EL PAíS › EL VOTO CALIFICADO DE BLUMBERG
Gente como Ustedes
El ingeniero Blumberg definió el sector social que representa: la Gente como Ustedes. Su tercera marcha mostró un poder de convocatoria aún amplio pero menor que las anteriores. Sus comentarios ofensivos sobre los organismos defensores de los derechos humanos delimitan su espacio de representación y revelan un agujero negro en su personalidad. Las relaciones castrenses de Blumberg y Susana Chaia de Garnil y el prontuario del hermano de ella en Defraudaciones y Estafas.
Por Horacio Verbitsky
En un reportaje concedido el día anterior a su tercera marcha, el ingeniero Juan Carlos Blumberg contó un diálogo con su hijo. “Yo una vez le decía a Axel que pienso que aquí debería haber un voto calificado. Que la gente debería votar según su grado de educación y ese voto vale dos o tres. Y él no estaba de acuerdo, discutíamos eso en forma terrible.” En 1999, Blumberg votó por Fernando de la Rúa, “alguien que resultó un timorato”. Su hijo le comentó: “Viste papá, lo que fue tu voto calificado. Viste que no sirve”. Hoy Blumberg cree que el chico “tenía razón”. Tal vez su hijo tampoco hubiera compartido las frases exasperadas que el empresario textil dedicó a los organismos defensores de los derechos humanos el jueves, ni la división tajante que trazó entre “los delincuentes”, cuyo derecho a la vida y a un juicio justo defienden aquellos organismos, y “la gente como ustedes”. De este modo, Blumberg fragmentó el universo al que se dirige y colocó un techo a sus propias aspiraciones, aun antes de definirlas.
Falsedades
Blumberg incurrió, además, en una falsedad: no es cierto que los organismos defensores de los derechos humanos se hayan desentendido de su tragedia. El 1º de abril de este año el director del programa de Violencia Institucional y Seguridad Ciudadana del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), Gustavo Palmieri, se reunió con Blumberg. Le entregó una carta de solidaridad, le explicó la lucha del CELS contra toda forma de impunidad y se puso a su disposición para conversar sobre los proyectos que el padre de la víctima deseaba elaborar. La misma actitud ha tenido con los familiares de otras víctimas de distintas formas de violencia, ya fuera estatal o de particulares que actúan al margen de la ley. Blumberg agradeció, explicó que estaba desbordado por los acontecimientos y dijo que unos días después se comunicaría, para concertar el encuentro. Nunca lo hizo. Pese a ello, el CELS le envió un análisis de los proyectos que Blumberg elaboró, de acuerdo con algunos y en forma crítica respecto de otros. Tampoco en ese caso recibió respuesta.
¿Por qué, entonces, la reacción intemperante de Blumberg, quien al referirse a los derechos humanos usó el tono exaltado y a los gritos que uno podría esperar para los asesinos de su hijo? Una posibilidad es que no supiera qué era la organización que se le acercó. El propio Blumberg confesó que hasta el secuestro de su hijo ni siquiera leía los diarios. Tampoco puede descartarse que el estado de emoción violenta en que se encontraba en aquellos días haya borrado de su memoria aquella reunión. Otra hipótesis, no contradictoria con las anteriores, es que la carta y los materiales que le entregó a Palmieri hayan ido a parar a manos de quienes por entonces lo asesoraban, como el ex ministro partidario de la pena de muerte Jorge Casanova, el ex gobernador del gatillo fácil Carlos Rückauf o el ex viceministro de Justicia de la dictadura militar, Roberto Durrieu (h), como fugaz escala intermedia hacia el cesto de los papeles. Si no hubiera vivido 59 años desinteresado por otra cosa que el pequeño mundo de su trabajo y su familia tal vez sabría que el CELS cuestionó al ex ministro Gustavo Beliz y a su secretario de seguridad Norberto Quantin por promover el juicio político de la fiscal federal de San Nicolás, Amalia Sívori, quien en enero de este año había ordenado a la policía que no actuara contra unos secuestradores ya que “la acción emprendida al respecto puede hacer peligrar la vida e integridad física de la víctima”, sensato criterio que tal vez hubiera salvado al hijo de Blumberg.
