lo volvió a cantar pero con más vehemencia.
En sus primeras palabras, la Presidenta le agradeció al “pueblo argentino” por la respuesta a la convocatoria. En la Plaza había cien mil personas. En el escenario se leía el lema que el kirchnerismo había elegido para el acto: “Convivencia, Diálogo y Defensa del Gobierno Nacional y Popular.” Un eslogan moderado, acorde con la iconografía moderna del peronismo.
La Presidenta apareció en el escenario una hora después de lo previsto. Vestía un traje celeste y una pollera a tono. Mientras el locutor de Presidencia hacía la presentación formal, su imagen era amplificada por dos pantallas gigantes. Se abrazó a su esposo, otra vez de saco y sin corbata. A ambos costados del escenario había gradas donde se acomodaron ministros, gobernadores, intendentes, legisladores, sindicalistas, dirigentes sociales y demás invitados especiales.
Como ya es habitual en los últimos tiempos, Cristina se quejó por las dificultades que cree estar padeciendo por ser mujer y ejercer la Presidencia. “Hace apenas dos días que se cumplieron cien días desde que juré”, recordó. “Nunca viví en tan poco tiempo tantos ataques a un gobierno surgido del voto popular. Parece que he cometido un pecado: haber sido votada por la mayoría de los argentinos en elecciones libres”, dijo.
Según la Presidenta, esos ataques de los que se considera víctima responden a su género pero sobre todo a “haber elegido el camino del pueblo, de los derechos humanos y de una sociedad más justa y equitativa”. “Sé que hay costos personales que pagar. Las cosas se hacen más difíciles, pero tengo la convicción, la fuerza y el coraje para llevar adelante el mandato que me confirió el pueblo”, aseguró. Entre las mujeres que la escuchaban se escucharon muchos gritos de “¡Fuerza!” y “¡Vamos!” “Se leyó todo La razón de mi vida”, comentaría luego a Página/12 Carlos Pisoni, hijo de desaparecidos. Pero no mencionó a Evita. Muchos pensaron que lo iba a hacer cuando habló de “las mujeres que vencieron a lo que ningún hombre pudo vencer”. Fue un elogio a las Madres. El gesto se completó cuando Hebe de Bonafini le entregó su pañuelo en señal de adhesión.
Tras el agradecimiento y la referencia a sus convulsionados cien días de gestión, la Presidenta se dedicó a devolver gentilezas. Entonces cuestionó a sectores de la oposición, a algunos multimedios y, cómo no, también a las entidades ruralistas que decidieron el lockout. “Muchos que hablan de institucionalidad y cultura democrática deberían practicarla”, amonestó. Luego recordó que las entidades ruralistas que están llevando adelante el paro realizaron una medida similar un mes antes del golpe del ‘76. “He visto nuevamente el rostro de un pasado que pareciera querer volver. Tal vez ustedes son muy jóvenes.” Luego mencionó al legislador porteño Juan Cabandié, hijo de desaparecidos. Fue el único asistente al que nombró por su apellido.
La crítica giró luego hacia la cobertura mediática del lockout. Dijo que las entidades que habían impulsado el paro agropecuario estaban acompañadas por “generales multimediáticos” a los que acusó de realizar un “lockout a la información”. “Son los mismos que ponen mi caricatura con una venda en la boca. ¿Qué significa eso? Es un mensaje cuasimafioso”, acusó desde el micrófono. El cuestionamiento se completó con un párrafo muy duro dedicado a las organizaciones del campo. “Muchos dicen representar a los pequeños productores. ¿Se puede representar al pueblo y enorgullecerse de desabastecerlo?”, cuestionó. Desde la Plaza contestaron con aplausos. El estilete pareció dirigido sobre todo al titular de la Federación Agraria, Eduardo Buzzi.
A pesar del desabastecimiento y la suba de precios, entre las columnas que llenaron la Plaza no se escucharon muchos cantitos contra los ruralistas. Sí había carteles contra “el paro de las 4x4” o mensajes irónicos dirigidos a los grandes propietarios de campos. Uno de los más comentados fue el disfraz de gorila que llevaba Matías Balogh, estudiante de Ciencias Políticas y militante del Movimiento Popular Liberación. “Soy de la Sociedad Rural”, decía el cartel que llevaba el universitario con traje y máscara de gorila.
Para el final del discurso, la Presidenta eligió el mismo mensaje que había transmitido en Parque Norte: les habló a los ruralistas con palabras muy cuidadas y en un tono lo más alejado posible de la soberbia. “Quiero pedirles, rogarles encarecidamente a los que aún creen que es bueno cortar caminos para que no pasen alimentos, para que no pasen instrumentos para las fábricas, que por favor que adviertan el mal que están haciendo”.
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