Domingo, 22 de febrero de 2015 | Hoy
EL PAíS › LAS PRUEBAS DISPONIBLES Y LAS VERSIONES SOBRE EL CASO NISMAN
La carátula sobre lo que pasó el 18 de enero sigue siendo muerte dudosa, pero cada vez queda más claro la dificultad de probar que el fiscal no se suicidó y se enredan más las hipótesis sobre comandos, infiltrados iraníes y drogas que no dejan rastros.
Por Raúl Kollmann
A más de un mes de la muerte del fiscal Alberto Nisman, la fiscal Viviana Fein y la jueza Fabiana Palmaghini mantienen la calificación de muerte por causa dudosa. La impresión es que no van a modificarla hasta que no terminen una larga batería de medidas de prueba, a las que se sumarán las que van a pedir esta semana los peritos designados por la ex esposa de Nisman, la jueza Sandra Arroyo Salgado. El expediente ya incluye elementos decisivos que apuntan a la hipótesis del suicidio –la cercanía del disparo, la inexistencia de lesiones de defensa, la ausencia de rastros de pelea, que Nisman haya pedido prestada el arma– pero todavía quedan piezas sueltas en el rompecabezas. Y está claro que de todos modos Fein y Palmaghini tendrán que investigar si el fiscal tomó la decisión por sí mismo o si fue presionado, instigado, a quitarse la vida. Los que sostienen que a Nisman lo mataron, necesitan hacer un gran esfuerzo para explicar cómo se hizo: cómo alguien se pudo acercar tanto, dentro de un baño, para ejecutarlo de un solo tiro, con una pistola que él mismo pidió prestada. Es una hipótesis que debe ser trabajada y que, al menos hasta el momento, presenta obstáculos difíciles de sortear.
Quienes hablan de asesinato y los que hablan de suicidio tienen, desde el punto de vista criminalístico, un compromiso: deben decir cómo ocurrió. Es necesario que la explicación coincida con los elementos que hay en el expediente. La autopsia dice, por ejemplo, que le dispararon a menos de un centímetro. Ese dato surge de un trabajo hecho por forenses que no dependen del Poder Ejecutivo sino de la Corte Suprema de Justicia. Esos mismos médicos afirman que no hay lesiones defensivas en el cuerpo y que el disparo fue un par de centímetros por encima de la oreja. También surgió del Cuerpo Médico Forense la toxicología, que indica que Nisman estaba consciente cuando se produjo el disparo, que en su sangre sólo aparecieron pequeñas dosis de sedante y un trago de una bebida alcohólica que podría ser vodka.
Para quienes creen en el homicidio, Lagomarsino es una hipótesis casi natural. Es dueño del arma del disparo mortal, tenía la confianza de Nisman y contaba con acceso al departamento, donde el fiscal lo convocaba a horas desusadas. Imaginando una alternativa, se podría decir que como era habitué del edificio Le Parc, aquel domingo al mediodía –según los forenses la muerte ocurrió entre las 11 y las 15– visitó al fiscal y en algún momento, con una excusa, abordó a Nisman desde atrás o desde el costado en el baño. Sorpresivamente habría sacado el arma que tenía escondida –y no le había prestado– y sin darle tiempo a nada, le disparó desde apenas un centímetro.
Las objeciones a esta hipótesis son varias. La principal es que Lagomarsino no estaba en el edificio Le Parc entre las 11 y las 15 del domingo 18 de enero. Están registrados sus ingresos el sábado a la tarde y luego a las 20 cuando dice que le entregó el arma. Los egresos –como todos los de Le Parc– están mal registrados. Sin embargo, la visualización de las cámaras de las autopistas demuestran que Lagomarsino efectivamente pasó por los peajes y volvió a su casa de Martínez después de las 20. Aún con esos datos, está claro que pudo haber regresado de manera subrepticia en la misma noche del sábado o el domingo. En este caso la objeción es que su entrada no aparece registrada, que hubo algún tipo de complicidad con la seguridad de Le Parc o que conocía tanto el edificio que entró en forma clandestina. No es una alternativa fácil. Además, por lo que se sabe, Lagomarsino estuvo en un supermercado con su familia el domingo en horas de la mañana. Desde ahí le mandó un mensaje a Nisman y después estuvo con otras personas. Habrá que ver la calidad de los testimonios sobre lo que hizo el 18 de enero en el horario de la muerte.
