Sábado, 25 de marzo de 2006 | Hoy
EL PAíS › KIRCHNER DIJO QUE LA JUSTICIA TENDRIA QUE DECLARAR NULOS LOS INDULTOS
Ante los oficiales y cadetes de las tres Fuerzas Armadas, Néstor Kirchner apuntó contra “los dueños del modelo económico” de la dictadura que siguen impunes. En el patio de honor del Colegio Militar, les rindió homenaje a las Madres y Abuelas y se abrazó con Hebe de Bonafini.
Por Martín Piqué
El párrafo terminó con la intriga. “Aquel golpe no se redujo a un fenómeno impulsado por las Fuerzas Armadas. Sectores de la sociedad, de la prensa, de la Iglesia, ciertos sectores de la ciudadanía lo apoyaron. Había algunos que hasta decían que Videla era un general democrático.” Cuando Néstor Kirchner leyó esa frase, en el patio de honor del Colegio Militar el suspenso dejó lugar a cierto asombro. Antes de entrar a la base del Palomar, una parte del público se había preguntado con qué podía sorprender Kirchner. Era difícil que pudiera encontrar algún gesto impactante que compitiera con el retiro de los cuadros de Jorge Rafael Videla y Reynaldo Benito Bignone. Pero el Presidente se las ingenió para sorprender. Y lo hizo con un discurso que apuntó a la complicidad empresarial en el golpe. “Es lamentable que los verdaderos dueños de ese modelo no hayan sufrido castigo alguno”, agregó. El público, donde predominaba el peronismo, festejó, entendiendo lo dicho y lo no dicho. Aunque la acusación a los sectores civiles, y en especial al poder económico, tuvo su máxima expresión en una persona, la única a la que Kirchner mencionó con nombre y apellido: “Ese modelo tuvo un cerebro. Se llama José Alfredo Martínez de Hoz”, dijo. Después el Presidente provocó nuevos aplausos al decir que “espero, como reclama permanentemente la sociedad, que prontamente la Justicia determine la inconstitucionalidad de los indultos”.
El público estaba sentado en un enorme semicírculo que confluía sobre el sitio reservado para las máximas autoridades. Todo alfombrado de rojo, con una bandera argentina colgando en forma vertical como único decorado, el lugar de privilegio consistía en varias filas de sillas con una ubicada en el medio: la que ocuparía el Presidente. Kirchner se sentó ahí, flanqueado por el vice Daniel Scioli a su derecha y Cristina, a su izquierda. La ministra de Defensa, Nilda Garré, y su antecesor José Pampuro completaban la primera línea. Un poco más atrás y a la derecha, estaban los gobernadores y el jefe de Gobierno porteño, Jorge Telerman. Del otro lado, el gabinete completo.
El acto comenzó con el Himno Nacional. Mientras sonaba el estribillo, en el in crescendo de “o juremos con gloria morir”, algunos miraron para arriba: en el aire se agitaban brazos con los dedos en V, el famoso gesto de la Tendencia peronista. Quienes desviaron la mirada hacia allí no pudieron evitar seguir la panorámica hasta el techo muy alto con vitrales repartidos entre cuadrados de cielo raso blanco. Los vidrios estaban decorados con figuras militares y exaltaban supuestos valores militares: “orden”, “tenacidad”, “gloria”. También recordaban a héroes de la historia argentina, como el “general Martín Güemes” y el “general Lamadrid”. El contraste entre los brazos haciendo la V de la victoria y las efemérides castrenses encerraban una paradoja, quizá representativa del presente.
Tras cantar el Himno, el locutor anunció el descubrimiento de una placa. El contenido lo decía todo: “Nunca más golpe y terrorismo de Estado. Por siempre respeto a la Constitución Nacional. Verdad y Justicia”. De blanco, al igual que los jefes navales que llevaban su uniforme de gala y se veían mezclados en una mayoría de ropa verde, Garré se paró y quitó el paño que tapaba el mármol. Hubo aplausos. Luego sonó el toque de silencio. En primera fila estaba Hebe de Bonafini (ver recuadro), con su pañuelo blanco, sentada al lado de los secretarios de Derechos Humanos de la Nación y la provincia de Buenos Aires, Eduardo Luis Duhalde y Edgardo Binstock. Los funcionarios tenían algo en común con Hebe: perdieron gente muy cercana en la dictadura.
