EL PAíS › GINES GONZALEZ GARCIA, MINISTRO DE SALUD Y MEDIO AMBIENTE

“Me ofrecieron millones para frenar los genéricos”

Habla de educación sexual, de un intento de coima de varios millones de dólares, de su convicción sobre el aborto y del caso Calamaro. El cigarrillo “causa un Cromañón cada dos días”, en un país que a la vez ama “pasionalmente” los remedios.

 Por Diego Schurman

El halo de la luz dicroica rebota en el escritorio. Y el rostro de Ginés González García queda iluminado desde abajo. En teatro suelen utilizar ese efecto para darle un aura siniestra al personaje. Pero el ministro de Salud y Ambiente no tarda un segundo en demostrar que ese no es su caso.
–Perdón, pero no me puedo mover de acá, tengo que estar como una estatua –confiesa en la presentación, aleteando las manos y con una carcajada hipercontagiosa. Una tendinitis lo tiene adherido a la silla de su despacho, en el tercer piso del viejo edificio de 9 de Julio y Moreno. Ni siquiera amaga mover su enorme humanidad para apagar la radio. El fondo de música clásica inevitablemente termina acompañando todo el reportaje.
–¿Insiste con su polémico proyecto de educación sexual en la escuela primaria?
–Sí. Y no es sólo polémico para la Iglesia, sino también para el sector educativo. Sin perjuicio de la posición de la Iglesia, yo defiendo la teoría del mal menor. Es claro que estoy en contra de la mortalidad materna y la mortalidad infantil. Por razones sanitarias y éticas.
–¿La Iglesia le dijo algo cuando salió a repartir preservativos?
–(El arzobispo de La Plata, Héctor) Aguer me dijo que era “patético”.
–Eso por los medios. ¿Pero alguien lo llamó?
–No me siento todos los días a cenar con los muchachos. No me llaman. No quiero confrontar. Quiero concertar y sumar. Pero esto no es negociable. Tengo una ley que me respalda. Y mi compromiso se renueva cada vez que voy a las salas de atención primaria. Ahí siempre la pifio: pienso que se trata de una hermana mayor y resulta que es la mamá.
–Pero sabe que no alcanza con el reparto de profilácticos
–El tema de los profilácticos está más referido al sida. Pero en la estrategia de salud reproductiva hay muchos más anticonceptivos e información. Y es verdad que no es sólo lo que pueda hacer el Ministerio de Salud. También lo que haga el de Educación, sobre todo en el final de la escuela primaria, donde se produce en muchos casos el inicio de las relaciones sexuales. A más información menos abortos. Yo lo he propuesto.
–¿Y el ministro de Educación qué dice?
–...(pone cara de no poder contestar, y no contesta).
–Otro tema polémico ¿Hay que despenalizar el aborto?
–Sí, yo pienso que hay que despenalizar el aborto.
–Va a generar discusión
–Me parece bien. Yo trato de no hacerlo porque ya tengo demasiado combate, pero cuando me preguntan digo lo que pienso.
–Aunque se irrite la Iglesia.
–Con esto se irrita todo el mundo, pero qué quiere que haga. No soy mentiroso. Además yo creo que la despenalización del aborto tiene que ver con cuestiones sanitarias. Si el aborto se hubiera despenalizado, muchas de esas mamás que no concurren al médico, o que llegan al borde de la vida, se salvarían. Creo que el programa de salud reproductiva previene muchos abortos a través de la prevención de embarazos no deseados.
–¿Hay que legalizar la tenencia de marihuana?
–Para uso medicinal no debe ser prohibida. De hecho hace años que se utiliza la morfina y nadie dice nada. Pero no creo que haya que legalizarla, porque tiene efectos adversos peores que los del cigarrillo.
–¿Es de los que creen que Andrés Calamaro debe ser enjuiciado por decir en un escenario “qué linda noche para fumar un porrito”?
–Eso es incitación. Los tipos que están arriba de un escenario son modelos para los pibes. Y Calamaro tiene unos cuantos años en esto.