Existe un elemento adicional que no termina de encajar con la hipótesis de Lagomarsino. Si fuera cierto que Nisman le pidió la pistola prestada al informático –la versión de Lagomarsino–, no es menos cierto que también se la pidió a otra persona, su custodio Rubén Benítez. Para quienes abonan la teoría del suicidio, esto indica que era Nisman el que estaba a la búsqueda de un arma y que era su voluntad conseguir una pistola porque ya tenía tomada la decisión. Del otro lado, por supuesto, pueden argumentar que Lagomarsino o quien sea se enteró de que pidió un arma prestada para la defensa de sus hijas –que no estaban en Buenos Aires– y que aprovechó la oportunidad. No es una alternativa que parezca razonable, pero es parte de las alternativas del caso.
Este diario le pidió al conocido criminalista Raúl Torre, profesor universitario, que diseñe una hipótesis de cómo se podría haber cometido el homicidio, teniendo obviamente en cuenta los datos que hasta el momento surgen de la causa. Torre cree que los elementos que existen en el expediente apuntan al suicidio, pero esbozó una hipótesis:
“Dos personas que alquilaron un departamento previamente en Le Parc, se introducen en el pasadizo de los aire acondicionados del piso 13, se acercan al aparato de Nisman, e introducen en el departamento, con un recipiente del tamaño de un matafuegos un gas llamado ácido nitroso. Después entran al departamento vulnerando la cerradura electrónica y con máscaras de gas. Se dirigen al dormitorio, donde la víctima se halla en un sueño profundo, le colocan unas toallas por debajo de los brazos (para no dejar rastros) y luego lo acomodan frente al espejo del baño. Mientras uno lo sostiene, el otro toma la pistola y la hace empuñar a la mano inerte del fiscal. Dispara. Salen por donde ingresaron y vuelven a su departamento del mismo edificio”.
Esta hipótesis tiene numerosas objeciones, diseñadas por el propio Torre. La principal es que el arma fue suministrada por Lagomarsino y que la pidió el propio fiscal. Y no sólo se la pidió al informático sino también al custodio. La segunda es que, por lo menos hasta el momento, no se sabe de nadie sospechable que haya alquilado otro departamento en Le Parc. Se habló de los extranjeros que vivían en la unidad contigua, pero esos extranjeros se presentaron de inmediato ante la Justicia. Por lo que se sabe, no hubo accesos de personas extrañas al pasadizo. De allí se recogieron huellas de calzado que se cotejaron con el personal de mantenimiento y no se habrían encontrado anomalías.
La hipótesis del gas anestesiante encaja con un elemento de importancia: en la toxicología no se encontraron sustancias que hubieran dejado inconsciente a Nisman y lo que el criminalista buscaba era una forma de tener inerte a la víctima para acercarle su propia mano a menos de un centímetro. Torre habla de un gas que se habría eliminado simplemente abriendo la ventana pero, como se ve, él mismo aporta los elementos que ponen en duda la hipótesis.
Página/12 consultó a otro criminalista de renombre, Luis Olavarría, también profesor universitario, sobre la forma de concretar la hipótesis del homicidio. Olavarría sostiene que “todo apunta a la mecánica del suicidio”, pero estuvo trabajando en buscar alternativas.
