Lunes, 25 de junio de 2012 | Hoy
SOCIEDAD › UN EXPERTO EXPLICA QUé MOTIVA A LOS ARGENTINOS A ESTUDIAR IDIOMAS, CUáLES ELIGEN Y POR QUé
El inglés sigue siendo el más requerido, pero hay tendencias menos convencionales. Roberto Villarruel, del CUI, cuenta cómo cambia el estudio de idiomas con la situación política del país.
Por Carlos Rodríguez
Argentina es, en América latina, uno de los países donde más interés hay en el estudio de idiomas. Roberto Diego Villarruel, experto en la enseñanza de esa materia, asegura que desde el 2006 en adelante “hubo un crecimiento extraordinario en los inscriptos para estudiar idiomas que van desde el chino hasta las lenguas originarias, como el guaraní o el quechua”. Aunque también se registró una tendencia importante hacia el portugués, lo que más llama la atención es el auge por el aprendizaje del idioma chino “para el que se anotan personas que tienen argumentos tan diversos como decir que lo hacen para leer a Confucio en su idioma original, para saber más sobre medicinas alternativas o simplemente para hacer karaoke en chino” en reuniones privadas donde se sigue la onda oriental que introdujo en el país hace unos años el humorista Alfredo Casero con sus canciones en japonés.
Villarruel es el director del Centro Universitario de Idiomas (CUI) de las facultades de Agronomía y de Ciencias Económicas de la UBA, a punto de cumplir veinte años de vida. La tendencia que llevó al notable crecimiento de la demanda comenzó en 2001, durante la crisis, cuando “las mismas personas que hacían cola en las embajadas para salir del país, se anotaban para aprender italiano, francés y, por supuesto, inglés, pero ahora las cosas han ido cambiando y son otros los idiomas que están de moda”. Del mismo modo en que los argentinos estudian chino, hay ciudadanos de la República Popular China que llegan a Buenos Aires “para aprender el castellano y ¡sorpresa!: hasta el guaraní”.
Sobre esta “excentricidad”, Villarruel ensaya una respuesta. “No soy experto en la materia, pero hay historiadores que dicen que el chino y el guaraní tienen alguna raíz común. Tuvimos un profesor que sostenía que la palabra Iguazú tiene una raíz china. Las cataratas son del Iguazú, que en guaraní significa ‘agua grande’. Dicen que una palabra en chino, similar a Iguazú, significa algo así como ‘agua del cielo’. Lo único que puedo corroborar es que tenemos a un ciudadano chino estudiando guaraní.”
–¿Qué está pasando en el CUI desde el 2006?
–Los focos que se advierten son la diversidad y la masividad. Tenemos una inscripción estable de 18 mil alumnos promedio por cuatrimestre. Para anotarse no hay restricción alguna a partir de los 17 años. Se anotan jóvenes, mayores, amas de casa, profesionales, laburantes.
–¿A qué apunta el programa de enseñanza?
–Capacitamos a los docentes en la diversidad, porque en el aula hay diferentes expectativas y enfoques. La idea no es trabajar el idioma sólo como herramienta sino también como un factor de formación personal, para expresar lo que pensás en otro idioma. Trabajamos sobre la comunicación, sobre la cultura que hay detrás de cada idioma, no sólo para que la gente sepa como pedir un café en otro idioma, porque eso se aprende rápido.
–¿Cuántos idiomas se pueden aprender en el CUI?
–Hoy ofrecemos 22 idiomas. Un curso, lo que nosotros llamamos un nivel, dura 48 horas un cuatrimestre o un bimestre, si es un curso intensivo.
–¿Hay mucho interés por estudiar idiomas?
–Hay una gran propensión al aprendizaje, mucho más que en otros países. Es algo que está instalado. En todos los idiomas, incluso abrimos un curso de latín porque había gente que lo pedía. Ahora tenemos cuatro grupos de latín. Y las lenguas originarias, que es uno de nuestros orgullos.
–¿Es verdad que el idioma chino está de moda?