Otros cromañones

Mozart en el parlante, Evita en la pared, Fangio en el anecdotario. Ginés despliega toda su verborragia. Se tropieza con sus propias palabras. Pero siempre logra concentrar la atención. Sobre todo cuando rompe el discurso medio, y no sólo para confrontar con la Iglesia sino también el poder económico que representan los laboratorios y las tabacaleras. O para forzar un cambio cultural. “Yo sé que me voy a meter en líos, pero digo lo que pienso.”
–¿Por qué no prosperó la ley del donante presunto?
–Seguimos luchando con fuerza. Igual estamos generando un cambio de pensamiento. Cuando empezamos teníamos un 20 por ciento de la opinión pública a favor, y hoy tenemos un 80 por ciento. Estimulando la conciencia colectiva, logramos duplicar los trasplantes.
–¿Cuántas muertes se evitarían de aprobarse la ley?
–Hay seis mil personas esperando trasplantes. Ahora estamos cubriendo el 15 por ciento. Con la ley, en tres o cuatro años reduciríamos la lista de espera. Yo creo que la mortalidad por año en lista de espera debe ser de un 10 o 15 por ciento, o sea, se mueren entre 500 y 750 personas por año esperando.
–¿Usted dijo que con el sida tenemos un Cromañón cada 40 días?
–Sí. Y con el tabaco cada dos días. Por eso hay que cuidar la entrada, no sólo la de los boliches. El sida y el tabaco son grandes tragedias cotidianas, y también hay que controlar su entrada. Y yo creo que ahí está más la confrontación con la Iglesia.
–¿Y está de acuerdo con una medida radical como la que se tomó en Italia para que no se fume en lugares públicos?
–Lo de radical va por cuenta suya... yo creo que ha sido una medida peronista (se ríe). Y en Cuba también. Ahora que Fidel no puede fumar más habanos los prohíbe para todos (se ríe a carcajadas). En serio, me parece muy importante. Después del turismo, creo que la industria del tabaco es la segunda fuente de ingreso. El mensaje es: adentro cuido a los míos, sin que eso sea afectar la economía, porque venden para afuera.
–Si el cigarrillo hace tan mal, ¿nunca pensó en prohibir su venta?
–Usted se parece a Eldrige Cleaver, de los Black Panther. Un morochón, pesado, que tenía un libro de poesía que a mí me encantaba, que se llamaba Alma encadenada. Ahí decía: “¿Qué puedo esperar de esta sociedad que me tiene preso por fumar marihuana y le cobra impuesto al cigarrillo?”
–Entonces le cambio la pregunta: ¿no se avanza más sobre el tema únicamente por razones económicas?
–Se socializó el hábito. Años atrás, fumar era un “deber ser”. Marilyn decía que las tres cosas más importantes de la vida era el whisky de antes y el cigarrillo de después (se ríe, pícaro). Estaba legitimado. Después un grupo de médicos evidenció la asociación causal entre cáncer de pulmón y cigarrillo. El impacto económico de esas muertes era mayor que lo que ganaba el Estado como socio impositivo de las tabacaleras. Pero aunque la cuenta fuera negativa, hay que avanzar sobre el tema porque se gana en productividad laboral, capacidad de vida, rendimiento de capital humano. Nunca la cuenta es a pérdida.
–Conclusión: hay que cerrar las industrias tabacaleras.
–No sería mala idea.

