Miércoles, 22 de mayo de 2013 | Hoy
EL PAíS › PRIMERA AUDIENCIA DEL JUICIO POR EL PLAN CóNDOR TRAS LA MUERTE DE VIDELA
Gladys Estévez declaró desde el Consulado argentino en Uruguay sobre el secuestro de su marido, Ari Cabrera. En el juicio buscan seguir adelante con los 44 casos vinculados con Videla.
Por Alejandra Dandan
Entrado el otoño de 1976, Gladys Estévez recibió un “papelito arrollado de diario, que era como se mandaban las cosas, no era una carta”, dijo ayer. En el papelito le pusieron dos palabras. “El Tropezón”. Ella vivía en Montevideo, pero andaba en Buenos Aires. Su marido, Ari Cabrera, y sus dos hijas vivían escondidas en Argentina, eran parte del Partido para la Victoria del Pueblo y se habían escapado de la dictadura uruguaya sin saber que iban a ser buscados y encontrados por la coordinación represiva de las fuerzas del Plan Cóndor.
“Tuve que buscar qué era ‘tropezón’”, dijo ayer en la primera audiencia de testigos sobre el Cóndor que empezó a oírse en Buenos Aires. “El dato estaba en un papelito y yo me fui a buscar, pregunté porque nadie me sabía decir qué era. Pero donde me decían a mí que había un ‘tropezón’, allá iba. Estuve recorriendo todo Buenos Aires, anduve en las quintas, después no me podía volver, me trajo un camión que llevaba a las maestras, anduve preguntando de un lado para otro la dirección exacta, hasta llegar a la estación Tropezón, que es antigua, por eso fue difícil encontrarla.”
“Así como recorrí todas las quintas donde no había gente, me subí al camión, anduve por las carreteras y después de las carreteras en ómnibus, iba para todos lados y seguía preguntando con la foto de Ari.” Así llegó a una casa. “La casa de esos señores era una casa sencilla, típica de ustedes, y me acerqué porque vi movimiento adentro y salió el hombre, la mujer no, como que se escondió. La mujer tenía alrededor de la puerta y en la pared las huellas de disparos de armas grandes. No me quisieron dejar pasar.” Gladys encontró a otras dos mujeres. Les mostró la foto. Y las mujeres finalmente le dijeron que sí, que habían visto a Ari ahí: “Que era un muchacho muy bueno, me dijeron que había otra persona con él, y que salía siempre a hacer los mandados. Los vecinos habían escuchado el tiroteo, las balas de afuera hacia adentro, y vieron arrastrar a una de esas personas, a ellos les pareció que era Cabrera, pero no lo podían confirmar”.
Gladys declaró desde el Consulado argentino en Uruguay. Tiene 81 años, la edad que imagina que esas mujeres tendrían en ese 1976 y sobre las que dijo que deben estar “requetemuertas” cuando uno de los defensores intentó preguntarle algo en la hipótesis de convocarlas.
Ari Cabrera es uno de los “casos” del juicio que se inició en Buenos Aires. Había militado como gremialista en el Banco de Brasil, donde trabajaba y luego integró el PVP y se fue al exilio. Como todas las víctimas de este juicio, está desaparecido. Las hipótesis indican que pudo haber estado en el centro clandestino Automotores Orletti o en una casa operativa vinculada con el centro que se usó como sede del Cóndor o incluso en Campo de Mayo.
Ayer se realizó la primera audiencia del juicio sin la presencia de Jorge Rafael Videla, uno de los principales acusados. Y fue la primera audiencia luego de su última declaración y de su muerte. En el juicio nadie lo recordó, ninguno de los jueces del TOF1 mencionó su nombre. No hubo banderas de luto. Durante el fin de semana se había dicho que 44 de los 106 “casos” de esta causa podían caer porque el único acusado era él; fiscalía y querellas, sin embargo, trabajan para que esas 44 historias logren actualizarse y revisarse en el juicio, dado que consideran que no sólo se busca una condena sino que éstos son espacios de “verdad”.
–¿Usted tenía alguna relación con Ari Cabrera? –le preguntaron a Gladys al comenzar.
–Fue mi primer esposo –dijo ella–. Las fechas me son muy difíciles de recordar, pero Ari Cabrera era un excelente hombre, y por los años ’70 o más atrás, cuando empezó el problema en Uruguay trabajaba en el Banco de Brasil, era muy querido por todo el mundo. No había corrientes políticas en mi casa en ese momento, yo lo conocía desde los 14 años, no casamos a los 20. Ninguno sabía mucho de política, estábamos muy lejos de todo eso, teníamos 20 años cuando nos casamos, vino mi hija mayor y después la segunda.
Ari había sido criado por una familia rica que lo hizo ingresar al Banco de Brasil. “No eran sus padres biológicos, sino los que lo habían criado. Eran gente de Brasil. Alguna vez comentó que no dejaba de ser el ‘criadito’, pero le dieron todo. Todo dentro de ese ambiente, correcto y fino, diría yo. Yo me asombré cuando fui a verlo de novia porque cuando me presentaron prepararon una mesa fabulosa.”
En ese momento, el presidente del Tribunal la paró. No hubo más mesas fabulosas. La mujer entró de nuevo al banco y a los años de militancia. El trabajo en el banco lo llevó a militar. “Se puso en una lista del gremio y ahí fue que, por supuesto, salió primero. Empezó a llevar a casa unas hojas escritas que me daba a leer y yo decía que parecían ‘armas’ (...) El leía y le interesaba, supongo. Un poco más adelante empezaron a hacer reuniones en mi casa, en las cuales yo estaba descompartimentada y cuando en el Uruguay y en Argentina se declara ya rotundamente y la dictadura empieza a hacer atentados, verdad, lo que uno sabía era que apretaban acá a un grupo y apretaban a otro grupo en la Argentina en el mismo momento. Eso hizo que la gente del PVP resolviera irse a la Argentina porque acá era como que les pisaban los talones, se fueron a la Argentina y... ¡fue peor! –dijo– ¡Porque allá les requetepisaban los talones! Estaba todo organizado. De esa manera fue detenido.”
A Ari le decían el Viejo. Está desaparecido desde comienzos de abril de 1976. Una hipótesis sobre las que se diseñó la causa Cóndor es que los uruguayos que estaban ya escondidos en Argentina y fueron secuestrados por el Cóndor no militaron acá. Gladys encontró los datos del Tropezón; un abogado la acompañó a hacer una denuncia en una comisaría de la zona. Uno de sus yernos estuvo secuestrado en Orletti, el centro clandestino del Cóndor. Allí, él, que es sobreviviente, dijo que uno de los torturadores sugirió que “su suegro” se había muerto producto de la tortura y un paro. Gladys también supo que estaba tratándose del corazón.
En las costas uruguayas aparecieron muertos producto de los vuelos de la muerte. A Gladys le pidieron que fuera a reconocer unas fotos. Ella llamó a una hermana para que fuera. Alguna gente decía que “eran coreanos o algo así por la forma de los ojos”, dijo. “En realidad tenían piedras en los pies y los habían tirado al río, los recogieron y estaban totalmente hinchados por el tiempo que habían pasado en el agua.”
Hicieron preguntas la fiscalía, las defensas y el tribunal. Muchas sobre el Tropezón, el reconocimiento de la casa. Y luego, uno de los jueces le preguntó qué significaba aquello de “apretar” en Argentina y Uruguay que había mencionado. “¿Quiere decir detener?”, dijo. “Si usted quiere suavizarlo”, respondió la mujer.
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