Viernes, 30 de marzo de 2012 | Hoy
EL PAíS › HISTORIA DE LA SOLUCION FINAL, EL LIBRO DEL JUEZ DANIEL RAFECAS
Junto al ministro de la Corte Suprema Raúl Zaffaroni, el ministro de Educación, Alberto Sileoni, y el columnista de Página/12 Mario Wainfeld, el juez analizó la Shoá.
“Si mis amigos los sobrevivientes, sabios hombres y mujeres, consideran que es un aporte para reparar en algo su padecimiento, el de sus familiares y el del pueblo judío, esta obra estará más que justificada”, dijo el juez federal Daniel Rafecas al presentar su libro Historia de la Solución Final, ayer, en la Biblioteca Nacional. Así cerró una charla de la que participaron el ministro de Educación, Alberto Sileoni; el juez de la Corte Suprema Eugenio Zaffaroni, la historiadora María Dolores Béjar y el periodista Mario Wainfeld, convocados por la editorial Siglo Veintiuno.
El autor comentó que la motivación que lo llevó a abordar la “indagación de las etapas que provocaron el exterminio de los judíos europeos” es que “desde la docencia faltaba una herramienta para acercarnos a la comprensión de la Shoá, porque los autores que usamos reflexionan sobre Auschwitz dando por sentado que el lector conoce cómo se llegó a Auschwitz”. Para hacer el libro, Rafecas dijo que utilizó el método de la indagación judicial, junto a la experiencia recogida con el equipo con que investigó la causa referida a los crímenes de lesa humanidad cometidos en la dictadura en el Primer Cuerpo de Ejército.
Entre los ejes de su obra, destacó que las confesiones de los jerarcas nazis buscaban evitar la pena de muerte y preceden a la decisión de Adolf Hitler de dar inicio a la Solución Final. Pero, explicó el juez, ellos tomaron decisiones individuales en el exterminio, sin tener órdenes puntuales. “Rudolf Höss construye Auschwitz 1 y 2 en 1942 por iniciativa propia, y construyó las primeras cámaras de gas sin tener una orden global sobre el exterminio”, indicó. Otra de las premisas que Rafecas mencionó fue su intención de refutar “esos balbuceos ideológicos que son el negacionismo y el relativismo”, porque “hay grupos y dirigentes que insisten en negar o relativizar el Holocausto porque la Shoá es un escollo insalvable para volver a instalar el ideario nazi”.
Lo había antecedido en el uso de la palabra el juez Zaffaroni, quien destacó como “auspicioso” que un jurista analice la Shoá porque “la criminología se ocupó muy poco del genocidio”. Según relató, cuando se puso a investigar qué hicieron los penalistas ante el surgimiento del régimen nazi, descubrió que “la mayoría racionalizaron la legislación penal del nazismo, al sostener que era una ciencia que se puede aplicar a cualquier forma de Estado, sea democrático o totalitario”. Y advirtió con gran alarma que “hasta hoy los autores que hicieron esa opción son citados en pie de página en todos nuestros libros de Derecho Penal”. Dijo Zaffaroni: “Hoy veo resurgir esas categorías del Derecho Penal que crearon los nazis, en nuestras cátedras seguimos la teorización que permite decir que la ciencia penal sirve para cualquier tipo de Estado, incluso uno genocida, y esto me inquieta tremendamente porque los discursos que neutralizan valores allanan el camino para la masacre”.
Por su parte, el ministro Alberto Sileoni y Mario Wainfeld, periodista y abogado, coincidieron en que el libro de Rafecas vuelve a provocar una nueva derrota del negacionismo, y en que un aporte importante de la obra es su abordaje de la falta de solidaridad con las víctimas mostrada por los países de América latina, que no habrían podido evitar el Holocausto, pero sí haberlo aliviado. Sileoni trazó paralelos con el genocidio argentino al decir que “las empresas argentinas deberán dar cuenta de las nóminas que dieron a los dictadores, una discusión que aún hay que saldar”. Además, el ministro destacó el “íntimo vínculo entre genocidio e impunidad, hay que ir al pasado por la dignidad del presente, los perpetradores suponían la garantía de la impunidad; el Gobierno trabaja en la misma línea que propone este libro”. Y culminó dirigiéndose al autor: “Cumpliste el mandato del historiador judío Simon Dubnov (asesinado en el gueto de Riga): escriban y registren”. A su turno, Wainfeld había elogiado la moderación del lenguaje de Rafecas, y su “garra de historiador y escritor”, como así también la “bella edición” y las notas al pie. Lo que más atrapó al periodista es “el proceso de decisiones del nazismo y el análisis de la racionalidad instrumental del mal”. La historiadora Béjar apuntó que ella no encuentra la respuesta a la pregunta “¿por qué siguió habiendo genocidios después de Auschwitz?”. Y confesó que el libro la dejó “aún con más preguntas”.
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