–Teníamos como proyecto lanzar la enseñanza de ese idioma y la estimación que hicimos era tener entre 60 y 100 alumnos. Se anotaron 600 y ahora tenemos 800. Todo empezó el año en que (Néstor) Kirchner fue a China y vino a la Argentina Zhou Xiaochuan (del Banco oficial chino). Era cuando se decía que los chinos iban a pagar la deuda externa. Para mejorar la oferta viajé en 2005 a China para saber qué estaba pasando. Fui pensando en Mao y en la Revolución Cultural, pero me encontré con otras realidades. Los alumnos que estudiaban chino era gente que ya venía realizando estudios orientales, por las terapias alternativas, porque leían a Lao Tsé o vaya a saber por qué. Ahora la economía china tiene una gran presencia en el mundo, pero muchos alumnos no tienen un interés laboral. Hoy tenemos 800 estudiantes, cifra que no debe haber en ningún país de Sudamérica.
–¿Qué otro idioma creció?
–El portugués, cuyo crecimiento tuvo que ver con los vaivenes del Mercosur. Tuvo una primera oleada hacia fines de los ochenta, después cayó bastante y volvió a crecer a partir de la llegada al gobierno de Lula Da Silva. Muchos llegan diciendo que saben hablar en portugués, pero luego se dan cuenta que no es un idioma tan fácil. Nosotros ponemos el eje en la comunicación, porque la gente dice “quiero entender y hablar”, salvo casos específicos, como los que aprenden chino para leer a Confucio en chino.
–¿Y qué pasa con el inglés?
–Sigue siendo el más requerido, porque tiene un fuerte contenido instrumental. Es como era el piano. A mi mamá se lo obligaban a tocar.
Todos dicen “tengo que saber inglés”, aunque después no lo usen nunca. Es una herramienta de selección de personal. Te ponen se requiere inglés, para que en lugar de recibir a mil aspirantes, lleguen quinientos. Mucha gente no se banca el inglés, pero lo necesita. Por eso reforzamos el interés sobre el inglés porque usamos mucho ese idioma en lo cotidiano. La música que escuchamos, las palabras incorporadas al lenguaje de todos los días.
–¿Qué edades tienen los alumnos?
–El grueso de los inscriptos tiene entre 18 y 35 años, pero hay también gente mayor que estudia idiomas por realizar un ejercicio mental. Algunos estudian chino o polaco para tener la cabeza ocupada. “No me quiero dedicar a las palabras cruzadas”, dicen. Estudian para mantener viva la exigencia intelectual. Hay muchos estudiantes de 35 a 45 años, y matrimonios. Más del 20 por ciento de la matrícula estudia dos idiomas.
–¿También tienen estudiantes extranjeros?
–Vienen al Programa Español para Extranjeros. Hay ciudadanos chinos que vienen a estudiar español para volverse luego a China, pero también tenemos 70 alumnos que hoy están estudiando en universidades argentinas. Desde 2006 han pasado cerca de 400 alumnos chinos que aprendieron español.
–Otro tema de interés es el auge del estudio de lenguas originarias.
–En los últimos cuatro o cinco años, es creciente el número de los que vienen a estudiar estas lenguas. Es una tendencia que crece en toda América latina. Una parte son descendientes de familias que fueron perdiendo la lengua y vienen a recuperar el idioma de padres o abuelos. También hay un grupo al que le interesa el idioma para aprender más sobre la historia de los pueblos originarios. Las comunidades tienen hoy una presencia mucho más importante y eso dio un impulso muy grande. Primero hay que decir que hay muchos quechua hablantes y también muchos guaraníes. Y muchos que hablan el aymara, como Evo (Morales), pero todavía no damos ese idioma. Hay mucho interés por el tema cultural.
–Dicen que hay mucho interés por el mapuche.
–Es curioso porque el mapuche, dentro de las lenguas originarias, es una lengua de las más difíciles porque no tiene escritura y por lo pronto no llegó a sistematizarse. Es diferente el caso del quechua, que tienen hasta una Academia Nacional en Perú y lo mismo ocurre con el guaraní, lengua oficial en Paraguay. El mapuche es muy complicado, pero lo mapuche está muy instalado en el sur del país. Eso le dio un impulso muy grande y la gente quiere aprender mapuche. Es difícil conseguir profesores, pero hay mucho interés. Hay que tener en cuenta que las etnias del sur fueron más arrasadas que las del norte, que han tenido más asimilación entre la población. Como anécdota de lenguas originarias, recuerdo a unos técnicos de Telecom que aprendieron quechua porque tenían que instalar unas torres en una zona del sur del país donde nadie hablaba español.
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