Viernes, 2 de octubre de 2009 | Hoy
SOCIEDAD › LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE QUILMES CUMPLE VEINTE AÑOS
El rector de la UNQ, Gustavo Lugones, destaca que desde el principio la institución apostó por “la investigación en Ciencias Exactas y Naturales”. También a la vinculación con la comunidad y a la producción como complemento del conocimiento.
Por Soledad Vallejos
La de Quilmes es una de las universidades nacionales más jóvenes y atípicas de Argentina, tanto que le bastaron 20 años de existencia para construirse un perfil moderno y complejo. ¿Cómo? A fuerza de un intenso trabajo de vinculación con la sociedad (lo demuestran sus alianzas dispares, que tanto pueden entablarse con pequeñas ONG ambientalistas como con grandes laboratorios multinacionales), un diseño curricular que atrajo a una mayoría de estudiantes volcados a las ciencias duras, una editorial con espacio para todo tipo de textos (producidos en la academia y sobre temas académicos, pero no exclusivamente) y un interés por las modalidades virtuales de enseñanza que rindió frutos tempranos (por ejemplo, los seis mil estudiantes con que cuenta el campus virtual, sólo dos mil menos que el campus presencial). Y eso sólo por empezar a enumerar.
“Desde sus orígenes, se buscó dar también una fuerte presencia a la investigación en Ciencias Exactas y Naturales, lo cual significa todo un reto. No sólo por la distribución de recursos, sino también porque las carreras en Exactas y Naturales son, en general, menos convocantes que las carreras de Sociales, y todavía mucho menos que las tradicionales, como abogacía”, explica Gustavo Lugones, el rector de la UNQ, desde la oficina que, en un primer piso, preside la entrada al campus y es constantemente vigilada por pájaros que saltan de rama en rama, árboles y murmullo de estudiantes que pasan por las callecitas internas. “Y sin embargo acá se hizo una apuesta fuerte al área de ciencia y tecnología”, agrega. Tiene, por lo pronto, algunas razones: lo que se conoció como Súper Sopa (el alimento de alto valor nutritivo producido a bajo costo) nació aquí y esa experiencia ahora se replica en la implementación de una planta piloto en Mozambique; del Laboratorio de Oncología Molecular nació un medicamento veterinario que fue lanzado recientemente con Biogénesis Bagó.
–Recientemente también comenzaron a fabricar catamaranes.
–Sí, en la carrera de arquitectura naval se están fabricando catamaranes para limpiar arroyos y canales de la zona, solicitados por una ONG de vecinos que se autogestionan. Como estaban preocupados por la contaminación de estos cursos de agua, se organizaron para limpiarlos, y de pronto tomaron contacto con grupos que hacen tareas de extensión y de economía social aquí, en la Universidad, y apareció en ese intercambio la posibilidad de aprovechar los conocimientos y el astillero de la carrera para la fabricación de unos catamaranes de tamaño pequeño, para que ellos puedan hacer con ellos una limpieza. Antes lo hacían desde la orilla, en situación muy precaria. Con el programa de alimentos pasa algo parecido, porque tenemos una planta de producción de alimentos acá, de donde sale la Súper Sopa, que se utiliza para donaciones a comedores escolares. En los dos casos, los estudiantes estudian y aprenden trabajando. O sea, aprenden a fabricar barcos fabricando barcos, y aprenden a producir alimentos produciendo alimentos. Pero es porque hay una preocupación desde el origen, desde la creación de la Universidad, y nosotros estamos haciendo esfuerzos por profundizar esa línea, que es la de asegurar la dedicación docente de la planta, y que eso esté acompañado con tareas de investigación, de transferencia y de extensión.
–En momentos en que está tan popularmente cuestionado el conocimiento especializado, en que ese imaginario del sentido común insiste en ver como ámbito cerrado el mundo universitario y tiende a no valorar el conocimiento que se produce porque falta ese contacto, la UNQ toma otro modelo y se sirve también de ese contacto para orientar su investigación.
–Eso tiene que ver con otra vocación, que ya desde hace algunos años estamos impulsando, que es la de una fuerte vinculación con el medio, empezando por el medio local, inmediato, el entorno más cercano. Entonces, en la medida en que se va desarrollando esta vocación, se van ampliando los proyectos y los programas de extensión que van dando lugar a mayores y más profundos vínculos con el medio. Y de esos vínculos aparecen oportunidades, ideas, posibilidades que a lo mejor no habíamos pensado.
–Y a 20 años de haber comenzado, ¿qué cosas tiene pendientes la institución o qué cosas fueron surgiendo con fuerza por el camino?
–En realidad, todavía somos demasiado jóvenes como para no tener un montón de asignaturas pendientes. Por ejemplo, me gustaría ampliar la oferta de carreras que tenemos. Particularmente en ciencia y técnica podríamos tener o quisiéramos tener una ampliación en la oferta. Estamos un tanto especializados en algunas áreas. En Tecnología, la UNQ es fuerte; en Ingeniería de alimentos, es importante; Automatización y Control también... pero hay un montón de disciplinas en ciencia y tecnología que todavía no tenemos. Y en Sociales tenemos también unos cuantos pendientes, sobre todo en lo que tiene que ver con posgrados, porque tenemos una amplitud mayor de carreras pero estamos en deuda en materia de oferta de posgrado. Y a eso estamos apuntando ahora.
–De alguna manera, la UNQ tiene una cierta flexibilidad, pueden estar atentos a lo que pide el entorno, estar en conexión y responder a eso.
–Sospecho que la flexibilidad se debe a que tenemos un tamaño mucho más manejable que otras universidades. Eso hace que haya un contacto muy directo entre los miembros de la comunidad, y entre la comunidad y el entorno.
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