EL PAíS › LA HIPOTESIS DEL MAGNICIDIO, TRAMPOLIN PARA ZAMBULLIR LA CAUSA EN FEDERAL

El cupo femenino

Como si fuera el cupo femenino de la Escudería Stiuso, la exposa de Nisman instaló la hipótesis del magnicidio, como trampolín para zambullir la causa en el fuero federal, donde aguarda un coequiper. Sus peritos firmaron que el suicidio era poco probable, pero Arroyo Salgado forzó las conclusiones, incluyendo el rol del Estado en materia de terrorismo. Además frenó el peritaje informático que contradecía a sus forenses. La Cámara Federal decidirá si abre a investigación la denuncia contra CFK.

 Por Horacio Verbitsky

Hoy se celebra el Día Internacional por los derechos de la Mujer y la Paz Internacional, según la proclamación de la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1977. En homenaje a la fecha, la jueza Sandra Arroyo Salgado hizo pública demostración de igualdad con su difunto exposo, a cuyas hijas representa en la querella por su muerte violenta: igual que Natalio Alberto Nisman, dio por probados sin lugar a dudas hechos que, de acuerdo con los elementos que ella misma brindó en su conferencia de prensa, no pasan de ser presunciones opinables y cálculos de probabilidad. Sobre una base tan endeble, la ex jueza Aída Kemelmajer de Carlucci asentó una desmesurada conjetura: lo mataron fundamentalistas islámicos y su conexión local, sentenció, como si se tratara de un hecho comprobado o, como diría el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti, de Cosa Juzgada.

Como se anticipó en esta página el domingo 1º, desde hace más de una semana estaba lista la presentación en la que Arroyo Salgado sostendría que la escena de la muerte fue adulterada para ocultar que a Nisman lo asesinaron. Sólo se postergó el anuncio por el inesperado fallo del juez Daniel Rafecas, que desestimó por inexistencia de delito la denuncia de Nisman contra la presidente CFK, el canciller Héctor Timerman y el diputado Andrés Larroque. La resolución fue apelada por el fiscal Gerardo Pollicita y por sorteo intervendrá la sala I de la Cámara Federal de la Capital, la misma que en mayo pasado declaró inconstitucional el Memorando de Entendimiento con Irán que, según Nisman, fue el mecanismo para encubrir a los iraníes autores del atentado de 1994 contra la sede de la DAIA.

El jueves, la madre de las hijas del fiscal dijo que había quedado descartada en forma científica la posibilidad de un suicidio o de un accidente, ya que se trató de “un magnicidio de proporciones desconocidas”, que “ha impactado de lleno en la institucionalidad de la República, además de poner en tela de juicio el rol del Estado ante la comunidad internacional en materia de terrorismo”. Es decir, materia de la justicia federal, donde espera el juez Luis Osvaldo Rodríguez, quien lleva una causa por amenazas contra Nisman, Arroyo Salgado y el ex director de Operaciones de la Secretaría de Inteligencia, Antonio Horacio Stiuso, previa a la muerte del fiscal. La jueza ya abrió el juego en esa dirección y le pidió a Rodríguez que evaluara su seguridad y la de sus hijas. Esto le fue sugerido por Stiuso, según reveló la propia Arroyo. Según Diego Lagomarsino, Nisman le dijo que a él también Stiuso le había hecho la misma advertencia.

El 15 de junio de 2008 el diario Crítica de la Argentina publicó una nota de su propietario, Jorge Lanata, titulada La GESTAPO K en la que afirmaba que Arroyo fue designada jueza federal de San Isidro “de la mano de Stiuso y de su esposo”. Agregó que “todas las fuentes judiciales, policiales y del Gobierno consultadas coincidieron en un punto: el de San Isidro es un juzgado de la SIDE”. Ella vendría a ser así el cupo femenino de la Escudería Stiuso.

No dicen lo que dijo

Al presentar el trabajo de sus peritos (el forense Julio Ravioli y los comisarios bonaerenses Osvaldo Raffo y Daniel Salcedo), Arroyo dijo que no tenía un objetivo predeterminado, sino sólo conocer la verdad.

Pero la secuencia de los hechos permite una interpretación alternativa, ya que en cuanto regresó de sus interrumpidas vacaciones europeas, al día siguiente de la muerte de Nisman, en el mismo aeropuerto dijo que no creía que se hubiera quitado la vida. Reiteró ese artículo de fe en el acto que la oposición realizó en el Senado el 18 de febrero, horas antes de la marcha de los fiscales. En la conferencia de prensa del jueves dijo que “ha quedado acreditado con rigor científico lo que la familia ya había sostenido: Nisman no se suicidó”. No es eso lo que sostuvieron los peritos que propuso en la causa.

