ESPECTáCULOS › CHRISTIAN BASSO PRESENTA SU DISCO “LA PENTALPHA”
En los ángulos de la música
El ex La Portuaria presenta esta noche su segundo disco solista, una obra compleja y atractiva, que relaciona a lo musical con la filosofía, y en el que hace intervenir una amplísima gama de instrumentos.
Por Cristian Vitale
“La religión de la música no mata a los infieles, no comete atropellos. En este sentido parece inofensiva...” El segundo disco de Christian Basso, en cuyo librillo se incluye la frase, escapa a la frugal industria de la música entendida como entretenimiento. Su título, La Pentalpha (estrella de cinco puntas cuyas diagonales se cortan determinando la divina proporción) conecta al autor con momentos –ficticios o reales– de la historia de la humanidad: por ejemplo con un diálogo entre Mefistófeles y Fausto en el libro de Johann Goethe, en el que ambos discuten acerca del símbolo, o con la centralidad atribuida por los pitagóricos y los cristianos primitivos al elemento, o con los místicos de la Edad Media, que consideraban al pentagrama como el más sagrado de todos los símbolos, incluso que la cruz. El primer concepto que Basso hilvana ante Página/12 completa la idea: “La religión y la filosofía actúan en mi tarea compositiva como una necesidad espiritual. Si bien cursar lógica en la facultad fue para mí de una violencia intelectual intolerable que me llevó a pensar que la filosofía, tal como se estudia en la Universidad, implica palabras vacías que terminan transformándola en una disciplina autodestructiva, no puedo negar que existe una búsqueda filosófica a través de la música. La música tiene un lenguaje para explicar, puede decir un montón de cosas. Como dice Charly García, ya está hecha, sólo se trata de traerla”.
Queda claro así que el título del disco –y sus implicancias– no es lo único que convierte al ex bajista de La Portuaria en un músico sorprendente. En términos musicales, La Pentalpha –que será presentado hoy a las 20.30 en El Gorriti, Gorriti 3780– es una rareza conceptual que mixtura música clásica, country rock y jazz, configurando un sonido tal vez más arriesgado y experimental que Profanía, su disco debut. En efecto, Basso siguió los pasos del maestro Charly, y no se privó de nada. En un disco de apenas doce tracks condensó todos los instrumentos posibles (viola, cello, trombón, tuba, contrabajo, piano, flauta, clarinete, saxo barítono, violín, batería, bajo, guitarra, theremin) para originar una obra bella, sin fisuras. El, sin embargo, prefiere menos grandilocuencia para definirse. “Simplemente saco al ruedo instrumentos de orquesta, del folklore estadounidense o de la música italiana. Lo mío es una especie de jazzcafón, término con que la elite jazzera denomina a la música de menor nivel.”
–¿Por qué se castiga así?
–Porque soy capaz de meter una tarantela en el medio de un jazz. Eso para los jazzeros ortodoxos es poco menos que una herejía.
En La Pentalpha participan músicos extranjeros que acentúan su carácter universal (Dimitri Rodnoi de Rusia, Romain Lecuyer de Francia y Christine Brebes de EE.UU. conviven en “Farewell Impromptu”, una pieza delicada y maravillosa), mientras que la pata argentina la integran, entre otros, tres de sus viejos amigos (Daniel Melingo, Alejandro Terán y Axel Krygier), Eva Faludi (cuya voz junto al violín de Javier Casalla tensionan la “Melodía sentimental”) y el mismo Charly que ilumina la de por sí luminosa “Drusilla”. Sin embargo, los nombres pierden relevancia como tales para macerarse en un todo perfecto a la medida de Basso. “No me interesa hacer de mi música un producto. Simplemente compongo lo que me gustaría escuchar.”
–¿De qué manera?
–La música tiene un lenguaje poético increíble, apto para ponerle un marco a los pensamientos y las sensaciones que emanan del mundo visual. Desde ese punto, intento sacudir y revelar. Para mí la rebeldía no es teñirse el pelo de azul... La rebeldía es volver a los clásicos como Piazzolla o Ginastera, al espíritu primario, tribal, barroco de la música.La idea es buscar un lugar autónomo en un contexto en el que la música está muy socializada.
–¿Le molesta esa socialización?
–Sí y no. Estoy de acuerdo conque todo el mundo tenga acceso a la música, que todos puedan hacerla. Pero a veces eso atenta contra la calidad del producto. Los famosos “A y R” (Arte y Repertorio) fueron copados por gente de marketing que repite fórmulas para vender mejor. Yo, en cambio, conservo verdadero respeto y admiración por los grandes compositores de música popular o culta, da igual.
Entre las canciones que sintonizan con Profanía figuran “Mademoiselle Pony”, “Rey Mago Zoroastro” o “Cartago”. Las tres acuerdan con el costado lúdico de aquel compositor de música para “películas posibles” que debutó como solista en el 2000 a fuerza de tarantelas y steel guitars, cuando el aprendizaje de su estadía en Colorado, Estados Unidos, estaba muy fresco. Punto además que dejó atrás al Basso más conocido, el que había sido parte de Clap, Fricción y La Portuaria. “A los 16 años ya estaba tocando en Canal 9 con García. Después atravesé momentos de éxito con La Portuaria. Pero en un momento me propuse trabajar de otra manera por mi devenir. En parte porque nunca sentí el rock. Parte de ese proceso creo que determinó el carácter íntimo, hipersubjetivo de mi primer disco.”
–¿Qué opina de la tecnología ligada a la música? El disco parece mostrar cierto rechazo por ella.
–Creo que es un medio y no un fin. El fin es el principio, porque la obra tiene que estar concebida en el músico antes de ser manifestada. El ejemplo más claro es el de Beethoven. En cambio, la tecnología torna fácil la tarea de probar y construir. Yo no trabajo con loops ni sampler. Pienso que la música tecno es para estar cómodo. Es como mirar la tele para evitar la necesidad de imaginar.
–Y la imaginación parece jugar un rol central en “La Pentalpha”...
–Sin duda. Ocurre que la realidad del mundo entristece. No tengo TV hace 16 años y cada vez que viene mi hijo en vez de mirar tele jugamos al ajedrez. Tal vez eso desarrolle, despierte o profundice la posibilidad de imaginar.