Jueves, 1 de septiembre de 2011 | Hoy
EL PAíS › LA NIñA FUE HALLADA EN UNA BOLSA, DESNUDA Y DESFIGURADA, EN UN DESCAMPADO CERCA DE SU CASA EN VILLA TESSEI
Diez días después de haber desaparecido, la chica fue encontrada muerta. La madre reconoció el cadáver y estalló en llanto. Luego se conoció un presunto llamado extorsivo a la familia de hace dos días. La crónica de la jornada y el impacto que produjo.
Por Emilio Ruchansky
“¿Y qué más viste? ¡Qué más!”, le insistía anoche una investigadora de la Policía Bonaerense a Luis Cerdán, uno de los primeros en ver el cadáver de Candela Sol Rodríguez. El hombre, un maletero de la estación de micros en Hurlingham al costado de la Autopista del Oeste, respondió sin sacarse las manos de los bolsillos: “Eso que le digo. La manito con las uñas pintadas y un anillo”. Cuatro horas antes, a las 15.15, dos jóvenes cartoneras llegaron a la terminal, llorando, y le contaron que mientras revolvían las bolsas de basura en la vereda de un baldío hallaron el cuerpo desnudo de una niña. “Estaba desfigurada”, le confirmó el maletero a Página/12. Su madre la reconoció por el anillo y la colita de pelo que llevaba puesta.
El lugar donde apareció Candela queda a 35 cuadras de la casa de la niña de 11 años, que desapareció el 25 de agosto, mientras esperaba a sus amigas para ir a una reunión de scouts de la parroquia Hurlingham.
Según los vecinos, en ese baldío a 500 metros del cruce con la avenida Vergara y la autopista supo haber un corralón de materiales que fue demolido. Desde entonces, además de basura, allí solían aparecer los esqueletos de autos robados. “El cuerpo estaba cerca de un auto, en una bolsa negra que estaba al lado de otras dos”, detalló Cerdán.
Una hora después del hallazgo, Carola Labrador, la madre, salió de su casa raudamente, sin hablar con la prensa. Por lo bajo, sus parientes aseguraban que iba a una reunión pactada de antemano. Al sentarse en la parte del auto que la trasladaba, se la vio respirar agitadamente. Poco antes, el gobernador Daniel Scioli y su ministro de Justicia, Ricardo Casal, habían llegado en helicóptero al baldío, luego de mantener una reunión de evaluación por el caso en La Plata. También se sumó el fiscal de Morón a cargo de la investigación, Marcelo Tavolaro.
“¡Por Dios! ¡Me mataron a mi hija!”, gritó Labrador antes de recibir un gesto solidario de Scioli. Un rato antes, el gobernador dio cifras de la búsqueda que mantuvo en vilo a gran parte de los argentinos. “Hicimos más de 600 allanamientos en toda la provincia, que se suman a los más de 200 análisis de terrenos baldíos, excavaciones y obras abandonadas”, dijo Scioli, mientras continuaba el rastrillaje en el río Reconquista. “El cuerpo fue encontrado en un lugar muy transitado, no pudo haber estado antes en el lugar”, estimó después el fiscal general de Morón, Federico Nieva Woodgate. Anoche no quedaba claro, de todos modos, cuándo había sido arrojado allí el cuerpo.
Más allá de un supuesto primer llamado de Candela, que su madre creyó haber recibido un día después de la desaparición, no habían trascendido otras comunicaciones de peso. Hasta ayer. Según comentaron fuentes de la investigación, el lunes pasado Labrador recibió un mensaje de una voz masculina que le hablaba a una mujer: “Ahora sí que no la vas a encontrar nunca a tu hija. Jamás la van a encontrar”. “¿No?”. “No, te lo aseguro yo. Hasta que esa conchuda no devuelva la guita no la va a ver nunca más. Que le pregunte al marido dónde dejó la guita.”
La hipótesis de venganza contra el padre de Candela, preso por intentar robar un camión, aparece como una de las más firmes. También se habló de un delito sexual y hasta de una red de trata, aunque algunos especialistas en esta materia comentaron ayer que estos grupos criminales no suelen hacer secuestros al voleo. “Hacen una inteligencia previa y actúan con engaños para cooptar personas de sectores vulnerables”, señalaron ayer desde Registro Nacional de Información de Personas Menores Extraviadas. En los primeros días, también se pensó en “una travesura infantil”.
El jueves pasado, cuando la presidenta Cristina Fernández de Kirchner recibió a Labrador, el fiscal Tavolaro interrogó a Alfredo Rodríguez, padre de la joven asesinada, en el penal de Magdalena (desde donde anoche fue trasladado hasta la morgue). Según trascendió, alguien en el penal le había pasado un mensaje: “Esto es un vuelto”. Ese mismo día el gobierno bonaerense lanzó una recompensa de 100 mil pesos para quien aportara datos claves para encontrar a la niña. En el medio de tanta conmoción, el jefe de la Policía Bonaerense, Juan Carlos Paggi, pidió prudencia antes de llamar. Ya se habían recibió más de mil llamadas.
Ayer, en la comisaría segunda de Hurlingham en la avenida Vergara, mientras esperaban a la madre de Candela, podían verse tres carros de cartoneros con sus respectivos petisos. “A mi hijo me lo metieron preso porque la policía dice que el cuerpo lo tiraron desde un carrito azul”, decía Miguel Angel Muñoz en la puerta. Los dos médicos que llegaron en una ambulancia desde el hospital zonal lo miraban apenados. “Vinimos por si le pasa algo a la madre de Candela, tenemos entendido que hace varios días que duerme muy poco y se puede descompensar”, informó uno.
Tras la noticia hubo una conmoción entre los vecinos de Hurlingham, una ciudad empapelada con la cara de la joven. En los negocios del centro ya se corría el rumor de otra chica desaparecida. Los docentes, por su parte, pidieron “asueto por duelo” para hoy y convocaron a una marcha a las 18 en la plaza central de esta localidad del oeste bonaerense, para reclamar justicia. “Que sea un día de lucha de los docentes y estudiantes, para que no se produzca ningún otro caso de desaparición forzada de personas”, sostuvo la maestra Nora Biaggio.
En la calle Coraceros al 2552, frente a la casa de Candela, cientos de vecinos se reunieron para acompañar a la madre. Más allá de los aplausos y gritos en reclamo de justicia, predominaron el silencio y los susurros. “Nadie pensaba que esto podía terminar así, estamos shockeados”, reconoció Walter, un vecino de la familia Labrador. Luego reveló el pánico que sentía, como muchos los presentes: “Esto es un antes y un después en Hurlingham. Ahora cómo dejás a los chicos salir solos, si los mandás a comprar pan a la esquina y desaparecen”.
Varios chicos se acercaron con velas y rezaron abrazados a sus padres. Los carteles que los vecinos llevaban a todas las marchas que hicieron estos días, con la cara de Candela y el número para informar novedades, tenían una nueva incripción en la parte inferior: juicio y castigo. Cristina y Silvia, dos comerciantes que solían atender a la niña en su librería, admitían que sospechaban un desenlace fatal cuando vieron a la madre de Candela en televisión. “Le hablaba directamente a los secuestradores, como si supiera quiénes son, me resultó raro”, dijo Cristina.
Frente a la casa de la familia, llena de fotos y afiches que pedían que “devuelvan a Candela”, una señora en llanto llevaba al pecho un cartel hecho a mano con su mensaje para los asesinos: “Por qué la mataron, es solo una nena, cobardes hijos de puta”.
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