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La foto carnet
Por Eduardo Aliverti
La mezcolanza de referentes que se juntaron, con el objeto de provocar un hecho mediático frente al proyecto de modificar el Consejo de la Magistratura, le vino a Kirchner como anillo al dedo. En dos sentidos: la oposición le dejó el terreno libre a lo que más le gusta al Presidente, que es encontrar figuras o corporaciones a las que usar de sparring verbal; y en función de ese gusto, anuló el debate acerca de si los cambios en el organismo que propone y controla jueces significa un avance de eficiencia o una involución sectaria y sospechosa.
Primero: hablar de conspiraciones y sugerir que esa foto es el retrato de una derecha lastimada a la búsqueda de un golpe de efecto es chicana de baja estofa, apenas comprable por los idiotas útiles que le hacen el juego a la estrategia del Ejecutivo. Comparar a Claudio Lozano con Patricia Bullrich, o a Hermes Binner con Mauricio Macri, no resiste el menor análisis. En todo caso se les puede cuestionar el error político de haberse mostrado en conjunto. De manera que si Kirchner hubiese hablado de extrañeza, por ejemplo, su arremetida habría sido entendible y hasta más inteligente. Pero meter a todos en la misma bolsa no aguanta un segundo. Qué podría decirse entonces de los acuerdos presidenciales con buena parte de lo peor del aparato peronista bonaerense, y con algunos caudillos de provincia que abrevan en lo más repudiable del clientelismo político. Y si de chicanas se trata, ¿con cuál autoridad moral habla Kirchner tras haber comprado a Borocotó?
Cierto y apreciable, sí, es la condición de la foto como reflejo de filas opositoras que se toman de lo que venga. Pero no por lo que viene desde el episodio con el Consejo de la Magistratura, que es bien susceptible de crítica dura en tanto apropiación representativa de la clase política, sino como símbolo de algo mucho más estructural: una oposición que al momento de presentar alternativas al oficialismo es un turco en la neblina. Esa fue, a lo largo de todo el año, la “identidad” de quienes están afuera de las huestes kirchneristas. Ser los relatores de lo bueno y de lo malo que hace el Gobierno. Y punto. Por lo menos entre quienes son las caras opositoras más conocidas, no es probable encontrar –ni por verba ni por acciones concretas– un modelo siquiera diferente al que ofrece el poder actuante. Circunstancias internacionales excepcionalmente favorables, gracias al precio de las materias primas y a un mundo emergente necesitado de alimentos que a la Argentina le sobran. Dólar alto para que el fisco lo aproveche y ahorre, con pobrísimo rebote en el reparto de la riqueza. Renegociación de la deuda con algún grado de osadía, aunque sin perder de vista que la orgía financiera internacional ya sabía que una parte de la factura no la cobraría jamás. Y en el mapa social, clase media con esperanzas recreadas gracias a la reactivación del consumo; y sectores populares que, por más números ridículos que quieran extraerse de la interpretación de los ingresos, siguen mostrando cifras de pobreza e indigencia que nuclean a alrededor de la mitad de la población (sin que eso alcance para la construcción de una herramienta política que la represente). Esa es la foto panorámica, no la de carné. Y en sus márgenes pueden agregarse numerosas consideraciones. Pero el centro de la panorámica, como casi toda la vida, lo da lo otro. La caracterización de lo que se define como “lo económico”. El cómo estamos, dónde parece que vamos y cuáles opciones hay.
Es allí que el oficialismo está fuerte, sea por las acciones que tomó, por la suerte de la etapa mundial que le tocó, por la producción simbólica de expectativas, porque al cabo de tocarse fondo no cabía esperar otra cosa que darle la bienvenida a asomar la nariz sobre el agua; y/o, justamente, por la carencia de una oposición confiable en capacidad de generar alternativas. Las críticas atendibles, sobre todo a la distribución del crecimiento o recuperación de la economía, no provienen de la dirigencia partidaria. Arriban desde algunos organismos sociales, un pequeño sectordel periodismo, unos pocos intelectuales, economistas sueltos. La oposición política no figura. Y en consecuencia no le queda mucho más que prenderse a una fotito 4 x 4, ayudada por uno de los proyectos más controversiales del Ejecutivo. Hoy es el Consejo de la Magistratura. En el verano tal vez sean serios problemas energéticos. O en cualquier momento otra cosa que no pinta, en ningún caso, para convertirse en una crítica hecha desde la concepción global de un programa distinto.
El Gobierno, en lugar de atacar desde ahí, prefirió hacerlo forzando una iracundia paranoica en la que, cabe suponer, no cree con seriedad. Porque si realmente imagina que ese rejuntado expresa algún interés único y conspirativo, estaríamos ante sujetos que ven fantasmas y eso en política es peligroso. No parece que sea el caso. Sí que se trata de un gobierno con muy buenos actores, de drama y de comedia.