Para fundamentar sus tremendas conclusiones la jueza hizo una lectura parcial de los documentos firmados por ellos. La importancia de lo que dijo es tan grande como la de aquello que omitió. Si bien difieren de algunas de las opiniones del Cuerpo Médico Forense que dejó trascender la fiscal Viviana Fein, los estudios de Raffo, Salcedo y Ravioli no permiten discernir si Nisman se quitó la vida o fue muerto por mano ajena. A lo sumo internarse en un laberinto de hipótesis y porcentajes.

Las contradicciones entre estos peritos y los de la Corte Suprema han merecido minuciosa explicación, y aquí se retoma. Pero sólo Paz Rodríguez Niell, en La Nación, se interesó por la asombrosa discordancia entre las aseveraciones de Arroyo y el texto firmado por sus peritos. Según la periodista, quien dijo haberlo leído, el informe de Raffo, Salcedo y Ravioli concluye que el suicidio es “poco probable”. La jueza de San Isidro pasó por encima de estos matices y sostuvo lisa y llanamente que lo asesinaron. De la probabilidad a la certeza, de “poco probable” a “se descarta” hay un largo trecho que apuró de un salto y que ayuda a entender la expresión sombría con que sus peritos la escucharon, por el lío en que los estaba metiendo al atribuirles algo que no habían sostenido. No lo hizo por descuido sino a conciencia: Virginia Messi cuenta en Clarín que antes de la conferencia de prensa la jueza suprimió el punto 12 del peritaje y lo reemplazó con puntos suspensivos. Mejor no entrar en detalles.

Arroyo Salgado no disimuló su fastidio con la fiscal Viviana Fein y la jueza Fabiana Palmaghini, a quienes acusó de haber apurado la autopsia y desatendido su reclamo de postergarla hasta que ella designara sus peritos. También dijo que Fein no había podido probar la hipótesis elegida, del suicidio. La fiscal, quien reitera que hasta ahora no puede descartar ninguna hipótesis, le respondió que esa solicitud ingresó a su despacho cuando la autopsia había concluido y que nadie le adelantó el pedido por otra vía.

De manual

El Cuerpo Médico Forense y los policías bonaerenses coinciden en varios puntos: Nisman murió por el disparo de la pistola que se encontró en el lugar, propiedad de Diego Lagomarsino, quien dijo habérsela prestado; no había pólvora ni restos del fulminante en su mano; ingirió antes de morir cantidades moderadas de psicofármacos, café y alcohol, que no obnubilaron su conciencia. Pero también hay diferencias llamativas. La fiscal Fein ya anunció que convocará a todos para que fundamenten sus aseveraciones y de persistir la bruma, a una junta médica con otros forenses, e incluso expertos internacionales, hasta llegar a una conclusión ya que ni ella ni Arroyo Salgado son médicas.

El interés de esa confrontación es relativo, ya que aún si en cada punto le asistiera la razón a los representantes de la familia de Nisman, eso no avalaría el presuroso colofón de Arroyo Salgado. El Cuerpo Médico Forense observó espasmo cadavérico en la mano derecha de Nisman, lo que indica que murió en el acto. Para los peritos de la familia, la copiosa hemorragia que se halló en el baño prueba que el corazón siguió bombeando y la muerte tardó en llegar. Además no corroboraron el espasmo cadavérico, que únicamente se produce cuando la muerte es instantánea. Pero ellos sólo vieron la filmación y las fotografías de la autopsia. También dijeron que “la posición en la que fue encontrado el cuerpo no fue la final”, cosa que Arroyo tradujo como que el cuerpo del fiscal fue movido. Ninguna de estas disyuntivas dice nada conclusivo respecto de lo primero que importa: si se mató o fue muerto. Tanto los suicidas como los asesinados pueden morir en cuanto se produce el disparo o luego de un tiempo de agonía, variable en cada caso.

Cada uno de estos dos peritajes tiene la congruencia interna de la que carecía la acusación de Nisman: quienes vieron espasmo cadavérico entienden que la muerte fue inmediata, y aquellos que mencionan la sangre como prueba de la agonía, niegan el espasmo. Son posiciones de manual. En su libro La muerte violenta, el propio Osvaldo Raffo dice que cuando una persona muere “la musculatura se relaja; transcurrido cierto tiempo, se endurece”, en el rigor mortis. Pero “en casos inhabituales la rigidez invade los músculos en el mismo momento de la muerte, sin pasar por la fase de relajación, fijando la posición y actitud que la víctima había adoptado voluntariamente. A este fenómeno, cuyo origen es vital, su requisito, la muerte brusca y su carácter, la excepción, se lo llama espasmo cadavérico”. El perito agrega que el fenómeno es excepcional pero muy importante cuando se observa “porque permite la reconstrucción del hecho y su simulación es imposible”. Pone como ejemplo un piloto de combate muerto por el choque de su cabeza contra la cúpula de acrílico de su avión. El cuerpo cayó en paracaídas y ambas manos estaban tiesas en la posición “idónea para accionar las palancas de expulsión de la cabina”. El maestro de Raffo, Emilio Pablo Federico Bonnet, incluyó en sus “Lecciones de medicina legal” la foto de un suicida por disparo de arma de fuego, sobre un charcho de sangre y con el dedo índice sobre el gatillo. La primera versión difundida sobre el espasmo cadavérico de Nisman, con el índice derecho rígido en la misma posición del libro de Bonnet, dejaba pocas dudas sobre el suicidio. La opuesta, sin espasmo cadavérico, no prueba que lo hayan matado.

