ESPECIALES › SUPLEMENTO 21º ANIVERSARIO

Nuevas memorias de marzo

 Por Nicolás Casullo

Por encima de claros errores del Gobierno en no diferenciar los universos socieconómicos de los productores en el conflicto del campo, podemos plantear cinco aspectos que sobresalen en la presente crisis:

1 La actuación de lo massmediático audiovisual resultó una experiencia casi inédita de impudicia, obscenidad ideológica y violentación de toda “objetividad” en cuanto a política de la imagen y de los encuadres de parte de los canales y sus noticias. Un cóctel de distorsión, analfabetismo, prejuicio y racismo. La espontaneidad de la dupla “movilero-locutor” para explicar las cuestiones que nos asuelan resultó una suerte de catarata indetenible que hizo estallar todo sentido sobre lo que realmente está ocurriendo en la crisis, ante ojos y oídos de millones de personas. Los acercamientos de cámaras donde 100 parecen 10.000, los diálogos donde es peor la ideología del cronista que la del propio entrevistado fascistoide, la conversión de la Sociedad Rural y Coninagro en revuelta de una suerte de “campesinado” andino escapando del napalm, la falta de toda intención ordenadora de los significados que están en juego hacen del noticierismo porteño la “natural” y/o alentada derechización ideológica con que se baña cotidianamente nuestra sociedad mirando la pantalla.

2 El salvajismo concreto de un paro nacional en extremo autoritario, desabastecedor, amedrentador, inflacionario de parte del agro, a partir de una soberbia autoritaria de utilización de poderes, técnicas, de prepotencia de “dueños de la Tierra” y de elementos de contundente eficacia. El paro transformó a la inmensa mayoría de la sociedad argentina en rehén, en cautiva de un lockout básicamente orquestado por una industria multinacional altamente concentrada. Este es el significado biográfico y presente de la actual acción reactiva, muy por encima de “la rebelión de chacareros” sin duda afectados, con que se quiere reconvertir simbólicamente la totalidad de una confrontación histórica. Habría que retroceder a esta relación del peronismo con el mundo terrateniente en el período 1946-55, la creación del IAPI (Instituto Argentino de Promoción del Intercambio) por parte de Perón para la intervención del Estado en el comercio exterior de las compañías exportadoras, transferir recursos al conjunto de la sociedad, monopolizar el manejo de las divisas y aplicar la paridad cambiaria. Luego del golpe de 1955, el ingeniero Alvaro Alsogaray tacharía de “inadmisible política comunista que retenía el 50 por ciento de las ganancias de la producción del campo”. Así como también en el gobierno peronista en 1973 un proyecto programático de impuesto a la renta potencial de la tierra que hubiese significado el principio de una real reforma agraria en el país. Esta es la historia política, económica que confronta nuevamente hoy en el país con una violencia inusitada, y donde los protagonistas se repiten: el peronismo y las privilegiadas rentas agrarias. Esta lectura de sentidos histórico-sociales es lo que se escamoteó en todo momento y resulta el acontecimiento obviado que deja en evidencia que “ni siquiera podemos hablar de nosotros argentinos, cuando hablamos de la Argentina”. A la vez que expone, como otras tantas veces, que cuando sectores patrimonialistas del país quedan afectados en su alta rentabilidad, la democracia pasa a ser para ellos un retórica ingenua “de otros”: un mundo de mediaciones prescindible. Se asiste entonces a una vieja biografía “campera” antipopular, de horizonte golpista, hoy expuesta como nunca en crudo en cuanto a los intereses hegemónicos que comandan la lógica última de la protesta. Desde este punto de vista el kirchnerismo recobró una extraña fuerza y sentido, medio extraviado en los últimos tiempos.

3 La emergencia de cacerolazos en la capital y sus consecuentes “resonancias” amplificadas. Protesta de neto talante político extrañamente “agrario”, detrás de un manifiesto “delarruaso 2001” (mito poderoso hoy de varios sectores porteños antidemocráticos). Un objetivo golpista para nada “espontáneo”. Preciada meta derrumbadora que se viene tartamudeando desde hace dos años, detectable por ejemplo con sólo repasar la cotidiana relación entre comentarios de lectores y públicos con medios de masas de derecha. Núcleos activos, con ideologías en este caso que muchos testigos ocasionales pudimos fehacientemente comprobar en estos días por Santa Fe y Callao, Belgrano, Recoleta y Plaza de Mayo, que ya no remiten a una melancolizada década menemista del uno a uno, sino que abrieron las puertas de par en par a planteos desembozados de añoranza procesista antiperonista (1976-83) en cuanto a valores, definiciones, odios, y permanente coro exigiendo “que renuncie ya”. Calificativos de una violenta barbarie contra el gobierno recientemente elegido en las urnas (“comunista”, “marxista”, “montonero”, el de “esa zurda ramera”, “el de la puta guerrillera”, “el de los asesinos de las fuerzas armadas”, el de esa “guacha subversiva”). Esto es, una “sana y familiar” experiencia piloto blanca y pudiente de anti-república y anti-instituciones, que hasta ahora no había tenido calle, en cuanto a cómo voltear al “demonio kirchnerista” que retiene el Ejecutivo, la mayoría legislativa y una Corte de Justicia que no responde a los propietarios del país. Algo, como dijo el domingo pasado Mariano Grondona en TV, “insoportable y que se tiene que acabar lo más pronto posible”. Esta violencia destituyente de la presidenta, a grito sostenido, hace vertebral referencia a la protesta de Recoleta a San Isidro.

