Lunes, 31 de diciembre de 2012 | Hoy
SOCIEDAD › EL FILóSOFO HéCTOR PALMA INVESTIGó LO ERRóNEO DEL PERIODISMO CIENTíFICO
Doctor en Filosofía y profesor de la Universidad de San Martín, Héctor Palma señala la liviandad con que suele informar el periodismo científico. En su libro, Infidelidad genética y hormigas corruptas, analiza 400 artículos y hace sus críticas.
Por Sonia Santoro
¿Existe el gen de la fidelidad conyugal? ¿Las hormigas son corruptas? Preguntas y afirmaciones de este tipo aparecen a diario en los medios masivos de comunicación. Muchas veces se cita una ignota universidad de un país lejano para justificar aseveraciones de lo más disparatadas. Héctor Palma estudió más de 400 artículos aparecidos en los diarios argentinos en los últimos diez años y está en condiciones de afirmar que el periodismo científico está en problemas. El análisis está plasmado en la investigación Infidelidad genética y hormigas corruptas. Una crítica al periodismo científico (Editorial Teseo). El problema principal, dice, es que se está construyendo una imagen ingenua y estereotipada de la ciencia.
Palma, que es doctor en Filosofía, viene problematizando sobre los alcances del mejoramiento genético de los seres humanos, así como sobre la evolución de la ciencia. Trabaja actualmente en la Universidad Nacional de San Martin, donde es –desde 2003– profesor de Filosofía de las Ciencias, docente de posgrado e investigador del Centro de Estudios sobre la Ciencia y la Tecnología J. Banini.
Hace unos años, Palma empezó a ver muchos artículos en los diarios que le hacían ruido por las cosas que decían o por la forma en que lo decían. Entonces los llevaba a sus clases y trabajaba sobre ellos para reflexionar sobre el papel de la ciencia en la cultura no científica. Así pudo notar que no se trataba de casos aislados, sino que sistemáticamente aparecían artículos con problemas.
Entonces recopiló todo lo que había disponible en la web, unos diez años más o menos, unos 400 artículos, y con esa muestra más que significativa empezó a analizar. “El libro tiene dos registros –sintetiza–. Un registro que es casi divertido, si no fuera tan triste, donde se muestran cosas que son francamente absurdas. Pero tiene otro registro que es más de proponer una discusión que yo creo que no se ha dado.”
–En el libro hace una distinción entre periodismo científico y comunicación pública de la ciencia...
–Tiene que ver en principio con el medio que se usa. Yo tomé artículos periodísticos que salen en grandes medios, básicamente en La Nación, Clarín, Página/12, algunas páginas de Internet. Y muchos son traducciones de artículos extranjeros, es decir, que no es solamente un problema local. Pero hay otras formas: también hay películas, hay divulgación que se hace en libros, revistas especializadas que en general suelen tener más calidad y menos llegada. Pero yo me circunscribí al periodismo científico en grandes medios, que es lo que la gente lee, básicamente.
–¿Cuál es el problema más importante que encontró?
–Problemas hay varios. Hay ciertos patrones que aparecen todo el tiempo. El gran problema básico es que, más allá del contenido específico de cada artículo, lo que transmiten es una imagen completamente equivocada de la ciencia. Una imagen ingenua, estereotipada. La ciencia como una especie de campeonato de records y cosas por el estilo. Y me parece que ésa es la imagen que queda en el público que lee. Ese es el problema más serio y por eso no cumple con los objetivos que se da a sí mismo el periodismo científico.
–Aparece mucha adhesión al determinismo biológico y a que todo se explique por los genes.
–Ese es uno de los patrones que aparece. Es muy fuerte. Esa idea de un gen, un rasgo. Eso biológicamente es falso, sin embargo funciona. Yo entiendo: el periodismo tiene cierta lógica. La lógica es poner un titular que sea atrayente, que la gente lo lea. Pero estás transmitiendo una cosa que por lo menos es muy controvertida. Incluso, si uno analiza con más detalle, lo que transmite es una imagen absolutamente tecnocrática y omnipotente de la ciencia: todos los problemas se van a resolver por la intervención biológica. No es así.
–Llaman la atención, especialmente en relación con los comportamientos sociales, “el gen gay” y el “del amor hacia los hijos y la personalidad romántica”.
–Comportamientos que tienen que ver con la biografía de cada uno, con el entorno. De eso está lleno.
–A veces no es sólo que las notas están mal hechas sino que hablan de investigaciones que son deficientes.
–De eso hay muchos casos, pero van a constituir el próximo libro. Ahora yo tomé esto, pero uno no sabe exactamente a qué responde esta lógica periodística. A veces sí responde a la lógica del medio, del periodista al que no le importa. Pero otras veces hay muchos casos de científicos que son unos chantas, sencillamente. Hay toda una cultura científica que es muy mediática. Como el que anunció que había descubierto el gen de Dios y sacó un libro. Es un chanta y está lleno de chantas.
–¿Encontró algún tipo de orientación entre la política del medio y la producción de este tipo de artículos?
–No lo encontré. Quizá porque no busqué bien. Tampoco me metí en temas que no eran la idea del libro, por ejemplo la relación con grupos de lobby, empresarios, laboratorios. Eso hay mucho, sé que está, pero no lo busqué.
–Entonces, ¿a qué responden las deficiencias en el periodismo científico?
–Yo creo que la divulgación científica o el periodismo científico en particular deberían ser una formación académica como cualquier otra. Lo que uno ve es que en general son periodistas a los que les interesa, y que hacen lo que pueden, e investigan los que hacen divulgación. O son científicos a los que les gusta aparecer en los medios o que obtienen algún premio y entonces eso los habilita a meterse en cualquier cosa. Exagerando un poco, yo digo que es como un campo de saqueo porque son todos intrusos, metafóricamente. A mí me parece que debería ser una formación académica como cualquier otra. Porque el dato científico es distinto del dato corriente de cuando se hace una investigación periodística.
–También puede tener que ver con una lógica de los medios de que todos hagan todo, en contra de la especialización.
–Claro. Entonces el periodista hace lo que puede. Hay una parte que es difícil, que es la lógica periodística, donde no tengo más que decir “que cambien las cosas”. Si vos pretendés manejar la noticia científica con la lógica periodística no funciona, porque la ciencia es mucho más estable, aburrida, paulatina que lo que la lógica periodística requiere, donde necesitás el titular, la cosa que brille. Ahora, en cuanto a lo otro, tendría que ser una formación académica. Con una formación epistemológica y en historia de la ciencia importante. Porque el periodista nunca va a ser un científico, entonces más bien lo que tiene que tener es una mirada externa, global, de cuál es el significado social de la ciencia, más allá de conocer si la enzima tal hace tal cosa o tal otra.
–¿Es posible hacer que la ciencia sea masiva?
–Hay una paradoja, un dilema que me parece irresoluble. Por un lado, son esas tareas que son imposibles de llevar a cabo de manera eficiente y como a uno le gustaría, pero tampoco se puede renunciar a ellas. Estás siempre como un paso atrás. Yo creo que hay que hacerlo. La crítica que hay en el libro es que así no. Así no se puede hacer.
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