SOCIEDAD › OPINIóN

Adiós a una luchadora feminista

 Por Mariana Carbajal

Cuando todavía tenía a flor de piel la tristeza por el fallecimiento de una jurista feminista de la talla de Carmen Argibay, me sorprendió la triste noticia de otra pérdida de una gran luchadora por los derechos de las mujeres. Ayer por la mañana partió la abogada y socióloga feminista Haydée Birgin. Se quedó dormida en la noche del lunes y no despertó, en su departamento frente al zoológico. Tenía 75 años, casi la misma edad que la doctora Argibay. Y como la jueza de la Corte Suprema, dejó huella a su andar. Tal vez uno de sus grandes legados haya sido la creación, en 2003, del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), que desde hace varios años dirige otra destacada abogada formada al lado de Birgin, como es Natalia Gherardi. Desde ELA se han promovido acciones de incidencia, en políticas públicas y a través de litigios estratégicos y del trabajo en redes, con el fin claro de promover la equidad de género. Birgin fue una gran impulsora de redes.

Hacía más de un año que su salud se iba deteriorando, pero seguía trabajando, en la medida en que su cuerpo se lo permitía. Este lunes, de hecho, fue a las oficinas de ELA y participó de una reunión con el resto del equipo. Generosa, solidaria, afectuosa, así la recuerdan quienes tuvieron el privilegio de trabajar cerca de ella.

Haydée fue una de las primeras especialistas en América latina que vio el problema de la violencia hacia las mujeres más allá del delito penal, y se preocupó hace muchos años por promover lo que luego serían las leyes de “protección de la violencia familiar”, habilitando la intervención rápida y cautelar de la Justicia civil, que podría actuar con más rapidez y menos restricciones que los jueces penales, para imponer órdenes de protección y medidas de no acercamiento. Cuando la contracepción quirúrgica estaba prohibida salvo indicación médica –y aun así era difícil acceder a esa práctica hasta que se legalizó en 2006–, litigó para conseguir ligaduras a mujeres que las necesitaban. Defendió el derecho al aborto, puso en discusión el acceso a la Justicia como garantía de equidad y últimamente, desde ELA, planteó la necesidad de implementar políticas de cuidado –“que haya más guarderías, más jardines maternales”, decía–, en el camino de la igualdad entre hombres y mujeres.

Creció en un hogar de clase media porteño, donde tanto su padre –dueño de una papelería comercial– como su madre –ama de casa– le inculcaron desde chica que tenía que estudiar para trabajar y trabajar para tener independencia económica. Con ese mandato ingresó en 1958 a la Facultad de Derecho en la UBA. “La gente cree que yo era feminista en la facultad. La verdad es que no fue así. Siempre fui muy reivindicativa. Yo peleaba los espacios de la mujer. En los centros de estudiantes, las mujeres siempre ocupaban el lugar de secretaria de actas. Cuando a mí me tocó ser candidata a algo peleé no ser secretaria de actas. Entonces, fui tesorera. Lo mismo cuando fue la primera toma contra los fascistas en la facultad, vienen y dicen: las mujeres no participan. A mí me dio un ataque. Las únicas dos que protestamos fuimos una amiga y yo. La gente se acuerda de esas cosas y me asocia como feminista”, me decía en una entrevista que le realicé un año atrás.

Su entrada al feminismo vino de la mano de la historiadora española y activista Marysa Navarro. “Ella empezó a venir a la Argentina y juntaba gente para que escucharan sus charlas. Eran fines de los ’60, había pasado el Mayo Francés. Pasé muchos años encontrando dentro del marxismo una explicación que me permitiera definir el feminismo. Fue un delirio. Después vino el Año Internacional de la Mujer, en 1975, y decidimos formar un grupo”, me contaba Haydée. En ese grupo, me contó, estaba la austríaca Mimi Langer, quien peleó en la Guerra Civil Española, se exilió y fue pionera del psicoanálisis en el país. “Estuvimos reunidas un año y no fuimos capaces de escribir una página. Después algunas nos fuimos. Y el grupo se deshizo”, me apuntó. Haydée y su entonces esposo –diputado– junto a su hija Mariana tuvieron que dejar el país perseguidos por la Triple A y se instalaron en México. Entre 1973 y 1976 fue secretaria del bloque de la Alianza Popular Revolucionaria (APR). En México profundizó su vínculo con el feminismo, donde conoció a Marta Lamas, con quien compartió una entrañable amistad, que perduró hasta la actualidad.

Al regreso del exilio, fue una de las fundadoras de Lugar de Mujer, que ocupó el quinto piso del famoso edificio de los 70 balcones, en Corrientes y Pueyrredón. Y se trató de uno de los primeros espacios de producción y de debate de ideas feministas que se abrieron con el regreso a la democracia. Durante el gobierno de Alfonsín, Haydée fue coordinadora de la Unidad de Planeamiento de la Subsecretaría de la Mujer.

Sobre el momento actual en relación con la situación de las mujeres en el país, Haydée pensaba que se había avanzado “una barbaridad” en lo que las italianas dicen que es “el fin del patriarcado”. “Ya ninguna mujer piensa que está bien que la discriminen o la golpeen. Lo cual no significa que no la sigan discriminando o golpeando. Pero ya nadie cree que eso es correcto o está bien. Creo que el feminismo en la Argentina avanzó en eso, en la toma de conciencia. Pero de ahí a irradiar... falta mucho”, se lamentaba. Gracias, Haydée, por tus enormes aportes.

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