Hace siete años y dos meses que las zapatillas cuelgan de los cables de luz en Bartolomé Mitre y Ecuador. Los familiares y amigos de los 194 pibes que perdieron la vida en la tragedia de Cromañón comenzaron a dejarlas ahí, sobre sus cabezas o durmiendo en la vereda, y pronto la calle se convirtió en un santuario de fotos y mensajes, cerrado al tránsito y a la indiferencia. Ayer, con el objetivo de garantizar el acceso a la estación Once, el gobierno porteño reabrió la circulación para colectivos y taxis en una calzada paralela a la calle, mientras que la traza original fue estrenada como peatonal.

La decisión de abrir Bartolomé Mitre, entre Jean Jaurès y Ecuador, fue informada por la Ciudad dos días después de la tragedia ferroviaria de Once, que se cobró 51 vidas y evidenció la necesidad de agilizar el tránsito en la zona para asistir emergencias. La nueva calle fue construida en terrenos del ferrocarril que lindan con la arteria original y podrá ser transitada sólo por transporte público y ambulancias.

El jefe de Gabinete porteño, Horacio Rodríguez Larreta, señaló que la obra “es muy importante, porque la calle tiene llegada a la estación Once, uno de los centros de trasbordo más importantes que tiene la ciudad”. Por Mitre, “circulan diez líneas de colectivos que van a poder llegar más directo a la estación y calculamos que se pueden ahorrar hasta diez minutos” al acceder por esta calzada.

Por su parte, el ministro de Ambiente y Espacio Público, Diego Santilli, destacó que se trabajó en “un consenso importante con los familiares de las víctimas de Cromañón, aunque nunca se puede tener un ciento por ciento de consenso”. En este sentido, Nilda Gómez, mamá de una de las 194 víctimas del incendio del boliche, aseguró que “la mayoría de los familiares está de acuerdo con la apertura de una calle alternativa, sin avasallar la memoria”, en referencia al santuario que recuerda a las víctimas.

José Iglesias, padre de otro de los fallecidos, expresó su disidencia. Según aseguró ayer a la prensa, “desde el 2006 hay un acuerdo con la reapertura de la calle, pero no así. Aquí se desvió la calzada, se destruyó la plaza de la memoria y el lugar donde se iba a emplazar un monumento a las 194 víctimas”.

Cuando se enteró de que iban a reabrir el tránsito, Ariel Balato (26) compró un boleto de micro y se volvió desde Mendoza. Ayer caminaba entre las zapatillas, los retratos y las flores con la mirada perdida. “Esto es una falta de respeto. Mi amigo Pablo Torba se murió a los 21 años en esta cámara de gas. ¿Dónde quedó su vida?”, dice. “Acá prometimos que la calle iba a estar cortada hasta que hubiera justicia, pero (Omar) Chabán está libre y (Aníbal) Ibarra no fue juzgado. Por eso me vine. Necesitaba venir a llorarlo acá.”

Los transeúntes caminan a paso tímido por la flamante peatonal. Miran hacia arriba como turistas. Ariel es uno de ellos. Mira despacio las fotos de los jóvenes, niños y bebés muertos expuestas en el “Santuario de nuestros ángeles de rock”, que se ubica en la peatonal, esquina Ecuador. La noche del 30 de diciembre de 2004, recuerda, vio por la televisión lo que pasaba y se acercó para ayudar. En el piso, “habían amontonado a los chicos que perdían la vida, uno sobre el otro”.

Cinthia Córdoba pasa con su nena del brazo. “Me parece bien que hayan abierto acá, porque antes tenía que dar una vuelta enorme para llegar al sanatorio”. A su recuerdo se le suma el del presidente de la Asociación de Vecinos Balvanera Sudoeste, que declaró que la reapertura hizo que se recuperara “la tranquilidad que había en la calle Hipólito Yrigoyen, donde antes circulaban cuatro líneas de colectivos y durante estos siete años tuvimos catorce”.

Informe: Rocío Magnani.