Viernes, 7 de octubre de 2011 | Hoy
EL PAíS › LA OTRA INAUGURACION
Cerca de 4000 metros cuadrados cubiertos. En el interior, 28 laboratorios, ocho salas de investigación y un auditorio, entre varias comodidades, para desarrollar y divulgar ciencia del más alto nivel. “Este instituto no podría estar en otro lado que no sea en una universidad pública”, define Carlos Ruta, rector de la Universidad Nacional de San Martín. En el campus de esa casa de altos estudios se emplaza el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas Rodolfo Ugalde, inaugurado ayer por la Presidenta, en teleconferencia simultánea al acto del Polo Científico. Estudios sobre el Mal de Chagas, brucelosis, células madre y medio ambiente conviven entre sus paredes. Una generación de científicos jóvenes, varios de ellos retornados al país en los últimos años, encabeza este proyecto que apunta a generar “ciencia con inserción social”.
Por el 2007, recuerda Ruta, presentaron el proyecto del laboratorio a Cristina Fernández. La nueva edificación se ubicaría junto al laboratorio de bioseguridad que ya funcionaba en el campo universitario. Tras dos años y medio de trabajo, y con una inversión de 29 millones de pesos, el proyecto devino en una moderna estructura que ya tiene vida.
Las primeras actividades de la Unsam comenzaron en 1994, y tiempo después tres grupos de científicos que se desempeñaban en el Instituto Leloir (por entonces Fundación Campomar) se involucraron con la institución. Eran poco más de una docena de personas, que “necesitaban expandir sus investigaciones”, como por ejemplo la del “mapa del Tripanosoma cruzi”, para mejorar los diagnóstico de Chagas. Ese grupo de entusiastas, que a contracorriente del aire neoliberal de los ’90 buscaban desarrollar más ciencia desde el ámbito público, logró que la universidad reciclara dos viejos galpones del Ejército. Allí emplazaron sus primeros laboratorios.
Entre esos investigadores que apostaron a la Unsam estaba el médico veterinario Rodolfo Ugalde, fallecido dos años atrás, y quien hoy da nombre al centro científico. Este discípulo de Luis Federico Leloir, apunta el rector, “creó el IIB y el instituto que la universidad tiene en Chascomús”, donde se desarrolla la agrobiotecnología. No conforme con impulsar la construcción de estos ámbitos de investigación, Ugalde trabajó codo a codo con los arquitectos e ingenieros para que el nuevo IIB tuviera una concepción edilicia que “potencie el trabajo en grupo”.
Las 150 personas que trabajarán en esta nueva dependencia contarán con 28 laboratorios, 2 aulas, 6 centros de reunión, 27 unidades de equipos de apoyo, 8 salas para investigadores y un auditorio. También harán uso de este espacio los estudiantes de la licenciatura en Biotecnología, del doctorado en Biología Molecular y Biotecnología, y de la maestría en Microbiología Molecular.
Entre el laboratorio radicado en San Martín y el predio de Chascomús hay 32 grupos de investigación. Entre todos los proyectos están designados 49 investigadores, de los cuales 26 tienen menos de 40 años. Recientemente la universidad repatrió a siete jóvenes científicos, y actualmente espera la resolución de un concurso mediante el cual incorporará, para enero de 2012, otros siete argentinos residentes en el exterior. “Alta producción y mucha juventud, esa combinación es muy significativa de lo que sucede en Argentina”, reflexiona el directivo.
De aquellos 12 “aventureros” hoy son 250 –entre investigadores, becarios y asistentes técnicos– las personas que hacen ciencia en esta universidad. ¿Qué estudian? Nuevos sistemas de diagnóstico para Chagas, brucelosis y diarreas; datos genéticos sobre hongos comestibles de Argentina; células madre; biotecnología vegetal; biología celular y molecular del sistema nervioso e inmunológico, entre otras varias líneas de trabajo. Uno de los recientes logros fue el patentamiento de una vacuna contra la brucelosis, tema al que Ugalde dedicó varios años de su vida.
Esta apuesta a la ciencia le permitió a la universidad recibir subsidios del exterior por casi 2 millones de dólares. A eso sumó el aporte de 8 millones de pesos del Ministerio de Ciencia.
Informe: Leonardo Rossi.
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