Viernes, 24 de febrero de 2006 | Hoy
Trabajadores que sobrevivieron a los secuestros demandaron a la matriz norteamericana y a la filial argentina de la empresa por haber entregado a los miembros del cuerpo de delegados.
Por A. M. y A. D.
Pedro Troiani llevaba seis años como delegado en la comisión interna de la planta de Pacheco de la Ford cuando se inició el último golpe de Estado. Ese mismo día, una patota del Ejército se llevó a tres de sus compañeros de la fábrica. Detrás de los tres primeros, Troiani vio cómo se llevaban a otros, hasta que el 13 de abril se lo llevaron a él. Eran tiempos prósperos para las automotrices, incluso para Ford: “La empresa usó todo esto para eliminar el gremialismo en la fábrica”, dice Troiani ahora, en nombre del grupo de sobrevivientes que acaba de pedir a la Justicia la detención de cuatro ex directivos y un militar. La presentación judicial se extendió a la Justicia civil. Por primera vez, los sobrevivientes presentaron una demanda contra la casa matriz estadounidense de la Ford Motor Company y su filial en la Argentina por el secuestro de la comisión interna en 1976. Un abogado también reclama la inclusión de la planta de Pacheco en la lista de campos clandestinos de detención.
La causa penal por los secuestros en la Ford se inició hace tres años, en el Juzgado Federal 3, ahora a cargo de Daniel Rafecas. Durante estos años el expediente acumuló documentos públicos y desclasificados y testimonios capaces de acreditar la hipótesis bajo la cual los ex empleados de la fábrica de Pacheco exigen la detención e indagatorias a los responsables de las áreas claves de la planta. “Después de evaluar todo el material, nosotros llegamos a la conclusión de que la empresa quería sacarse de encima a los delegados que molestaban”, explica en este caso Tomás Ojea Urquiza, abogado de la querella.
Al momento del golpe, la Ford era una de las automotrices con mayor producción. “Había mucho trabajo y mucha producción dentro de la fábrica y nosotros –aclara Troiani– nos plantábamos a pelear por el aumento del ingreso de los trabajadores y peleábamos, por ejemplo, para controlar el tema del plomo que quedaba en la sangre. Hacíamos paros, huelgas.” En la Ford había 200 delegados, sobre una planta de 5000 trabajadores, 25 de ellos fueron detenidos y permanecieron técnicamente como desaparecidos durante días, semanas o meses, hasta que se produjo el traslado a disposición del Poder Ejecutivo nacional a una unidad del Servicio Penitenciario Federal.
Distinto a lo que sucedió en Mercedes Benz, los 25 delegados de la Ford secuestrados no eran opositores, sino que formaban parte de la Lista Verde, la línea oficialista del Smata. De acuerdo con al menos un testimonio, sus nombres pertenecían a una lista elaborada por la empresa que “quería sacarse de encima a los que molestaban”, agrega Ojea Urquiza. Aunque todos fueron secuestrados y desaparecidos, ninguno murió. Una singularidad sobre la que Troiani construyó su propia teoría: “Antes de detenerme a mí, me pasearon por la planta, o sea que lo hicieron bien a la vista para que la gente lo vea: Ford usó esto para eliminar el gremialismo dentro de la fábrica”.
Aquel 13 de abril de 1976, Troiani entró a la fábrica como todos los días. Fichó con su tarjeta y avanzó hasta el sector de Reparación Final, donde cumplía su trabajo. El capataz lo recibió con una recomendación extraña: “Troiani, no te muevas de tu lugar –le dijo– porque te están vigilando”. Ahora, a sus 64 años de edad, aún recuerda que eso le bastó para entender que esa vez se lo llevaban a él. “A las 9 de la mañana entró una camioneta de la Ford –dice–, una F-100 color azul llena de militares que venían manejando y caminando venían otros diez.” Llegaron al centro de la sección, preguntaron por el capataz y enseguida dieron su nombre.
“Aunque parezca mentira –insiste ahora–, la fábrica era un cuartel.” En las inmediaciones, alrededor de los puestos de trabajo, la empresa mantenía un campo de deportes con un quincho para sus empleados. Era uno de los lugares escogidos como ámbito de reclusión y –según el expediente– de torturas. “Cuando me dejaron ahí, había un compañero al que lo habían molido a golpes y cuando nosotros movimos el cuerpo para tratar de mostrar que el muchacho estaba mal, nos llenaron de patadas.”
De acuerdo con los datos acumulados en la causa, con la mitad de los obreros los detuvieron fuera de la fábrica. Con el resto sucedió lo mismo que con Troiani: tras levantarlos de la fábrica, los alojaron en un espacio interno aparentemente preparado como ámbito de reclusión y tortura antes de trasladarlos a la comisaría de Tigre en calidad de “desaparecidos” (ver aparte).
Por estas razones la querella considera que la empresa se “sumó como un engranaje más al aparato de terrorismo de Estado”, dice Ojea Urquiza. En ese contexto y de acuerdo con los testimonios recogidos, pidió la detención e indagatorias para cuatro hombres claves: el ex presidente de Ford Argentina, el chileno Nicolás Enrique Courard; el ex gerente del grupo, el austríaco Pedro Müller; el responsable de relaciones industriales Guillermo Galírraga y del ex jefe de seguridad, ex militar Héctor Francisco Sibilla. Además exige la indagatoria y detención del ex militar Antonio Francisco Molinari.
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