Coincidencias y disensos
De haberse interesado por el material que le acercó el CELS, hubiera advertido algunas coincidencias. El CELS lleva años cuestionando el alojamiento de presos en las comisarías de la provincia de Buenos Aires, donde se violan los derechos humanos tanto de carceleros como de reclusos y se detraen recursos policiales para la prevención del delito. También ha exigido la interrupción del nexo entre la corrupción policial y el financiamiento espurio de la política y apoya el establecimiento de un régimen penal de menores, que termine con la discrecionalidad. En la actualidad un juez puede enviar a un instituto de reclusión hasta su mayoría de edad a un chico de 12 años que lo único que hizo fue pedir una moneda después de abrir la puerta de un taxi en una estación de tren. Y el mismo juez puede dejar en libertad en 24 horas a otro chico de 15 años que mató a alguien en forma alevosa de un disparo en la nuca. El autor del proyecto más completo de responsabilidad penal de menores es un miembro de la Comisión Directiva del CELS, el asesor de Unicef Emilio García Méndez. Ese texto, adecuado a las convenciones internacionales que obligan a la Argentina, permitiría que el chico del primer ejemplo no perdiera su libertad y que el adolescente del segundo no pudiera volver a matar, en ambos casos luego de un juicio con abogado defensor.
Como los demás organismos defensores de los derechos humanos, el CELS reivindica la movilización popular, la interpelación a los poderes públicos y el control del desempeño de los funcionarios, ya sean policiales o políticos. De hecho, es lo que han hecho desde su creación, en épocas sombrías. De haber leído esos papeles, el ingeniero Blumberg también hubiera encontrado el disenso con la concepción mágica del derecho penal y el incremento incesante de la tasa de prisionización que, lejos de resolver los problemas los agravan, al sumar violencia a la violencia. El hacinamiento en los lugares de detención, el maltrato habitual a los detenidos, los asesinatos de presos (el gobernador bonaerense Felipe Es Felipe Solá ha superado todas las marcas conocidas en el país, con una víctima por semana en lo que va del año) repercuten extramuros. Cada persona victimizada en esas cárceles que se asemejan a los campos de concentración de la dictadura militar tiene padres, hermanos, hijos, cuñados, sobrinos, que se cargan de rencor y, una vez perdida toda esperanza, lo devuelven a la sociedad a través de su comportamiento. La sumatoria de penas y la posibilidad de mantener hasta medio siglo a una persona privada de su libertad, propiciadas por Blumberg, llenará las cárceles de autores de delitos menores y no servirá para contener los más graves. Es, por otra parte, la política que sigue la provincia de Buenos Aires desde hace cinco años, sin ningún efecto benéfico.
Dime con quién andas
El miércoles 26, Blumberg había tenido una mala experiencia en Lanús, donde asistió a una concentración en solidaridad con el empresario del cuero Gabriel Gaita, liberado luego de un secuestro. No era, a priori, una asistencia hostil. Por el contrario, Gaita había anunciado que concurriría a la marcha del día siguiente, cosa que cumplió. Luego de congraciarse con quienes lo escuchaban, a quienes les dijo que él había vivido y trabajado en la zona sur del Gran Buenos Aires, Blumberg practicó su discurso. Cuando promediaba con tono didáctico la enumeración de sus 39 reclamos (muchos de ellos ya satisfechos) el público se cansó y lo interrumpió, a golpes de palmas y reclamando “Gaby, Gaby”. Blumberg entendió, terminó allí mismo su alocución y cedió el micrófono a Gaita.
Tal vez por eso en el escenario montado en las escalinatas del Congreso, el ingeniero eligió mostrarse con sus vecinos de la zona Norte, los padres del joven secuestrado en La Horqueta de San Isidro, Nicolás Garnil. Blumberg y la madre de Nicolás, Susana Chaia de Garnil, ya habían ocupado la portada de la revista Gente como Uno, aquella que en 1979 incluía en sus ediciones tarjetas postales para explicarle a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que “los argentinos somos derechos y humanos” y que existe una “campaña antiargentina en el exterior”, y que ahora regaló a sus lectores velas para acompañar a Blumberg. Susana Chaia había interpelado al presidente con una carta en la que mencionaba en forma crítica el Museo de la Memoria. No es casual. Su padre, el mayor Jorge Chaia, fue compañero de algunas primeras espadas de la dictadura en la promoción 74 del Colegio Militar: Leopoldo Fortunato Galtieri, Luciano Benjamín Menéndez, Ramón Genaro Díaz Bessone, Santiago Omar Riveros, Albano Eduardo Harguindeguy, Otto Paladino, Jorge Carlos Olivera Róvere, Miguel Mallea Gil, Carlos Laidlaw. Varios de ellos fueron procesados y detenidos como responsables de crímenes contra la humanidad. El mayor Chaia pasó a retiro en 1963, luego de los enfrentamientos entre Azules y Colorados, y murió en 1983. Otro coronel, bastante más joven, acompaña a Blumberg: Adolfo Eugenio Goetz, retirado en diciembre de 1991. Su hijo Eric era compañero de colegio y de equipo de atletismo de Axel Blumberg. Egresado en la promoción 90 del Colegio Militar, Goetz fue compañero del coronel carapintada José Bilbao Richter, quien el 7 de febrero de 2002 publicó en la revista Tiempo Militar un artículo titulado “La dictadura es el único recurso para evitar el suicidio de la sociedad y la desintegración de la Nación”. No propuso informatizar la justicia y suprimir las listas sábana, sino “disponer la caducidad de la Corte Suprema de Justicia” y “el cese inmediato del Poder Legislativo”. Era otro momento. Por cierto, ni los Chaia son responsables de los actos de la dictadura ni Goetz de la propuesta de Bilbao Richter, pero no está de más ubicarse en el universo conceptual en el que se mueve la Gente como Ustedes.