Tampoco hay acuerdo entre los dos equipos sobre la hora del óbito, que los peritos oficiales ubican en torno del mediodía del domingo y los de parte entre la tarde y la medianoche del sábado. El primero en saltar ante la conferencia de prensa de la viuda fue el defensor de Diego Lagomarsino, Máximo Rosconi.

Ya se dijo aquí el último domingo que su tempestuosa actuación durante la declaración testimonial del Secretario de Seguridad, Sergio Berni, buscaba conseguir la nulidad del comienzo de las actuaciones pero podría contribuir a un efecto no buscado por él sino por Arroyo Salgado. Lento pero inseguro, terminó de entender que el pase al fuero federal no convendría a Lagomarsino, quien en ese caso sería imputado por homicidio y no por el inocuo préstamo de un fierro viejo. Aunque cueste creerlo, a cincuenta días del hallazgo del cuerpo, aún no se han peritado los gadgets electrónicos que Nisman adquiría durante sus tours de compras a Chile guiado por Cerebrito Lagomarsino, que luego Stiuso les ayudaba a ingresar sin pagar impuestos. La tarea comenzó, pero en cuanto los peritos comprobaron que la computadora de Nisman se había encendido en la mañana del domingo, la jueza solicitó que se interrumpiera, alegando razones de privacidad. Son motivos comprensibles si se atiende a la vida que su exposo se daba, pero no los había alegado antes de ese descubrimiento, contradictorio con la afirmación de los forenses de Arroyo Salgado, para quienes Nisman había muerto entre 8 y 16 horas antes. Esta es otra buena razón para que prefiera aguardar hasta que la causa llegue a manos de un coequiper de su misma Escudería, administrada por Javier Fernández.

El tercer ojo

El elegido es Luis Osvaldo Rodríguez, designado en octubre de 2012 pese a la fundada impugnación del CELS. Por sus escasos antecedentes como juez nacional, estaba 25 en el orden de mérito. Pero su examen escrito fue casi perfecto y con 95 puntos sobre 100 posibles saltó al quinto puesto. Una investigación judicial comprobó que Rodríguez solicitó en el juzgado federal de Daniel Rafecas el fallo sobre un robo de monedas, justo el tema que le tocaría en el examen escrito pocos días después. Cuando una periodista lo interrogó, Rodríguez mintió, negando los hechos. La jueza federal María Servini pudo probarlos, pero igual lo absolvió: dijo que también había pedido otros fallos, porque estaba estudiando para el examen.

Ya como juez federal, obstruyó la investigación sobre los sobornos y el tráfico de influencias en la causa por el asesinato de Mariano Ferreyra, que involucran al juez de la Cámara de Casación federal Eduardo Riggi, al prosecretario de ese tribunal Luis Ameghino Escobar, al ex juez federal Aristóbulo Aráoz de Lamadrid y al agente de la SIDE Juan José Riquelme. Cuando el fiscal en quien Rodríguez había delegado la investigación reunió pruebas suficientes como para solicitar indagatorias y ordenar detenciones, el juez reasumió la investigación y con el ritmo moroso que le imprimió consiguió que se perdieran pruebas irrecuperables, como el contenido de los mensajes de texto de los imputados, que la empresa telefónica sólo guarda por 90 días. También admitió todas las presentaciones dilatorias de los imputados, a quienes comenzó a indagar a un año y medio de comenzada la investigación, tiempo suficiente para que coordinaran sus relatos.

En otra causa, acompañó la maniobra ideada por el fiscal Ricardo Sáenz y el ex subdirector de asuntos jurídicos de la Policía Federal, comisario Marcelo Emilio Pecorelli, para que la causa que se le seguía a Pecorelli por exacciones ilegales, tráfico de influencias, negociaciones incompatibles con la función pública, enriquecimiento ilícito y violación de sus deberes funcionales, saliera del juzgado de instrucción de Juan Ramos Padilla y aterrizara en el federal de Rodríguez. “Hay que pelearla, pero ya está, empiezan los amigos ahora”, dijo exultante Pecorelli al enterarse del pase del expediente a esa vía muerta en la que quedó hasta ahora.

Como remate de su bella personalidad, Rodríguez es un conocido coleccionista de insignias nazis. Con su notorio tercer ojo, espera atento el aterrizaje de la causa por la muerte de Nisman.

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Arroyo Salgado y sus peritos: de poco probable a seguro, un salto sin red.
Imagen: Bernardino Avila
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