Domingo, 13 de mayo de 2012 | Hoy
SOCIEDAD › EL DEBATE SOBRE EL APELLIDO DE LOS BEBÉS QUE ABRE EL PROYECTO DEL NUEVO CODIGO CIVIL
El anteproyecto presentado por el Gobierno establece que los padres podrán poner a sus hijos el apellido de uno u otro, o ambos, en cualquier orden. Aquí, expertas en derechos de la mujer analizan la propuesta y evalúan cómo se hará efectiva mientras la desigualdad de géneros se mantenga en la pareja.
Por Sonia Santoro
El deseo de muchos hombres de tener un hijo varón para que su apellido no desaparezca tendrá un límite. El anteproyecto de reforma del Código Civil deja librado a la elección de cada pareja cuál de los dos apellidos poner o el orden en que se colocarán si deciden que lleve los dos. El hecho de que ya no sea obligatorio el apellido del padre pareciera un avance importante, sin embargo, si las relaciones en la pareja siguen siendo desiguales, ¿habrá hombres dispuestos a ceder ese privilegio tradicional? Expertas debaten sobre éstas y otras cuestiones que definirán algo tan importante como el nombre.
En 2008, el Gobierno había presentado un proyecto para modificar la ley del nombre 18.248, de 1969. Allí incorporaba el doble apellido obligatorio para los hijos (primero el del padre y después el de la madre). En este punto, la propuesta del nuevo Código es superadora de aquélla, que había generado algunos cuestionamientos.
El anteproyecto, que en estos momentos está siendo evaluado por el Gobierno y todavía puede sufrir modificaciones, plantea cambios importantes en el capítulo reservado al nombre.
De aprobarse, una persona nacida de un matrimonio llevará el apellido de alguno de los integrantes de esa pareja. La decisión de cuál será corresponderá a los cónyuges. Si no fuese posible llegar a un acuerdo, “se determina por sorteo realizado en el Registro del Estado Civil y Capacidad de las Personas”. Es opcional agregar el segundo apellido y pasado el tiempo, una vez que el interesado demuestre “edad y madurez” suficientes, “se puede agregar el apellido” que había quedado excluido inicialmente.
El anteproyecto dice, además, que todos los hijos de un mismo matrimonio deben llevar el mismo apellido que el primogénito; lo que evita que haya diferencias de apellidos incluso entre hermanos de padre y madre, como pasa en países como Brasil. Por otra parte, “el hijo extramatrimonial con un solo vínculo filial” llevará el apellido “de ese progenitor”. Se trata de medidas igualadoras de los hijos e hijas y evitan las confusiones para los niños, coincidieron expertas consultadas.
“El anteproyecto lo que incorpora es la decisión igualitaria voluntaria, en una convención privada (entre el padre y madre de ese niño) en que cualquier apellido puede ir primero y, esto es una novedad importante, que iguala a la madre y al padre en la identificación del hijo/a en cuanto a su nombre. Sí, me parece que va a ser conflictivo el sorteo si no hay acuerdo, de cualquier manera entiendo que no hay otra forma de resolverlo, sigue siendo igualitaria, decide el azar”, comentó la abogada especializada en temas de familia Carmen Storani.
El hecho de que ya no sea obligatorio el apellido del padre pareciera un avance importante, sin embargo, si los padres tienen que elegir cuál de los dos van a usar para nombrar a los hijos y las relaciones en la pareja siguen siendo desiguales, el cambio no parece tan sencillo. “Coincido en que no va a ser sencillo, ya que se deberá trabajar para que cada apellido, materno o paterno, sea lo mismo dentro de un principio de igualdad, de paridad en la sociedad. Es decir que no haya una ‘capitis deminutio’ (social) en cabeza del niño/a si lleva primero el apellido materno”, agregó Storani, ex presidenta de la Dirección General de la Mujer.
Un problema similar se plantea en torno de la modificación en el matrimonio. El anteproyecto dice que cualquiera de los cónyuges puede llevar el apellido del otro, usando, o no, el “de”. Desde el movimiento de mujeres se ha trabajado en el tema y cuestionado el uso del “de”, por lo que este anteproyecto da un paso adelante; sin embargo, nuevamente cabe preguntarse cuántos hombres estarán dispuestos a usar el “de” o a incorporar el apellido de su esposa. “El ‘de’ ha sido históricamente criticado por las feministas por la connotación a que la mujer era propiedad del esposo”, valora Marcela Rodríguez, diputada nacional del bloque Democracia Igualitaria y Participativa, pero “no se observan ventajas para mantenerlo, si se da la opción de adoptar el apellido del otro cónyuge”. Además, considera que desde el derecho “no corresponde un supuesto neutro (opcional para mujeres y varones) cuando el impacto diferencial de las normas ‘formalmente neutras’ termina siendo que el uso del ‘de’ en la mayoría de los casos probablemente sea por parte de mujeres”.
“Que el varón también pueda ponerse el apellido de la mujer... yo me río. Porque nos olvidamos de que estamos dentro de una cultura hegemónica patriarcal. Me parece hasta anecdótico. La mujer debería mantener su apellido y el hombre también”, coincidió Nina Brugo, presidenta de la Comisión Mujer del Colegio de Abogados de Buenos Aires, quien sin embargo valoró el espíritu progresista del anteproyecto.
Brugo recordó que en 1969 la costumbre de agregar la mujer el apellido del marido se convirtió en obligación por ley. Ella tenía un profesor muy conservador en la Universidad Católica, Guillermo Borda, que “un día dijo que si él pudiera, introduciría como obligación la incorporación a la ley del ‘de’. Yo fui la única en levantar la mano y decirle por qué si nadie era de nadie. Fue un escándalo”. Cuando llegó Juan Carlos Onganía al poder, Borda se convirtió en su ministro del Interior, y efectivamente el “de” fue obligatorio por ley.
Desde julio del año 2010 (por la Ley 26.618 de Matrimonio Igualitario), sin embargo, es optativo para la mujer casada añadir a su apellido del marido, precedido por la preposición “de”.
Para Storani, la propuesta del anteproyecto “es un verdadero logro. Sí entiendo que, en una primera etapa, será muy difícil la opción masculina. Sin embargo, creo que la norma incorporada al Código Civil sienta un principio y que la cultura por la igualdad en nuestra sociedad la deberá hacer realidad en un futuro. Son las personas las que deciden, pero es importante analizar que los usos y costumbres en un contexto social son determinantes”.
En este sentido, Nelly Minyersky, profesora de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires que colaboró en la redacción del anteproyecto, planteó que “son medidas que hay que tomarlas dentro del marco de qué es lo que pretende esta reforma en temas de familia, que es incorporar los principios de autonomía y libertad que tienen los tratados de derechos humanos. Al decir ‘no le impongo que lleve el del padre o el de la madre’ es un paso en pro de una mayor igualdad entre los progenitores. En el fondo tiene un contenido democrático, de respeto por el otro. Si se aplica o no se aplica, eso se verá en la práctica y con la actitud que tengan los funcionarios cuando se va a inscribir a los chicos”. “Pero también la ley tiene un efecto dialéctico –explicó–, recibe cambios culturales y también los propicia. Y por otro lado, habrá que difundir los derechos y que la gente los conozca. Hasta ahora el anteproyecto es motivo de interés porque era una necesidad.”
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