Miércoles, 5 de agosto de 2009 | Hoy
LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN
A partir de los suicidios en empresas generados por las condiciones de trabajo, Mela Bosch advierte sobre los riesgos que surgen cuando “la comunicación no comunica” e informa sobre la reivindicación de los sindicatos europeos en la materia.
Por Mela Bosch *
Desde Milán
El 14 de julio de 2009 es una fecha histórica para Francia. Es el día del suicidio número 18 en 18 meses entre los empleados de Telecom. En una carta a su familia que ha sido publicada por diarios de diferente signo político, como Le Monde, France Soir y Libération, un hombre de 51 años de Marsella dice más que explícitamente: “Yo me suicido a causa de mi trabajo en Telecom”. Menciona como factores “la urgencia permanente” y “la sobrecarga de trabajo”.
En “C’est dans l’air” (Está en el aire), uno de los programas televisivos de debate de más audiencia de la TV5, la preocupación por el malestar de Sarkozy dejó espacio a este malestar, quizá no tan taquillero a nivel mundial pero mucho más significativo.
Y no es para menos. Sólo en Telecom Francia, empresa de la cual el Estado es el accionista mayoritario y que emplea a más de cien mil personas, desde el inicio de la crisis económica se han producido 18 suicidios y 10 tentativas. En Renault ha habido tres suicidios y otros tantos en pequeñas empresas del interior, como el caso del delegado obrero de una fábrica de cerámica que no pudo evitar que sus compañeros terminaran en la calle.
El Ministerio de Trabajo, según anunció su titular, Xavier Bertrand, está llevando una investigación nacional sobre el estrés laboral para identificar los sectores más expuestos. Esta decisión se tomó a partir de un informe sobre los riesgos psicosociales en el trabajo, elaborado por un equipo coordinado por el magistrado Philippe Nasse y el médico psiquiatra Patrick Légeron. Este último hizo notar que la fragilidad es mayor entre los trabajadores del área de servicios y en especial en el sector comercial de las telecomunicaciones, sujetas a lo que el suicida marsellés llamó en su nota póstuma: “administración por medio del terror”. Se trata de una forma de gestión que se basa en la competencia permanente entre los funcionarios y que estimula el aislamiento frente a la computadora, a la vez que usa la humillación y la desvalorización como formas de castigo pasivo hacia quienes no producen de acuerdo con los objetivos de ventas exigidos, especialmente en un momento en que la recesión hace que estos objetivos resulten irreales e inaccesibles.
Los expertos del gobierno proponen lanzar una campaña de información para los directores de las empresas y los trabajadores sobre sus derechos en cuanto a condiciones de trabajo, lo cual resulta casi banal en medio de lo devastador de la situación. El médico y psiquiatra Légeron precisó en el programa televisivo que la crisis empezó siendo financiera, se hizo económica y terminará siendo sanitaria. Y es algo para tener en cuenta, si consideramos que desde el inicio de la crisis en Francia el suicidio por estrés laboral ha producido más víctimas que la gripe A (el 30 de julio se produjo la primera víctima, una niña de 14 años que padecía de una enfermedad grave).
Pero, por otra parte, es para valorar que en una sociedad individualista y frustrada por la crisis aparezcan nuevos valores y recursos en el campo de las luchas sociales. A partir de esa muerte del 14 de julio, sindicatos, comisiones obreras y de empleados de servicios y de telecomunicaciones han lanzado una revolucionaria reivindicación: considerar el suicidio como accidente de trabajo y hacer responsables a las empresas cuando esté claramente identificada la causa. Es revolucionario porque implica dar un nuevo enfoque a la seguridad en el trabajo, considerando dentro de los riesgos y la violencia en el ambiente laboral también los aspectos psicológicos, morales y de dignidad humana que involucran los despidos masivos, el aislamiento frente a la computadora y la competitividad despiadada entre compañeros. Un indispensable paso en el triste camino a recorrer para mitigar la impotencia y el dolor a las familias de las víctimas de las políticas liberales, que intentan cubrir su fracaso e ineficacia echando a sus trabajadores o exigiendo metas imposibles.
* Consultora lingüística. Docente on line de la Cátedra Tecnologías en Comunicación Social de la Facultad de Periodismo de la UNLP.
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