Domingo, 27 de mayo de 2007 | Hoy
EL PAíS › OPINION
Por Mario Wainfeld
A una semana vista, pendiente aún la posibilidad de que algún tardío misil de sus dos contendientes más cercanos le apunte, Mauricio Macri podría ir agradeciéndoles que le hayan dejado hacer la campaña que eligió desde el vamos. Sustentado en un piso electoral mayor al treinta por ciento, limitado por un techo apenas inferior a la mitad del padrón, el comando de PRO eligió la táctica que marca la doctrina clásica. Limó las aristas más chocantes del candidato para atraer votantes indecisos. Embolsada toda la derecha local, el candidato (muy disciplinado y estudioso de sus guiones) incorporó a su discurso tópicos políticamente correctos y aun progresistas. Edulcoró su fórmula con una mujer dotada de mejor parla política que él. En plan de maquillarse fue dejando de lado su connotado apellido en pos de ser identificado, simplemente, como “Mauricio” (y “Gabriela”, por añadidura).
Es siempre suicida augurar resultados, amén de poco serio. Lo que sí puede irse diciendo es que nadie interfirió, en serio, contra la estrategia diseñada por Jaime Durán Barba. No pelearse con Néstor Kirchner, la primera consigna. No pelearse con nadie, la más general.
Las encuestas son una referencia ineludible y a la vez dudosa. El error metodológico, el retoque a favor del sponsor, las fallas humanas, los virajes ciudadanos de último momento acechan a los sondeos y obligan a tomarlos con cautela. Con esas prevenciones y asumiendo para colmo el riesgo de promediarlas, el cronista pasa a traducirlas. La mayoría le asigna a Macri un piso del 35 por ciento (bien leído, más del 40 por ciento proyectado). Daniel Filmus y Jorge Telerman pujan por algo más del cincuenta por ciento de los votos remanentes, en paridad que mete pavor a los consultores. Casi todos perciben un amesetamiento del jefe de Gobierno o un ligero drenaje de sus votos, usualmente en pos de Macri. Todos vaticinan que la izquierda local no tendrá más del diez por ciento para repartir entre todas sus expresiones. Se augura un mal desempeño, cuyos motivos deberían buscar, en buena medida, mirándose al espejo. Sería injusto no añadir que el afrentoso dispendio de dinero que hacen las tres fórmulas dominantes agrava las distancias. El financiamiento espurio de la política se torna cada vez más flagrante e integra las deudas institucionales del sistema político.
El imaginario dominante de los que miden la opinión pública es que el presidente de Boca ganará la primera vuelta por una diferencia superior al 10 por ciento y con más votos que los que obtuvo en esa instancia, en 2003, contra Aníbal Ibarra.
Los comandos del jefe de Gobierno y del ministro de Educación creen que su pollo será el segundo, que la definición es otro partido (parecen suponer que es un partido que empieza cero a cero) y que pueden ganarlo. El gran rechazo al empresario-diputado es su recurso más sólido. El tiempo dirá pero da la impresión que esos análisis subestiman el efecto convocante que puede tener, de cara al ballottage, una diferencia amplia. El exitismo suele ser un recurso proselitista. La casuística internacional no registra muchos casos en que se pudo remontar tamaña diferencia, el acotado saber del cronista no computa ninguna.
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El politólogo sueco que hace su tesis de postgrado sobre Argentina rompe meses de holganza y envía su primer informe mensual del año. Su padrino de tesis, el decano de Sociales de Estocolmo, acaba de ser reelecto merced a un trámite insulso en el que los estudiantes no tuvieron ni voz ni voto. Su buen humor es menor a la cólera que le produce la sarasa de su discípulo. “Basta de generalidades, profesor, hágame llegar empiria, datos contrastables. No me salga con ensayística o con decir que esa es la tierra del realismo mágico. Explíqueme por qué aduce que Macri va a perder como perro, que sólo gana en la cancha. Si no recibo algo sólido, olvídese de la remesa adicional de euros.” El politólogo está transido por una doble lealtad. Cada día es más fanático de Boca pero sigue conviviendo con la pelirroja progre que le clava alfileres a una estatuita de Macri todas las noches.
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Ahora parece fábula pero el kirchnerismo y Telerman pudieron conjugar una coalición frente al candidato dominante en el distrito. Incluso cuando se lanzó la candidatura de Daniel Filmus, los telermanistas fantasearon que era un globo de ensayo, que el ministro no mediría bastante y que habría una reconciliación con el kirchnerismo. Para contrarrestar ese rumor y dar fe de su adhesión, el Presidente comisionó a Ginés González García como candidato a legislador, un hallazgo con escasos precedentes locales. La presencia del ibarrismo terminó de convencer a Telerman, quien cantó quiero retruco. De autodeclarado adherente al gobierno nacional pasó a aliado de quien, para la opinión pública expresada en encuestas, es la más cabal opositora, Elisa Carrió.
