Martes, 19 de julio de 2016 | Hoy
SOCIEDAD › ABRIó LA MEGAMUESTRA DE CIENCIA Y TéCNICA EN EL PREDIO DE VILLA MARTELLI
Pese a las críticas recibidas, la exposición que en su momento Macri no autorizó mantiene los principales atractivos anteriores, aunque con mayor presencia privada y sin espacios para reflexionar sobre soberanía económica y desarrollo independiente.
Por Soledad Vallejos
El gran dinosaurio, el avión y el trencito que va de General Paz a Zufriategui siguen ahí, en la entrada de Tecnópolis, para recibir a los visitantes, que a las 11.58 celebraron porque las puertas se entornaban y dos minutos después se abalanzaban predio adentro. Detrás, mientras esperaba el carrito que lo llevara junto con funcionarios y periodistas hasta la tierra de los laberintos inflables, el titular del Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos, Hernán Lombardi, posaba para fotos con visitantes que lo reconocían. Gabriela Ricardez, responsable de la Secretaria de Contenidos, explicaba a este diario cambios y continuidades de Tecnópolis en esta primera apertura bajo el nuevo gobierno. “Nosotros vinimos en los últimos días de la edición anterior y después recibimos el parque. Después nos tomamos tres meses para decidir qué continuaba y qué debía cambiar”, resumió la funcionaria. “Resolvimos que debían continuar contenidos como los de Educación, del ministerio de Ciencia y Técnica, de tecnología, y que no teníamos que continuar lo que consideramos pseudo atracciones, cosas que tenían bajada de línea gubernamental disfrazadas de contenido”, dijo Ricardez, que detalló que en el segundo grupo revestían “cosas como el ascensor económico, que había presentado el ministerio de Economía, o la exposicion de cosas propias de la gestión. Hay ministerios que no tienen cosas para mostrar acá. Lo de Economía es una cosa técnica, por ejemplo”.
A simple vista, el predio de Villa Martelli no cambió. Pasado el mediodía, por las calles que surcan las 60 hectáreas, avanzaban niños de las manos de su padres y madres, familias con bolsos materos y algo para armar picnic, grupos de adolescentes en el primer día de las vacaciones de invierno, durante las cuales el lugar permanecerá abierto de 12 a 20 (después, cuando reinicien las clases, y hasta el fin de la muestra, el 10 de octubre, el horario se modificará). Sobre el ingreso, pasando el ya clásico arco de bienvenida, sonaba rock nacional, de a ratos porque estaba programado en la radio propia de Tecnópolis, y de a ratos porque formaba parte de la programación de la FM Nacional Rock, que transmitirá parte de sus contenidos desde el predio.
“Tenemos un énfasis fuerte en los medios públicos y en las redes sociales”, dijo Lombardi, algo que luego Ricárdez reforzó, al señalar que los espacios dedicados a “nuevos creadores y nuevos medios” son parte de las apuestas de este año, a tal punto que se pueden encontrar a poco de entrar al lugar, por avenida General Paz. Por eso, en esos primeros metros del recorrido, cerca del lugar desde donde transmite la radio y de donde continúa la exhibición del proyecto Pampa Azul (la articulación de proyectos interdisciplinarios de campañas científicas en el océano argentino), está el Club Estilo, el Club de Creadores, el de Gaming y el de Streaming, “espacios para que los chicos puedan aprender y hacer stylying en redes, música y humor, aprendan a usar islas de edición, hagan talleres con creadores”, explicó Ricárdez.
Un poco más allá, antes de llegar a los laberintos (“en homenaje a los 30 años del fallecimiento de Borges pensamos esos laberintos”, dijo Gabriela Urteaga, a cargo del espacio que ahora tiene recorridos inflables pero que irá mutando con las semanas) y al lado de La reciclería (donde la Fundación León Ferrari y el grupo Doceñar enseñan a reciclar objetos o ropa, junto con artistas), veinte, treinta personas hacían cola ante una cabina montada en la caja de un camión. Dentro de la cabina, y bajo el enorme auspicio de una firma de tecnología, dos chicos, una señora y un señor gritaban como si fuera el fin del mundo: estaban probando un dispositivo de realidad virtual que, como mostraba una pantalla detrás de ellos, les hacía creer que estaban en una montaña rusa bravísima. Casi al final de la fila, un cartel como de vía pública daba cuenta de otras empresas que tienen participación en Tecnópolis este año (18 en total, incluyendo a la de tecnología) con propuestas que van desde el espacio propio (como “La casita de Pampers”) hasta el regalo de una bolsita de muestras gratis que un grupo de promotoras entregaba a los visitantes que llegaban al predio (este diario recolectó una muestra de shampoo, una de enjuague, una de shampoo anticaspa y un pequeño dentífrico, además de material publicitario impreso). “La idea es brindar servicios. Una de las firmas dispuso baños con cambiadores para que madres y padres puedan cambiar los pañales, en otro espacio hay un lactario. Esas firmas continúan muchas de las cosas anteriores”, aseguró Ricardez.
