Domingo, 14 de marzo de 2010 | Hoy
SOCIEDAD › LA HISTORIA DE UN SACERDOTE QUE DEJO EL CATOLICISMO POR AMOR A UNA MUJER
Gastón Dedyn se transforma hoy oficialmente en luterano. Lo hace por amor a Laura y porque la Iglesia Católica “fue lenta en ayudarme y pronta en condenarme”, lo que suele ocurrir cuando se discute el tabú del celibato.
Por Carlos Rodríguez
“La Iglesia Católica romana ha sido muy lenta en ayudarme y muy pronta en condenarme. Durante un año y medio estuve pidiendo ayuda, con lágrimas en los ojos, y cuando yo tomé la decisión, me dejaron en la vereda, con un brazo atrás y otro adelante.” El sacerdote Gastón Dedyn, de 61 años, luego de tres décadas de ocupar altos cargos dentro de la Iglesia Católica romana, se enamoró de Laura, una mujer madre de dos hijos de un matrimonio anterior. Y a partir de ese momento comenzó a sentirse “como un paria, dentro de la Iglesia a la que le había dado mi vida”. Dedyn, que hoy se convertirá en miembro oficial de la Iglesia Luterana (ver aparte), afirma con ojos húmedos que no recibió “ni apoyo moral y espiritual, ni apoyo económico. ¿Cómo iba a hacer, a los 61 años, para iniciar otra vida, para tener una mujer, con una condena moral semejante y sin poder seguir manteniendo mi fe, mi servicio como sacerdote que yo no quería ni quiero abandonar? Era como si apostaran a mi fracaso como persona, a que después tuviera que regresar vencido, diciendo: ‘No pude hacerlo’”. En una charla con Página/12, Dedyn hizo una dura crítica al celibato que impone la Iglesia romana. Para los luteranos no es obligatorio sino una opción.
“Hay curas que llevan una doble vida, pero eso yo no lo quiero para mí. No puedo seguir siendo sacerdote católico y célibe, en la apariencia, y al mismo tiempo tener una mujer escondida. Yo creo que eso es un hecho deshonesto. Yo he sido honesto y por eso mismo fui condenado”, sostiene Dedyn. “Yo, aunque no había tenido una relación de intimidad con ella, me turbaba durante la misa y me ponía a llorar, se me caían las lágrimas, no podía soportar la situación en la que estaba”, dice mientras se le quiebra la voz y se queda en silencio por largos minutos.
–¿En la Iglesia Católica romana, entre los sacerdotes, no a nivel de cúpula, se discute sobre la cuestión del celibato?
–El tema se iba a tratar en el Concilio Vaticano II, y también en el Sínodo de Obispos de 1972, pero nunca se hizo. Por eso muchos sacerdotes han dejado el ministerio por ese amor humano, por esa contención que en la Iglesia no encontraban. Eso los lleva a una vida como laicos, sin los derechos del laico, peor que un laico. Un sacerdote en mi situación no puede ir a misa porque lo marcan, no puede comulgar, no puede dar catecismo, no puede dar clases de filosofía ni de teología en un colegio católico. Es tratado como si fuera el peor barro de la sociedad.
Laura y Gastón se conocieron en Baradero, en 2006, cuando él llegó a la parroquia en la que ella era catequista católica. “Siempre hablábamos mucho y trabajamos con los chicos, porque yo era catequista en una escuela rural”, cuenta Laura. El padre Dedyn entró al seminario a los 23 años. Antes había estudiado veterinaria y estuvo de novio dos años y medio, con una joven de su edad, hasta que comenzó a crecer su vocación religiosa.
“No puedo darte más, te hago sufrir, esto es horrible, me tengo que ir”, fueron las palabras que dijo al romper su noviazgo. De su San Isidro natal, se fue a vivir a Paraná, para poner distancia. Hace una diferencia entre ese primer amor y el que siente por Laura: “Esta relación es mucho más fuerte. Si no fuera tan fuerte para no-sotros, no podríamos haber dado este paso, que es muy difícil tanto para ella como para mí. ¿Qué hace ella con un cura? ¿Cómo me acostumbro a vivir con una mujer?”.
–¿Cómo reaccionaron sus familias?
Laura: –La reacción fue dividida. Para muchos está bien, siempre que yo sea feliz, como dicen mis hermanos. Tengo dos hijos varones (de 12 y 14 años) y para ellos todavía es muy difícil aceptarlo. Hay que luchar con las dudas de uno mismo y con el entorno. A veces se sufre el maltrato de la gente que no sabe lo que uno vive.
Gastón: –Muchos decían “ésta se lo quería bajar al cura”. A veces uno buscaba ayuda en algunas personas, pero sus opiniones nos enterraban más. A mi familia le costó muchísimo. Somos once hermanos, una familia unida, y yo era un poco un ídolo, un hombre de fe. Dar este paso era algo que no correspondía en un sacerdote que había tenido tan destacada trayectoria.
Dedyn recuerda que, como sacerdote, sabía que “lo que nos estaba pasando era algo prohibido para mí. Por eso, nos desesperamos y buscamos recursos, incluso de médicos, para tratar de separarnos. No lo pudimos lograr y entonces, con gran dolor, yo tuve que dar el paso para encontrar esa contención humana que encontré en Laura, pero me quedaba fuera de la misión sacerdotal que fue toda mi vida”.
De esa forma llegó su contacto con el obispo luterano Manuel Acuña y para Dedyn fue “descubrir que podía aceptar un amor humano, sin perder mi condición de religioso y sin someterme a la condena de mi Iglesia Católica romana”. Admite que, para incorporarse a su nueva Iglesia tuvo que “superar, con la lectura, esa imagen tan negativa que yo tenía de (Martín) Lutero”. Vuelve a ironizar y señala que a Lutero “casi más lo queman y a mí me quemaron el alma, aunque ella (por Laura) y la Iglesia Luterana me curaron el alma y me permiten seguir en mi ministerio sacerdotal”. Mientras posan para las fotos, Dedyn se relaja y piropea a Laura: “Hay dos flores, ella y la que está en el cantero. ¿A cuál de las dos ponemos en primer plano?”. Y claro, fue para Laura.
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