“Compañero ministro, compañero ministro”, avanzó Hugo Moyano hasta llegar al apretujado Carlos Fernández, saludado en ese momento por Luciano Miguens, presidente de Sociedad Rural. “Por ahí es inoportuno, pero no tendría algunos subsidios para dar”, soltó entre risas el líder camionero, sin esperar respuesta del desconcertado Fernández, que le devolvió un abrazo rápido y siguió atajando besos y palmadas tras su jura como titular de Economía. Por su perfil tan bajo, por ser un desconocido para muchos y por compartir apellido, la asunción de ayer tuvo alguna similitud con la que se produjo doce años atrás en el mismo Salón Blanco del tímido Roque Fernández, el ministro que sucedió a Domingo Cavallo, aunque la enorme diferencia son sus distintas concepciones sobre política económica.

“Con mi nombramiento no debería cambiar nada”, fueron las primeras declaraciones del nuevo jefe de Hacienda, antes en la AFIP y hasta hace 40 días subsecretario de Evaluación Presupuestaria. “En la Argentina ya no provoca una crisis la salida del ministro de Economía”, completó.

El acto de asunción duró apenas ocho minutos –sin discursos–, pero estuvo cargado de mensajes. En primera fila se sentaron los ruralistas: Miguens, Mario Llambías (Confederaciones Rurales), Silvio Corti (Federación Agraria) y un dirigente de segunda línea de Coninagro. Llambías fue uno de los primeros en llegar a Casa Rosada y el último en irse –literalmente– en compañía de Miguens. Ninguno de los dos podía ocultar su satisfacción por haberle comido una pieza al Gobierno. Estaban a sus anchas. Vivieron la salida de Lousteau como un triunfo político. Por duros que puedan haber sido los discursos de Néstor Kirchner en Ezeiza y Mendoza, la dirigencia agropecuaria computó como balance de las últimas dos jornadas que el Ejecutivo finalmente expuso con un hecho concreto la conmoción que le viene causando el desafío del sector.

“Contamos con usted, ministro”, le dijo Corti a Fernández cuando logró hacerse un lugar para estrecharle la mano. “El recambio abre una oportunidad para resolver algunas cosas”, evaluó minutos después el mismo Corti ante Página/12, al explicar el sentido de sus palabras al flamante titular de Economía. “Lousteau nunca tuvo buen diálogo con el campo”, aguijoneó Llambías. “Con el nuevo ministro esperamos poder construir”, agregó. “Somos viejos conocidos. Me recordó nuestras peleas en los ’90, cuando él era funcionario de Economía de la provincia de Buenos Aires. Hubo un gran conflicto por una moratoria, pero al final arreglamos”, contó el presidente de CRA su breve charla con Fernández al momento de los saludos.

Antes que el ministro, los ruralistas recibieron un apretón de manos de la presidenta Cristina Fernández. “Ella nos invita acá y Kirchner nos pega en Mendoza. Ven que tengo razón: necesitan un consejero matrimonial”, siguió el exultante Llambías. Sin embargo, esos dirigentes no pudieron evitar que se notara el golpe en su propia fila, a partir de la crisis de Coninagro. El presidente de esa entidad, Fernando Gioino, no estuvo en Casa Rosada por los reproches internos que le valieron haber ratificado el acuerdo de precios de la leche a mediados de semana.

“Fernández es lo opuesto de Lousteau, un tipo llano, sencillo”, describió con malicia un funcionario con despacho en la Rosada. El ministro estuvo acompañado por su familia y recibió un conmovido beso en la boca de su esposa tras la jura. El que resultó poco efusivo en la felicitación fue el secretario Guillermo Moreno, otro que lucía como un ganador. Fue uno de los últimos en entrar al Salón Blanco para sentarse en primera fila. Su ingreso fue seguido por un notorio murmullo, y hasta hubo quienes se pararon para verlo. Otros secretarios que seguirán en su puesto son Javier De Urquiza, Fernando Fraguío y Juan Carlos Pezoa. Se van Hugo Secondini, Javier Pereira, Gastón Rossi y Rodrigo Pena. Llegarían Alejandro Arlía y Oscar Tangelson. Fernández empieza a tejer su historia.