El mismo sentido tiene consignar que entre los asistentes a la marcha se mostraron los dirigentes políticos Ricardo López Murphy, Maurizio Macri y Patricia Bullrich, algunos de los que sueñan ascender a posiciones de gobierno barrenando sobre la ola Blumberg. López Murphy y Bullrich tienen un enlace con Susana Chaia: la alianza electoral Recrear, que formaron en 2003, postuló como candidata a diputada a la vocera de la familia Garnil, Liliana Alicia Blasi. Es un misterio cómo le habrá caído la frase de Blumberg sobre los derechos humanos de los delincuentes al tío de Nicolás, Jorge Eduardo Chaia, titular del prontuario 234.361 de Defraudaciones y Estafas de la Policía Federal. En abril de 1996 el juez Omar Faciuto ordenó su captura por falsificación de documento público, en la causa 6732 del juzgado correccional Nº 1 de la Capital. Recién quedó sin efecto cinco años después, en febrero de 2001. ¿Creerá Blumberg que por ello Chaia es un delincuente cuyos derechos no merecen defensa? Puede estar seguro de que ningún organismo de derechos humanos suscribiría semejante criterio.
Cantidad y calidad
Mucho se discutió sobre la magnitud de la concentración, entre la conservadora cifra oficial del jefe de la Policía Federal (30.000) hasta la exaltada de Blumberg (125.000), pasando por la extraoficial de la policía (75.000). También en esto el tamaño importa, por lo cual el debate numérico no carece de sentido. Sin embargo, también en esto, más que el tamaño y la cantidad vale la calidad. La tercera marcha fue menor que la segunda, que a su vez fue menor que la primera. No es extraño, como saben los conocedores de las leyes políticas y de las de la termodinámica: lo mismo sucedió con las asambleas populares y con los piqueteros. Además, por grande que sea una movilización, los asistentes son siempre representantes de otros que no están. Blumberg había dicho que esperaba 500.000 y el medio que más se identifica con sus enfoques, el diario patronal Ambito Financiero, calculó que sólo había conseguido el 20 por ciento de esa meta casi peronista en su desmesura. Lo más notable, sin embargo, fue la segmentación social de la concurrencia, que Blumberg cristalizó con su perfecta frase sobre la Gente como Ustedes. Con la misma espontaneidad comparó en Mendoza a su hijo Axel (“que era sano y limpio”), con Sebastián Bordón (que “andaba en cosas raras y se drogaba”), y explicó ante corresponsales extranjeros que él no era judío pero que, como fabricante textil, tenía clientes judíos. Se entiende la pretensión del voto calificado: sólo si a cada uno lo contaran por tres podrían imponer sus criterios de un modo menos atroz que el acostumbrado en ese grupo social. Blumberg dice que la marcha fue un éxito, y sin embargo no puede ocultar que está enojado y lanza acusaciones a diestra y siniestra. A diestra, una cadena de e-mails con la que se expresan sus partidarios recrimina a Daniel Hadad y al escribano Raúl Juan Pedro Moneta la transmisión incompleta de la movilización en la Radio Diez y en el canal Telenueve porque estarían negociando con el Gobierno y “son de derecha sólo para sacarle provecho a Kirchner”. A siniestra, Blumberg se quejó por el corte de puentes, que los piqueteros habrían practicado para perjudicarlo. Dentro de su burbuja nadie se ha percatado que el día 26 de cada mes los compañeros de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán los recuerdan de esa manera.