Algunos chicos se encaminaban hacia la Feria del Libro Infantil y Juvenil, que una vez más continuará en Tecnópolis hasta el 31 de este mes. También continúan, aunque hasta octubre, el skatepark y espacios de servicio, como el vacunatorio del ministerio de Salud. Otros espacios, como el que hasta el año pasado se dedicaba a hip hop, cambiaron: “ahí, ahora buscamos que convivan músicos emergentes y consagrados en el espacio Mil horas; también hay otro sector de música y deporte”, explicó Alejandra Cuevas, directora de Tecnópolis, quien agregó: “queremos sumar público, que venga gente que no había venido”. Por otra parte, “este año en lugar de un festival gastronómico concentrado en pocos días, como Raíz, vamos a tener festivales que duren un mes. Este primer mes es Sabores de la patria; el que viene, Sabores latinos, y el último, Sabores del mundo”. Hasta entonces, en distintas zonas del parque se distribuyen puestos de comida, de los clásicos y de los food trucks que ya se veían a fines del año pasado.
Del pabellón de la Universidad Nacional de Tres de Febrero llegaba un sonido casi espectral, tan sorpresivo como variable. Adentro, en la penumbra, estudiantes de Artes Electrónicas daban a probar a quienes entraban un mouse 3D, que en realidad quedaba enmascarado en un cubo grande y respondía “de manera contraintuitiva”: un movimiento trazaba un dibujo moroso, de colores, de luces de colores, sobre una pared; otro sumaba un sonido; otro le daba más volumen. El cubo, primero, lo tenía una persona, pero luego pasaba de mano en mano, hasta que las ganas de entender de qué se trataba le ganaba a la timidez, y chicas y chicos quedaban como hipnotizados. “Este prototipo que se ve acá es un año de laburo nuestro. Yo estoy emocionada de ver las respuestas de la gente, y de leer lo que después ponen en una encuesta que les pedimos, para ir marcando o cambiando cosas en nuestro trabajo”, dijo Gala González, una de las estudiantes a cargo de ver qué pasa en el lugar con su propia investigación y creación. El mouse 3D, explicó, no sólo es un objeto bello: en realidad fue pensado para servir en neurorehabilitación, por eso su funcionamiento no intuitivo y esa vocación de “provocar interacción con el entorno y entre las personas”. “Vamos a seguir trabajando en este prototipo con las observaciones que recojamos acá, y después vamos a empezar a trabajar en prótesis electromecánicas no funcionales: la primera mano que imprimimos en 3D a alguien que necesita la prótesis va a ser una mano con la forma y la funcionalidad de cualquier mano; pero para la segunda le vamos a preguntar ‘¿cómo te gustaría que fuera tu mano, qué te gustaría que hiciera?’ y de acuerdo a las respuestas, la vamos a prototipar.”
Una vez más, en uno de los rincones del parque se alza una réplica del Tronador, el cohete de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae), ante cuyo stand esperaba una larga fila de niños y adultos. Adentro, entre luces azules y pantallas táctiles, espera una experiencia interactiva para aprender sobre satélites y trabajo de laboratorios en registros 3D, juegos y videos registrados en 360 grados, para conocer palmo a palmo el lugar en que trabajan los científicos. Al otro lado de una cortina, tres enormes pantallas azules roban el protagonismo a otros tantos tableros, también iluminados pero con un mar de lucecitas, en los que dos actores-operadores reciben a los visitantes para hacerlos vivir el simulacro de un despegue y enseñarles los componentes del cohete. El asombro, claro, sonó minutos después: la cuenta regresiva, la vibración, el simulador del despegue nunca llegan en silencio.
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