Para organizar su discurso, Kirchner eligió primero criticar a los militares para profundizar luego sobre la responsabilidad de los civiles. “Desde el 24 de marzo de 1976 hasta el 10 de diciembre de 1983 se irradió en nuestra patria un gobierno de facto que se atribuyó la suma del poder político y aplicó un terrorismo de Estado que se basó en la práctica sistemática del secuestro y la tortura”, describió. Luego citó la causa contra Videla, en la que la Justicia demostró la existencia de un plan sistemático de exterminio. “En este propio Colegio Militar fueron secuestrados cadetes que luchaban por la vida”, agregó. Era una mención a los jóvenes que fueron secuestrados de los propios regimientos militares. Un ejemplo fue el Luis “Huevo” García, un joven militante de la Federación Juvenil Comunista que fue detenido mientras hacía la conscripción.
Las palabras de Kirchner no parecían generar entusiasmo entre el personal militar. “Yo los miraba y ninguno aplaudía. Y los que peinan canas parecían muy nerviosos”, comentó luego el diputado oficialista Edgardo Depetri. Un periodista, especialista en temas castrenses, se ocupó en aclarar: “Ojo, no pueden aplaudir por cuestiones de protocolo. Ni siquiera cuando un jefe les anuncia un aumento”.
Tras la crítica a las Fuerzas Armadas, el Presidente se metió de lleno en lo que sería el eje de su discurso: la acusación a los grupos civiles que apoyaron la dictadura. “Hubo poderosos intereses económicos que pidieron el golpe. Muchas instituciones fueron cómplices. Y habían algunos que hasta decían que el general Videla era un general democrático”, cargó. La última frase no pasó inadvertida. Es uno de los cuestionamientos históricos al Partido Comunista argentino, que en el ’76 creyó ver diferencias entre Augusto Pinochet y Videla. Lo diferenciaban de una supuesta línea dura encabezada por el entonces jefe del Tercer Cuerpo de Ejército, Luciano Benjamín Menéndez.
El discurso se extendió por las causas estratégicas del golpe. “No se trataban de excesos ni de actos individuales. Fue un plan criminal ejecutado desde el Estado bajo la Doctrina de la Seguridad Nacional. Fue la sociedad la principal destinataria del mensaje de terror. Se buscaba una sociedad fraccionada, inmóvil, obediente. Sólo así pudieron imponer otro modelo económico, con un disciplinamiento social que pudiera establecer un orden que la democracia no les garantizaba”, dijo Kirchner. “Es lamentable que los verdaderos dueños de ese modelo no han sufrido castigo alguno”, agregó. Era otra mención a Martínez de Hoz y, con él, a los grupos económicos que respaldaron el orden militar.
El discurso duró 29 minutos. El público aplaudió varias veces y sólo se animó a un cantito cuando Kirchner homenajeó a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. “En el momento más terrible de la noche de la dictadura, fueron hombres y mujeres, pero sobre todo mujeres, las que se organizaron para enfrentar la barbarie. Fueron las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo”, dijo. Hebe aplaudía, emocionada. Un poco más lejos, Ana Pérez de Aguirre, también Madre de Plaza de Mayo, miraba todo con sus ojos azules. Vecina de Luján, ella perdió a su hijo Raúl Esteban el 7 de julio de 1976. Esa noche lo secuestró un grupo de tareas al mando de un teniente del regimiento 6 de Mercedes. “Militaba en la Juventud Peronista. Había estudiado dos años en el comercial de Luján y estaba trabajando de jornalero. En Luján fueron 21 los desaparecidos”, contó a Página/12.
En los asientos que habían colocado en el patio de honor, se codeaban diputados, intendentes y dirigentes de organizaciones sociales. Todos alineados en el kirchnerismo. Una de las excepciones fue Martín Sabbatella, jefe comunal de Morón. Todos aplaudieron cuando Kirchner dijo que esperaba que la Corte dictara la inconstitucionalidad de los indultos. “Espero, como reclama permanentemente la sociedad, que prontamente la Justicia determine la validad constitucional o, como pienso yo, la inconstitucionalidad de los indultos”, dijo. “Que la Justicia proceda, y a fondo”, agregó, con uno de sus latiguillos habituales. Entre las invocaciones a la Justicia, Kirchner se hizo un tiempo para enviar un mensaje a la oposición. Para parte del público, se trató de una crítica —indirecta– a ciertos partidos de izquierda. “Esta es una fecha que debe ser consolidada y no debe adueñarse nadie de ella por intereses políticos de corto plazo.” En el patio aplaudieron peronistas de todos los colores, desde viejos colaboradores de Menem hasta flamantes funcionarios que ingresaron al gobierno tras años de ostracismo en los ’90.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.