Viernes, 14 de febrero de 2014 | Hoy
SOCIEDAD › INVESTIGADORES DEL CONICET DESCUBRIERON COMO COMBATIR TUMORES QUE SON RESISTENTES AL TRATAMIENTO CONVENCIONAL
La prestigiosa revista especializada Cell dedicó su tapa al desarrollo del equipo que dirige el investigador Gabriel Rabinovich y destacó que se trata de un “avance de punta”. El científico presentó ayer el hallazgo junto al ministro de Ciencia, Lino Barañao.
Por Pedro Lipcovich
Un equipo de investigadores del Conicet desarrolló un nuevo recurso terapéutico para tumores resistentes a otros tratamientos. Los resultados de su trabajo se publicaron en la prestigiosa revista especializada Cell, que les dedicó la tapa de su edición de ayer. El nuevo método fue ensayado en animales de laboratorio, para tumores de mama, próstata y pulmón, y se anota en una de las principales estrategias que ya se utilizan contra el cáncer: impedir que el tumor obligue al organismo a generar vasos sanguíneos para nutrir su desarrollo maligno. Existen medicamentos para bloquear esta capacidad de los tumores, aunque a veces funcionan, a veces no, y a veces primero funcionan, pero después pierden su aptitud terapéutica. El equipo científico –dirigido por el investigador Gabriel Rabinovich– encontró una causa para esos fracasos, y descubrió y patentó un producto capaz de remediarlos. En caso de que los ensayos clínicos sobre seres humanos den resultado, el nuevo abordaje podría servir también para otras enfermedades, como la retinopatía diabética.
La revista Cell publica una nota editorial firmada por Pamela Stanley que incluye esta investigación en la categoría de los “avances de punta” en ciencia. El trabajo fue desarrollado en el Instituto de Biología y Medicina Experimental (Ibyme), dependiente del Conicet, donde Rabinovich –-que también es profesor en la UBA– se desempeña como investigador principal. Entre los firmantes del artículo en Cell están también los investigadores Mariana Salatino, Diego Croci y Juan Pablo Cerliani. En la presentación del trabajo, ayer en el Ibyme, participó Lino Barañao, ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva.
Los tumores malignos, como todos los tejidos del organismo, necesitan los nutrientes y el oxígeno que aporta la sangre; en realidad, el tumor, para sostener su crecimiento enloquecido, requiere grandes cantidades de oxígeno. Pero, para obtener su ración de sangre, debe convencer al organismo de que extienda su aparato circulatorio para nutrirlo, a él, que se dispone a matarlo. Con este fin, el tumor emite una sustancia llamada “factor de crecimiento endotelial vascular” (VEGF). Cuando esa sustancia entra en contacto con las células de la pared interna de los vasos sanguíneos, éstas se ven estimuladas a proliferar, ramificarse y formar así una red vascular, caótica y aberrante como el tumor mismo, que cumple en nutrirlo.
La existencia de esa arma de los tumores, el VEGF, fue descubierta en 1989, y eso permitió desarrollar terapias para contrarrestar su efecto: anticuerpos monoclonales (una vez más, la huella de César Milstein) que “secuestran” esa sustancia, de modo que el tumor pierde la posibilidad de ordenarle al organismo que le fabrique vasos sanguíneos. Desde 1994, estos tratamientos quedaron incorporados: “Son una de las terapias más importantes contra el cáncer”, puntualizó ayer Rabinovich, y planteó la cuestión sobre la que se organizó su investigación: “Si bien hay tumores sensibles al tratamiento anti-VEGF, otros no responden a este tratamiento, y otros responden primero, pero luego se hacen resistentes. ¿Por qué?”
El equipo del Conicet encontró una respuesta a esa pregunta y fue “gracias a un hallazgo casual, que nos encontró trabajando”, graficó Rabinovich. El hallazgo casual fue que en esas células de los vasos sanguíneos, en los mismos receptores, los mismos lugarcitos de la membrana celular donde se engancha el VEGF para obligarlas a ser esclavas del tumor, allí mismo puede engancharse otra sustancia, una proteína llamada Galectina-1 (Gal1), que puede ser tan dañina como el VEGF.
El hallazgo los encontró trabajando porque, desde su tesis doctoral en 1993, Rabinovich venía estudiando la Gal1. En 2004, en un trabajo publicado en Cancer Cell, su equipo mostró que los tumores se servían de la Gal1 para evadir la respuesta inmunitaria, para lograr que las células del sistema defensivo del organismo no los destruyan. Rabinovich destacó que la incorporación al equipo de los investigadores Diego Croci –con conocimientos especializados en vascularización– y Mariana Salatino –con experticia en tumores– permitió dar el siguiente paso.
Este paso, el que Cell destaca en su tapa, consistió en discernir que en tumores resistentes a los tratamientos contra el VEGF, lo que pasó fue que la Gal1 pasó a cumplir, al servicio del tumor, la misma función que hubiera desarrollado el VEGF. La terapia anti-VEGF no resulta porque la Gal1 lo reemplaza. ¿Y si se desarrollara un nuevo anticuerpo monoclonal, esta vez contra la Gal1? El equipo del Conicet lo de-sarrolló, lo probó en animales de laboratorio y así consiguió que los tumores resistentes pasaran a ser sensibles al tratamiento.
En realidad, en los experimentos con animales de laboratorio, el nuevo producto tiene dos efectos: “En tiempos cortos de tratamiento, reorganiza los vasos sanguíneos que ya nutren al tumor, permitiendo así el acceso de células inmunitarias que lo combatan; en tiempos más largos, impide el desarrollo de nuevos vasos que sirvan al tumor”.
Este anticuerpo monoclonal fue patentado por el equipo del Conicet, y hoy se desarrollan tratativas con empresas farmacéuticas con la perspectiva de avanzar hacia su uso terapéutico en seres humanos. Este proyecto implica varias etapas, que –si todo va bien– requerirán años: primero hay que “humanizar” el anticuerpo monoclonal, hasta ahora utilizado para ratones, de modo que no provoque rechazo en el organismo de las personas; entretanto, hay que probarlo en animales superiores; luego habrá que seguir las distintas fases de experimentación sobre seres humanos. Esto requerirá años pero, en caso de que todo vaya bien, la perspectiva es un avance infrecuente en el tratamiento de los cánceres.
Y quizá no sólo de cánceres. “Hay enfermedades oftalmológicas, como la retinopatía diabética o la degeneración macular progresiva, donde también hay formación aberrante de vasos sanguíneos y que podrían responder a este tratamiento: estamos en diálogo con oftalmólogos”, agregó Rabinovich. El trabajo en Cell también menciona la posible aplicación en enfermedades cardiovasculares: “En este caso se presenta la situación inversa –explicó Rabinovich–: el corazón infartado tiene carencia de oxígeno, y administrar Gal1 podría contribuir a desarrollar vasos que lo nutran”.
Rabinovich destacó que “la investigación se financió sólo con fondos argentinos”. Estos provinieron de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, dependiente del Ministerio de Ciencia y Tecnología; del Conicet; de la Universidad de Buenos Aires, de la Fundación Sales y de donaciones de las familias Ferioli y Ostry.
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