Domingo, 3 de agosto de 2008 | Hoy
Por Horacio Verbitsky
Cuando nuestras pasiones sean sólo polvo alguien se preguntará por qué Néstor Kirchner y Cristina Fernández atrajeron tanto encono de personas por lo general razonables y ponderadas. Este fenómeno clama por una interpretación sociológica y/o psicológica que no me siento en condiciones de ofrecer. Tres ejemplos:
n Edgardo Cozarinsky, escritor y cineasta exiliado muchos años en Francia, autor de obras exquisitas (salvo cuando tratan de la realidad nacional, que ve con ojos de turista), publicó en “La Nación” el artículo “Stalin contra el campo”. Analiza el plan de estatización del agro que causó la muerte por hambre a seis millones de campesinos cuyas cosechas fueron incautadas. “El odio de José Stalin por el campo ha permanecido como un ícono del empecinamiento en la ceguera que produce el poder. Sobornos, prebendas, corrupciones de todo tipo lo han hecho patético”, dice. Con la sutileza habitual en casi toda su obra, no incluye referencia alguna a la Argentina contemporánea.
n Marcos Aguinis, psiquiatra, novelista, propagandista liberal y autor de la biografía del almirante Brown, escrita a pedido de la DAIA como homenaje y donación al almirante Massera en 1977. En la misma tribuna de doctrina expuso la “Psicología del tirano”, basada en un estudio del Edipo de Sófocles. “Los tiranos pueden acceder al poder con aplausos y felicidad. Hitler fue elegido. Chávez fue elegido. Eso no garantiza que una vez en el trono, mantengan la ley y merezcan ser alabados”. El tirano “se dedica a confiscar los bienes ajenos. Y no lo frena el pudor al mentir, en especial cuando asegura que ayuda a los pobres y débiles”, que constituyen “su ejército ciego, ignorante, que lo apoya para continuar atornillado en el poder. Dice que gobierna para todos, pero es mentira, porque margina sin clemencia a quienes no bajan la cabeza ante él ni doblan la rodilla”. Por si alguien no entendió, remata: “Cualquier semejanza con nuestra realidad nacional no es pura coincidencia”.
n Felipe Carlos Solá le atribuyó a Kirchner haber dicho que entre quienes votaron contra las retenciones móviles hay recuperables e irrecuperables. Establecida por sí y ante sí esta premisa (luego dijo que los medios lo habían sacado de contexto), lo comparó con el ex dictador Emilio Massera. “Los no recuperables iban al río. Parece que debemos ser sometidos a un proceso de lavado de balero y después firmar la autocrítica”, dijo. Sólo resta desearles que tengan vida suficiente como para avergonzarse de tales demasías autodescalificatorias dirigidas a los únicos presidentes en medio siglo que no cargan sobre su conciencia con la muerte de un solo ciudadano debida a las fuerzas federales a sus órdenes.
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