“Es muy de película, pero acá la única forma de tener a Nisman parado, frente a un espejo, en el baño, es tenerlo incapacitado, inerte –sostiene Olavarría–. Las vías posibles son sólo dos: un narcótico que desaparezca en la sangre o, se me ocurrió, la utilización de hipnosis. Hay una cuestión, no obstante, que es muy difícil de explicar: si uno tiene a la víctima incapacitada ¿por qué hacer una maniobra complejísima? Lo tendrían que haber metido en el baño para un disparo con la persona parada, porque produjo una salpicadura de sangre en el espejo. Además, se habría requerido de dos personas: una que lo sostenga y la otra que utilice la mano del fiscal para dispararle. Encima, se complican más las cosas porque el cuerpo terminó obstruyendo la puerta del baño. Me pregunto, en caso de esa maniobra ¿por qué no acostarlo en una cama, usar su propia mano para disparar y evitar complicaciones? Esta última alternativa, además, requeriría de una sola persona.”
Por supuesto que el propio Olavarría encuentra una serie de obstáculos a su hipótesis, que son aspectos que requieren investigación: cómo habrían entrado los dos sujetos, cómo consiguieron la confianza de Nisman para dar lugar al trabajo de hipnosis, cómo salieron. También está la cuestión del arma, en principio pedida prestada por el fiscal.
El sitio Debkafile, originado en Jerusalén y que responde a la Inteligencia israelí y a posturas conservadoras tanto en Estados Unidos como en Israel, publicó una investigación según la cual el asesinato fue cometido por un falso arrepentido iraní. Según el sitio, la Inteligencia de Irán le mandó a Nisman un agente, Abbas Haqiqat Ju, que simuló ser un arrepentido y le entregó documentación auténtica de la Inteligencia iraní. Así se fue ganando su confianza a lo largo de cuatro años y convenció a Nisman de que su relación debía ser ultrasecreta porque, de lo contrario, la Inteligencia de Irán se enteraría. Finalmente, alquiló un departamento en Le Parc y quedaron en que cada vez que lo visitara golpearía tres veces en la puerta (sic). Como era un confidente del fiscal, dicen los israelíes, sabía que pidió prestada la pistola y dónde la guardaba. Lo visitó el domingo, sacó el arma del lugar donde estaba y mató a Nisman. Después, salió del edificio como un inquilino más, se fue a Montevideo con un falso pasaporte y voló a Teherán. Para redondear, los israelíes afirman que el gobierno argentino no participó, pero que sabía que la operación se iba a hacer.
Más allá de las insólitas evaluaciones políticas de esta historia, la hipótesis requiere una serie de condimentos improbables:
- Un agente iraní que mantuvo contacto cercano con Nisman a lo largo de cuatro años sin que nadie supiera de su existencia. Ni su fiscalía, ni la SIDE, ni los propios israelíes lo detectaron.
- Un inquilino falso en Le Parc que debería aparecer en las cámaras muchísimas veces.
- Una confianza tan grande como para sorprender a Nisman en ropa de dormir, dentro del baño, a menos de un centímetro.
- Una operación de semejante envergadura, planeada a lo largo de cuatro años, termina dependiendo de una pistola prestada, antigua, y proyectiles también antiguos.
Parece poco creíble, pero no debería ser difícil de investigar.
Como se ve, la hipótesis del asesinato requiere mucho trabajo y una enorme cantidad de contrapruebas de lo que hoy figura en el expediente. Se podría argumentar que toda la escena se preparó antes de que entrara la madre y el custodio Armando Niz, pero eso no cambia los elementos centrales que provienen de las conclusiones de la autopsia. De todas maneras, hay muchas medidas todavía por concretar: ver si debajo de las uñas de Nisman hay ADN de otra personas; las comunicaciones del fiscal en los últimos días, lo que sale de sus computadoras, las cámaras de Le Parc y el análisis de los rastros que los peritos de Arroyo Salgado –Osvaldo Raffo, Julio Ravioli y Daniel Salcedo– encontraron en la inspección de la semana que pasó. “La mecánica es la del suicidio”, como afirma Olavarría. Pero hay que agotar todas las alternativas.
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