Desde entonces y hasta ahora el principal afán de los dos sectores fue desmontar a su competidor por el segundo puesto en el primer turno. El debate televisivo del miércoles, en el programa A Dos Voces, dramatizó esa pulsión común. Su esgrima sobredeterminó que la agenda de debate fuera la que le place a Macri, la municipal. Las omisiones fueron tan llamativas como las griterías. Nadie aludió a Cromañón, la tragedia que signó un traumático cambio institucional en la ciudad. Tampoco a Skanska, ni a Néstor Kirchner. Una encuesta de una afamada consultora reveló que la vasta audiencia, más de cuatro puntos para un canal de cable, tiene el perfil de los que ya decidieron: público ABC1 por nivel educativo, hombres en su mayoría, mayores de 40 años en general. Con pocos días de intervalo, es de por sí improbable que tales debates muevan el voto de modo masivo, aunque sí sirven para dar manija a los equipos de campaña y a los candidatos.
La solicitada haciendo hincapié en la invocación de un falso título de Telerman revela cuál es el centro del afán del Gobierno en estos días. La réplica de Telerman dobla la apuesta. Macri sigue por colectora, ni se mezcla en la pelea. Como en el debate, mira a la cámara y dice “tengo una propuesta”.
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Con las arcas exhaustas (el viaje a Paraguay con Boca fue una sangría) el politólogo se resigna, debe ofrecerle algo a su patrocinante. “Le contaré de la candidatura de Ibarra, profesor, un desafío sociológico.”
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“Un desafío sociológico”, confiesan un par de encuestadores de postín. El ex jefe de Gobierno tiene, concuerdan, una alta intención de voto, tanto que eventualmente superó a la de Filmus. De entrada se pensó en una boleta que traccionara “desde abajo” a la del candidato principal. La jugada, aunque rara, no es pura novedad. El blog “El criador de gorilas” (que suele aportar análisis políticos de calidad inusual) permite saber que el efecto arrastre desde abajo existe en otras latitudes y hasta tiene nombre en jerga técnica, “reverse coattail effect”.
Hay encuestadores que registran todavía un gap entre Ibarra y Filmus. Si se corroborara en las urnas, daría cuenta de un corte de boleta record en el distrito. Así resulta, hasta ahora, en los sondeos convencionales, personales o domiciliarios. Las “simulaciones”, a las que apelan unos cuantos, dan cuenta de un corte de boleta menor. La simulación (en la que se entregan boletas y sobres al entrevistado o directamente se remeda una urna) es tomada con pinzas por tratarse de estudios experimentales, menos probados que los sondeos clásicos. Calibrada con esa prudencia, la experiencia comprueba que “se corta más boleta” ante el encuestador que en el cuarto oscuro, lo que mueve a creer que a la hora de la verdad los guarismos de Filmus e Ibarra tenderán a converger. En esa perspectiva, más de un analista cree que el envión que le dé Ibarra puede ser decisivo para que Filmus acceda (o no) al ballottage.
Será un punto interesante para analizar en una votación crucial. Desde el punto de vista político será, si no un plebiscito sobre la destitución de Ibarra, un termómetro acerca del consenso que concita.
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“No es verdad que nos resignamos al second best” dice una primera espada del kirchnerismo. “Jugamos a ganar. Las elecciones no se definen diez días antes, todavía queda mucho por verse. Falta que el Presidente se juegue hasta el caracú. Y no suponga que no habrá munición gruesa contra Macri.” Página/12 pregunta qué, cómo, cuándo, dónde. Sólo le hablan del cuándo, “sobre la hora, cuando más duele”.
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¿Cómo se cierra una nota que describe la incerteza, lo que todavía no sucedió? Al cronista le viene a la cabeza un chiste-fábula que escuchó en los ‘90, cuando cundían el neoconservadurismo y el sálvese quien pueda. Los chistes con moraleja política pueden resucitarse en otras coyunturas. Dos amigos, que salen de bañarse en un arroyo, se topan con un león que va por ellos. Se echan a correr, descalzos. El león es veloz, más que ellos, descuenta distancia. Uno de ellos, retrocede, se detiene, se calza unas zapatillas. Su compañero le grita “no sé si te va a servir, el león corre igual más que nosotros”. “Yo no quiero correr más rápido que el león –responde el otro–, me conformo con correr más rápido que vos.” El chiste no contaba si ése se salvaba del león.
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