La otra plaza
El mismo día otra plaza de la Capital estuvo ocupada por manifestantes. Si Blumberg eligió la del Congreso, varias organizaciones piqueteras decidieron acampar en la de Mayo, frente a la sede del Poder Ejecutivo. Eran menos: 17.000 para su más extraterrestre organizador, apenas un par de millares según una observación piadosa. Sin embargo, nadie puede dudar que la problemática de la desocupación y la insuficiencia de ingresos afecta a un sector social mucho más extenso que los actos delictivos, aun sumando víctimas, reales y en potencia. La probabilidad de perder el empleo o la casa o no poder pagar el médico o el boleto del colectivo para buscar un trabajo de morondanga que apenas alcance al nivel de la línea de pobreza, supera en forma abrumadora a la de ser secuestrado o asaltado. ¿Acaso las organizaciones de la paleoizquierda representan peor a su base potencial que Blumberg a la suya? Es posible, y Blumberg podría sacar provecho de la observación del proceso que fue desde el fervor de diciembre de 2001 hasta el patetismo de hoy. Pero así son las segmentaciones sociales y el que no lo entienda se pondrá la campana estadística de Gauss de sombrero.
En cualquier caso, la relación entre un problema y otro es evidente para cualquiera que no parta de un preconcepto: el índice Gini de desigualdad (la diferencia de ingresos entre los que han tenido más suerte y los últimos desharrapados) corre paralelo con el de criminalidad. Esto incluye dos tipos de delitos: los de incidencia directa de la pobreza, vinculados con la necesidad, y aquellos que son obra de bandas organizadas que, sólo en forma indirecta, también se relacionan con la penuria económica. Para contrarrestar los primeros es ilusoria cualquier respuesta que no sea revertir el cuadro de deterioro social. Enfrentar a los segundos requiere voluntad política, buena inteligencia y depuración de las fuerzas de seguridad, campos en los que el gobierno trabaja con insistencia y que, al día siguiente de la marcha de Blumberg, le permitieron un éxito mayor, como el desmantelamiento de la banda hepática de Cristian Muñoz. Subsisten todavía los problemas de coordinación con la provincia de Buenos Aires, cuyo gobernador mantuvo una lacrimógena reunión con Blumberg, a quien le imploró que no afectara su “carrera política” mientras acusaba al gobierno nacional por sus dificultades. La situación no es mejor dentro mismo del gobierno provincial. El ministro de Seguridad, Carlos Arslanian, puede terminar noqueando (y no en sentido metafórico) a su inseguro jefe, quien cada tres párrafos dice que habla como gobernador, a ver si así se convence. Felipe Es Felipe Solá se comunicó con el ministro del Interior, Aníbal Fernández, y le propuso un armisticio. “Me alegro que hayas decidido no pelearte más, porque yo nunca lo hice”, fue la respuesta. Al gobernador no le queda mucho margen. Desde que Seguridad depende de Interior, en esta materia Fernández es su jefe, como titular del Comité de Crisis que instituyó la ley de seguridad interior.
Roles
Ya sea que decida chapotear en el lodo electoral o no, Blumberg ha comenzado a actuar como un líder político. Lo mismo sucedió con otras personas que se iniciaron desde roles sociales diferentes, como el coronel carapintada Aldo Hulk, el torturador policial Luis Abelardo Picapiedras, el crack de fútbol Antonio Rattín, la actriz Irma Roy, la viuda de otro secuestrado Marta Oyhanarte, el sindicalista Saul Ubaldini, el cura Luis Farinello, los corredores de carreras Carlos Reutemann y Daniel Scioli, los fiscales Alberto Piotti y Aníbal Ibarra, el cómico Nito Artaza, los periodistas Rodolfo Terragno y Miguel Bonasso, los padres de víctimas de la dictadura Augusto Conte y Graciela Fernández Meijide, el cantor Ramón Bautista Ortega y el directivo de Repsol Hugo Martini (por cuya candidatura a diputado nacional en las listas de López Murphy y Bullrich renunció el candidato a concejal y coordinador de fiscales de Recrear en Bahía Blanca, Francisco Casas Remorino, quien lo calificó como “el encargado de coimear uno por uno a diputados, senadores, gobernadores, intendentes y ministros” y “el segundo principal pagador privado de coimas a políticos de
los noventa”). Ninguno de ellos perdió su identidad, pero debió aprender las reglas de un juego distinto, con resultados dispares. La víctima de un delito puede enojarse con un interlocutor y negarse con gesto brusco a discutir un punto de desacuerdo. Un dirigente político está obligado a persuadir con argumentos. Blumberg tiene en ese oficio un largo camino por recorrer. La primera lección indica que la simpatía por su dolor no es una pila inagotable de fichas que pueda dilapidar en el casino de la política. El diálogo con su hijo que abre esta nota muestra que alguna capacidad de aprendizaje tiene.