Domingo, 23 de noviembre de 2014 | Hoy
EL PAíS › UN ESTUDIO REVELA LA REACCION DE LOS QUE NO VOTAN AL GOBIERNO DESPUES DE LA RUPTURA DE ELISA CARRIO
Una encuesta describe el fenómeno del “oficialismo vs. ningunismo”: los que apoyan al Gobierno confían en él, los opositores no creen en nada, ni siquiera en los políticos opositores. La ruptura de Carrió, la desconfianza en un frente.
Por Raúl Kollmann
Sólo dos de cada diez personas piensan que la actitud de Elisa Carrió de romper con FA-Unen fortalece a la oposición. Más del doble –cinco de cada diez, consideran que el portazo de Lilita fue un golpe para los que se ubican en contra del Gobierno. Estas opiniones tienen un trasfondo de mayor envergadura: entre los opositores al Gobierno hay un fuerte descreimiento. La mitad no cree en nada, la institución a la que le dan algún crédito es a la Iglesia y luego a los medios de comunicación, pero apenas el seis por ciento cree en los políticos de la oposición. La contracara son los que respaldan al Gobierno: seis de cada diez creen en la Presidenta y en el Ejecutivo. El sociólogo Ignacio Ramírez lo llama “oficialismo vs. ningunismo”. Hay un punto que es de importancia, el 60 por ciento de los opositores no quieren que se junten todos los partidos para ganarle al oficialismo. Temen una nueva alianza o una crisis devenida de la falta de gobernabilidad originada en lo que denominan un rejunte.
Las conclusiones surgen de una amplia encuesta realizada por Ibarómetro, especialmente para Página/12. La consultora fue fundada por Doris Capurro y hoy la encabeza Ignacio Ramírez. El sondeo fue nacional, se consultaron 1600 personas, respetándose las proporciones por edad, sexo y nivel económico-social.
La ruptura de Carrió reforzó la idea del descreimiento en los votantes de la oposición. “Recientemente se publicaron encuestas que ilustran cierto empate político en la sociedad, donde alrededor de una mitad tiene una mirada favorable del gobierno nacional y otra mitad una mirada crítica u opositora –señala Ramírez–. El caso es que al investigar con mayor profundidad se advierte que tal empate es un ‘empate asimétrico’, ya que el sector de la sociedad más ‘oficialista’ manifiesta adhesión y confianza en el gobierno nacional, mientras que el universo ‘opositor’ exhibe esencialmente un cuadro de desconfianza, más que de entusiasmo ante las alternativas políticas que deberían canalizar sus pulsiones de cambio.”
Cuando se mira con detalle la reacción ante el portazo de la líder del ARI, hay una mitad de los consultados que dice que debilita a la oposición, pero básicamente por el efecto desmoralizador que tiene. No es que los opositores coincidan con Carrió en que se necesita una unidad a cualquier costo, lo que sostienen es que golpea a los que están de la vereda de enfrente al Gobierno, entre otras cosas porque pone sobre el tapete las dificultades en cuanto a manejo de crisis y, en otras palabras, a la capacidad para gobernar.
Para Ramírez, “el dato más elocuente que describe el estado de ánimo –y la orfandad representativa– de este sector opositor de los argentinos aparece cuando se les consulta qué actor o institución de la sociedad les inspira mayor confianza. En primer lugar aparece el ‘ninguno’, y los dirigentes políticos opositores continúan muy rezagados en el ranking de confianza de los propios electores opositores. Allí reside una de las principales claves de época y el desafío más importante que tiene la oposición por delante, para ingresar en el escenario político con mayor competitividad. El descreimiento y nihilismo que envuelven a los argentinos opositores plantean dos cosas: la complejidad de expresar y traducir políticamente el malestar de este sector y el desajuste entre demanda opositora y oferta opositora. El combustible de un voto opositor entusiasmado con la posibilidad de un cambio no suele ser el escepticismo, sino la esperanza, y tal sentimiento aún no aparece entre los argentinos contrarios a la continuidad del oficialismo”.
Basta ver que cuando se le pregunta a los opositores en quién confían, en el primer lugar aparece Ninguno con algo más del 41 por ciento de las respuestas. En el segundo puesto, aunque muy lejos, está la Iglesia, seguramente producto del fenómeno Francisco como pontífice. Atrás de la Iglesia están los medios de comunicación, una respuesta bastante cantada porque los medios de mayor envergadura reflejan las posiciones opositoras. Lo asombroso es que los militares hasta figuran por encima de los políticos de oposición en la opinión de los que están lejos del Gobierno. Esto demuestra, como dice el director de Ibarómetro, que no hay sintonía entre la oferta de políticos de oposición con la demanda de los votantes. Ramírez llama a la situación “oficialismo versus ningunismo”.
Es que, más allá de las dificultades económicas, cuando a los que tienen una opinión buena o muy buena del Gobierno se les pregunta en quién confían, seis de cada diez depositan su confianza en la Presidenta o el Gobierno. Es justamente lo que marca Ibarómetro: frente a la poca confianza en los políticos opositores, hay una firme mayoría de los que no ven mal al Gobierno que creen en el Ejecutivo. Esto se percibe en el cuadro correspondiente: 64.5 confían en CFK o el gobierno nacional y sólo 20 por ciento no confía en nadie. O sea que, al menos por lo que se ve en este momento, la oposición tendrá que lidiar con un oficialismo bastante homogéneo y con liderazgo.
En el marco del año electoral que se viene, cobra importancia la mirada de los votantes opositores sobre qué deben hacer las fuerzas que van a competir con el oficialismo. La cuestión se plantea también a raíz de la ruptura de Carrió, quien insiste en que casi todos los opositores deben conformar una única alianza de cara al 2015. Sólo exceptúa a Sergio Massa.
La mirada mayoritaria de los que desaprueban al Gobierno es que “únicamente se junten quienes tienen una visión parecida y un proyecto común”. Eso lo sostiene el 60 por ciento de los opositores. Una minoría (24 por ciento) pide que se junten todos para ganarle al oficialismo. “Muchos analistas están centrados en la coyuntura, cuando en realidad el voto del año que viene tendrá mayor profundidad. Estará compuesto por motivaciones muy vinculadas con las perspectivas de estabilidad y esperanza”, redondea Ramírez. Tal vez un resumen es que la gente tiene en la cabeza que quiere estabilidad y no repetir las enormes dificultades de gobernabilidad que plantearía, como ocurrió con la Alianza, un gobierno heterogéneo.
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