4 Un desfasaje evidente entre las posiciones del gobierno de CFK, que apuntan a un reformismo capitalista de centroizquierda redistributivo de la renta (en una escena democrática bordeada de afectados y enemistades) y, paralelamente, un alto déficit gubernamental de políticas en el estratégico universo cultural/comunicacional. Esto es, ¿como se construye una política para apuestas democratizadoras fuertes? La dimensión de las explicaciones que tendrían que impregnar a un gobierno que se postula democrático popular se muestra, sin embargo, opacamente concentrada, por lo general, en tres figuras más el ministro de turno. El Gobierno carece de las prácticas de fuertes divulgaciones, de estrategias de alta difusión de docencia social y ciudadana que tanto tuvo el primer peronismo como gestador intelectual de una época popular, además de las decisivas mejoras económicas llevadas a cabo en aquella oportunidad. Se trata entonces de una construcción política que incorpore nuevos integrantes con voces propias desde sus campos de actuación, para un auténtico redespliegue en la cultura y en las realidades en juego y disputa. Sobre todo cuando se pretenden resentir engranajes dominantes a partir del presupuesto de que la política es conflicto en pugna. Alcanzar mundos de nuevas subjetividades sociales que necesitan ser ganados no sólo en el bolsillo, sino en el sentido común, en los imaginarios culturales. La actual crisis demostró que se precisa delegar mucha más capacidad de intervenciones desde distintos niveles de Gobierno, una pluralidad de enunciadores, un esfuerzo por dar letras y una plena donación de confianza. Una horizontalidad del protagonismo para cuadros políticos de gobierno y funcionarios en infinidad de dimensiones, en tanto batalla cultural en un mundo massmediatizado adverso, y re-simbolizador de la escena política. Este tejido político gubernamental, coherente y abierto, precisa ser proporcional a las decisiones en la cúpula.

5 A nivel de experiencia histórica, el actual reformismo capitalista del peronismo es la experiencia democrática de confrontación social más evidente que vivió la Argentina desde 1955. También en cuanto al desagrado, incomodidad, recelo y oposición (aun haciendo buenos negocios) para un dominio histórico empresarial, religioso, militar y de sectores antipopulares, habida cuenta de que el radicalizado ’73 fue un proceso rápidamente abortado con la muerte de Perón y la violencia política.

En este orden de cosas resultan otra vez llamativas (pero no nuevas) las posiciones de las izquierdas. Hicieron todo lo humanamente posible y buscaron todas las argucias y contradicciones menores del conflicto agrario, para mantenerse en silencio, o estar del lado agroexportador, o desleer aspectos cruciales de la coyuntura, u oponerse al Gobierno sin el menor atisbo de apoyo crítico ni lectura de la contradicción principal (Mao dixit), o argumentar que “ni unos ni otros”, o que “todo es el mismo charco burgués”, o que es peor el kirchnerismo que la Sociedad Rural, o plantear ¿por qué no se hace en realidad la reforma agraria, eh?

Variables que resultan risueñas si no reflejasen que en la más dura confrontación entre reformismo con sus contradicciones versus trust multinacional agro-exportador con fuerte tufo capitalino procesista, esa izquierda marxista, piqueterista, nacional, estuvo ausente. O volvió a estar con el general Uriburu contra el yrigoyenismo como en 1930, con el conservadurismo en 1946, con el golpe en 1955 y fundamentalmente en las columnas agroganaderas en el 2008. A esto se agrega un nuevo progresismo liberal radical de derecha y una intelectualidad reconvertida hoy en republicana conservadora, que en el corazón de lo acontecido sólo encontró palabras para el discutible D’Elía como reencarnación, ánima o sombra de Facundo Quiroga ahí justo, pegadito a la Pirámide. Como dice un amigo: “En la Argentina, siempre, la cosa recién empieza”.

Publicada el 30 de marzo de 2008.

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