Shopping de laboratorios

Su secretaria interrumpe con un mensaje. Y se va. Ginés, de a ratos con un extraño parecido al actor Rodolfo Ranni, mira la hora y deja al descubierto las tres “G” bordadas en su camisa rayada. Amaga reanudar la charla pero le suena el celular. “Por favor, llamame en diez minutos, en diez minutos estoy libre”, le dice a su interlocutor. Acaba de fijar cuánto tiempo le queda al reportaje. Hay que apurarse.
–¿Usted es cirujano?
–Me recibí en Córdoba. Y ahí el título se llama médico cirujano, cosa que les da bronca a los de Buenos Aires que se llaman médico y nada más.
–¿Pero no transitó la sala de operaciones?
–Fui practicante de técnica quirúrgica, hice alguna operación de apéndice en la guardia, pero no soy cirujano.
–No le puedo decir “carnicero”, como les dicen a los cirujanos.
–Noooooooo, para nada. Yo soy mucho más refinado (se ríe)... para matar... (se ríe a carcajadas). Ahora en serio, nunca me gustó la cirugía. Pero en el mundo de la medicina hay una idea de que los cirujanos son los que hacen pero no piensan y los clínicos son los que piensan pero hacen poco. Uno debería estar en una cosa intermedia.
–¿Y usted dónde está?
–Está la fama de que los cirujanos son tipos arrogantes, hegemónicos. Polémicos. Pero no es mi caso (se ríe).
–¿Se puede aspirar a una mejor salud cuando medio país es pobre?
–Se debe. Para combatir la pobreza no hay ningún sector como la salud. La salud es el único activo que tiene un pobre, hablando en términos económicos. Pero hay un deber ético de una sociedad que no tiene que dejar morir a nadie. La mejora de la salud tiene un efecto inmediato. Pero el drama de la Argentina tiene que ver con la falta de equidad.
–Diferencia pobreza de inequidad.
–Sí. De la pobreza estamos saliendo. Pero podemos llegar al drama de ser un país rico pero con muchos pobres. Salir de eso es complejo aunque en materia de salud es mucho más rápido, más oportuno y más eficaz.
–¿La implementación de los genéricos es una manera de igualar?
–Claro. Le bajó el precio a los medicamentos de una manera atroz. O sea, se les puso dinero en el bolsillo a todos los sectores sociales, pero sobre todo a los más bajos. Además, no sólo implementé la prescripción de genéricos sino además la provisión gratuita de genéricos en aquellos lugares en donde había gente que no podía acceder a los medicamentos.
–Al respecto, la Argentina es un gran consumidor de medicamentos.
–¡¡¡Total!!! Los argentinos tenemos una relación pa-sio-nal con los medicamentos. Muchas veces entro a la oficina y simulo un dolor. Inmediatamente, y eso que los que están ahí saben quién soy, me aconsejan. Uno me dice lo que debería hacer. Otro me prescribe un producto. Y un tercero inexorablemente me convida un medicamento. La voz griega farmacom tiene doble acepción: medicamento y veneno.
–¿Tiene una teoría de por qué la gente consume tantos medicamentos?
–Sí. Somos latinos y dentro de los latinos los más desobedientes. Transgredimos las reglas. Hay razones culturales. Acá 9 de cada 10 consultas terminan en una receta. Toda la simbología de la cura está en el medicamento, entonces si uno se apropia del medicamento en términos culturales uno es el dueño del poder de curar. El poder médico emana de ese poder. Entonces, si el instrumento central es el medicamento el que se apropia del medicamento tiene el poder de curación. También está que en este país se venden muchos medicamentos sin receta. Y que muchos médicos cambian medicamentos por médico.
–¿Qué quiere decir con esto?
–Cuando uno está en la consulta prácticamente la cierra y la termina cuando se prescribe un medicamento. Y hay muchos pacientes que creen que el mejor médico es el que prescribe muchos medicamentos.
–Me imagino que en algunos casos esto tiene que ver con la relación de los médicos con la industria. Usted mismo alguna vez dijo sobre una asociación médica que parecía un shopping de laboratorios.
–Sí, eso pasó con una asociación. Es que la relación de la industria con los médicos es inmoral. Cuando uno va a un congreso siempre está auspiciado por un laboratorio. Como decía Jauretche, no podés ir a un almacén y leer el manual de compras escrito por el almacenero. En algunos casos la relación es aún más inmoral, ya que están empezando a estar asociados a las ganancias, como sucede con algunos oncólogos.
–¿Le ofrecieron plata para frenar la política de genéricos?
–Sí. Fue una cosa muy extraña que yo denuncié. Un día que venía una cámara de medicamentos acá, en pleno combate, apareció un señor. Yo creí que venía con esa cámara, después la cámara lo negó. El tipo no me encaró a mí sino a un colaborador mío que se llama Marcelo Duhalde. Marcelo entró con los ojos así (abre bien los ojos y levanta las cejas) para decirme que le ofrecieron 15 millones de dólares simplemente para que frenen un poco, no para que cambie la política. Preparamos todo, con unas cámaras ocultas, para hacer volver al tipo.
–¿Y?
–Y, obviamente, no volvió.

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