Jueves, 3 de diciembre de 2009 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Carlos Raimundi, Emilio García Méndez y Oscar Belbey *
La frase del título pertenece al histórico dirigente del ala izquierda de la Democracia Cristiana chilena, Radomiro Tomic. Fue, en cierto sentido, un anuncio premonitorio de la violencia que acabó arrasando con los mejores sueños de la región. Es probable que en la incapacidad de forjar un compromiso razonable entre sectores progresistas se encuentre alguna de las causas de los sucesos que, siendo historia, siguen condicionando hasta hoy la suerte de los intereses populares. Es obvio que ninguna extrapolación de hechos históricos es posible y mucho menos deseable. Sin embargo, sería un desprecio gratuito de la experiencia ignorar el aprendizaje de hechos de esta magnitud, sobre todo cuando el debate actual sobre los cargos ante la nueva composición del Congreso nacional presenta algunos puntos inquietantes.
“Quien no recuerda la historia está condenado a repetirla”, una frase que por error se atribuye al Carlos Marx del “18 Brumario”, pero que en realidad pertenece a ese lúcido y heterodoxo conservador llamado George Santayana. ¿Es posible alcanzar objetivos legítimos, coherentes con las posiciones de un centroizquierda democrático sin reparar en las alianzas para lograrlo? ¿Es posible evitar un extravío político irreparable en esas condiciones?
“Progresistas y de derecha hay en los dos lados.” Esta aseveración parte de reconocer, implícitamente, la lógica binaria que el SI procuró romper desde los albores de su acción parlamentaria. Pero además, lejos de ser un análisis político, constituye una simple obviedad. Ninguna alternativa, en ningún orden de la vida, concentra a los buenos de toda bondad de un lado y del otro a los malos de toda maldad. Lo que trasciende a las circunstancias del momento es una impronta política, en este caso tendiente a recuperar la memoria como interrogación sobre nosotros mismos, instituir –al menos desde el discurso– el olvidado concepto de la recuperación del Estado y las políticas públicas, a definir la comunicación social como un derecho ciudadano antes que un negocio, a rescatar una herramienta central de política pública como los aportes jubilatorios. Todo ello insuficiente y teñido, muchas veces, de fuertes sospechas de una corrupción que hemos sido tenaces en denunciar. Todo ello muy distante, sin duda, desde lo conceptual, del espíritu privatizador de los años ’90, del alineamiento incondicional de la política exterior o de bajar salarios y jubilaciones, como ha ocurrido.
Bajo el razonable argumento de respetar la expresión popular del 28 de junio se cae en la simplificación de que todo el que no votó al oficialismo forma parte de un proyecto homogéneo, y eso no es así. Lo único que varios de sus actores tienen en común ha sido frenar toda iniciativa, aun aquellas con las que algunos estuvieron históricamente de acuerdo, con tal de no apoyar propuestas del Poder Ejecutivo. Son los que, en definitiva, se regocijan cada vez que escuchan “a éstos hay que bajarlos...”, sin reparar en los autores de esta frase y mucho menos en sus consecuencias.
Es cierto que lo que creemos debería ser un tercer espacio autónomo merece presidir algunas comisiones. Pero es ingenuo creer que se pueden captar voluntades en ese sentido, apoyándose en la oposición más desmesurada sin que ésta resulte, a su vez, favorecida por el centroizquierda para fortalecerse en sus propias pretensiones. Significativamente, si esos sectores prevalecieran en las comisiones estratégicas a las que aspiran, hoy los grupos multinacionales seguirían manipulando millones de dólares del sistema previsional en la tómbola financiera, Aerolíneas seguiría siendo una jibarizada empresa privada y no tendríamos ley de comunicación audiovisual.
Por ello, es un contrasentido afirmar que apoyarse en una de las dos grandes estructuras parlamentarias es neutro políticamente. Por el contrario, esta posición fortalece, objetivamente, una impronta que, como mínimo, no compartimos. Hacer valer el peso de la unidad y la autonomía del espacio es, en cambio, el camino más coherente y en el tiempo más eficaz, para honrar la expresión popular de los últimos comicios.
* Partido SI (Solidaridad e Igualdad).
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