EL PAíS › OPINION

Censura y ajuste

 Por Gustavo López *

Lo que está sucediendo en las primeras semanas del gobierno neoliberal y autoritario de Mauricio Macri es de manual. Un fuerte ajuste, aumento de tarifas con transferencias de ingresos millonarias no sólo en favor de las empresas prestadoras de servicios públicos sino también en beneficio de los acopiadores de cereales, los grupos concentrados de exportación y los grandes medios de comunicación.

Más de 100 mil millones de pesos de ganancia en unos días para las grandes cerealeras, vía devaluación y quita de retenciones. Negocios para Clarín y Telefónica con los DNU que eliminan gran parte de la ley de medios, la entrega de Nextel y los principales partidos de fútbol. Todo ello a cambio de silencio cómplice respecto del brutal ajuste con pérdida del poder adquisitivo del salario y uniformidad en el discurso a través de despidos en medios públicos y privados.

¿En qué se parece y en qué se diferencia del comienzo de los 90?

En principio, la situación del país es otra y la conciencia política también, pero la actitud de los grupos económicos es la misma.

A comienzo de los 90 veníamos de dos hiperinflaciones brutales, que significaron no sólo la pérdida de su trabajo para miles de personas, sino también una transferencia de recursos de los más pobres a los más ricos, con la consiguiente licuación del salario que se escurría de las manos al ritmo inflacionario. Ese terror a la inflación sirvió como elemento disciplinador para muchos argentinos, que con la esperanza de recuperar el trabajo aceptaban la precarización y el ajuste. El Presidente propalaba a través de los grandes medios: “Estamos mal pero vamos bien... al final del túnel está la luz esperándonos”. Lo que nos esperaba era mayor ajuste y recesión, pero los medios de comunicación, que cobraron con creces sus favores al gobierno (privatización de Canal 11 y Canal 13 para Vigil y Clarín), repetían el discurso convenciendo a los propios ajustados.

El neoliberalismo de fines del siglo XX, a diferencia de los procesos de ajuste anteriores que necesitaron de los golpes de Estado y de los militares como ejército de ocupación en su propio país, ahora utilizaban los golpes de mercado atacando a las débiles democracias golpeadas por una brutal deuda externa. La transformación del capitalismo productivo en uno parasitario basado en la renta financiera, cambió las reglas de juego del mundo, eliminando gradualmente el concepto de Estado soberano por el de una globalización basada en el poder de las corporaciones.

Las transformaciones tecnológicas logradas en esos años gracias a los petrodólares sobrantes de fines de los 70, van a ser funcionales al desarrollo del nuevo capital. La tecnología satelital, internet y los conglomerados multimedia, van a ser centrales en lo que Gramsci llamaba el consenso hegemónico: una minoría imponía su criterio a la mayoría, pero en beneficio de unos pocos, utilizando a los grandes medios para imponer uniformemente un punto de vista. El “tiempo nuevo” que imaginaban los grupos económicos convirtió a esta parte del mundo en la más desigual del planeta.

Lo que vino como respuesta después de la catástrofe, es conocido. El surgimiento de gobiernos populares democráticos que revirtieron el paradigma del posibilismo neoliberal cuyo límite ponían los organismos de crédito internacional, y que fue reemplazado por nuevos liderazgos basados en una comunicación directa con la gente, con un Estado presente y centrando la preocupación en la recuperación del empleo y la expansión de derechos. Claro que había transferencia de riquezas, pero en favor de las mayorías. Cuando se reestatizaron los fondos de jubilación, los trabajadores recuperaron su dignidad salarial en desmedro de la especulación financiera de las AFJP.

Después de una larga década de conquistas sociales, económicas y culturales, el retroceso por contraste es brutal.

Con un DNU se tira abajo la Constitución para nombrar dos jueces en la Corte y con el mismo mecanismo, se ningunea a una buena parte de la sociedad que luchó 26 años para tener una ley de medios democrática y volvemos a la concepción militar-neoliberal por metodología y contenido con la reforma a la ley de medios.

Los despidos masivos de la administración pública, los tarifazos y la transferencia de recursos requiere de medios de comunicación complacientes que cambian favores por silencio cómplice.

Pero no estamos en 1989, los 12 años no fueron en vano. El camino recorrido ha dejado enseñanzas y fortalezas. El silenciamiento de periodistas críticos como Víctor Hugo Morales o los conductores de Radio Nacional, no responde a rutinas de cambio de grilla o a problemas empresariales, claramente se trata de acallar a los que se oponen y lo dicen con argumentos.

Hemos avanzado mucho en estos años. Hemos cometido errores, como todo gobierno pero siempre lo hicimos con honestidad intelectual y superando los conflictos sin ceder a las presiones.

Tenemos por delante grandes desafíos, mantener las conquistas y recuperar el voto de la mayoría para volver a producir cambios en beneficio de todos. Con trabajo, escuchando con humildad y proponiendo a conciencia tenemos que reconstruir el campo nacional y popular. Claramente hay dos modelos, la censura y el ajuste están del mismo lado, la democracia, la libertad, la diversidad y la justicia social del otro.

Sabemos de qué lado hay que estar.

* Presidente de Forja.

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