SOCIEDAD › DOS DOCTORES EN FISICA QUE TRABAJAN EN LA RESOLUCION DE CASOS JUDICIALES
Elemental, mi querido Einstein
Investigaron accidentes de autos, avalanchas de nieve y aerosillas que se cayeron. Su pericia más famosa detectó cómo mataron a Teresa Rodríguez analizando el eco de los disparos. Ahora usaron esa técnica en el caso Kosteki. Aquí cuentan cómo es entrar en un mundo de crímenes y accidentes.
Por Andrea Ferrari
Uno diría que un par de doctores en física no tienen nada que ver con ese mundo un poco sórdido que rodea la escena de un crimen o de un accidente fatal. Pero Willy Pregliasco y Ernesto Martínez dirían lo contrario. Ellos coordinan un equipo de física forense que tiene su base en el Instituto Balseiro, de Bariloche, y por eso han metido sus científicas narices en más de un caso judicial. La más impactante de sus pericias fue la que permitió determinar, en el caso de la muerte de Teresa Rodríguez en Cutral-Có, el lugar desde donde partió la bala asesina por medio del registro del eco que produjo el sonido de los disparos al rebotar contra varios postes. Ahora acaban de aplicar ese mismo sistema en el caso de la masacre de Avellaneda, para señalar de dónde salió la bala que acabó con la vida de Maximiliano Kosteki. Es tan espectacular la técnica que fue copiada en la televisión norteamericana: los guionistas de la popular serie CSI –protagonizada por investigadores forenses– leyeron sobre el caso y utilizaron ese sistema en un capítulo reciente.
Pregliasco y Martínez llevan un buen tiempo trabajando juntos, y además de hacer ellos mismos varias pericias, entrenan a otros en las técnicas de física forense a través de cursos y seminarios. Si bien la resolución del crimen de Teresa Rodríguez –que Página/12 dio a conocer tiempo atrás– es el caso más renombrado, en la práctica son requeridos más a menudo para entender, por ejemplo, cómo leer las huellas de una frenada en un accidente fatal.
–¿Qué es la física forense?
–La física forense es un invento –dice Pregliasco–, no existía antes en la Argentina. Tal vez lo más correcto sería llamarlo aplicaciones forenses de la física, ya que no es una disciplina aparte. Hay técnicas que son relativamente estándares, como las que se utilizan para reconstruir accidentes, pero hay casos en que todo lo que hay que saber lo aprendemos para esa pericia. Creo que es un problema más metodológico que otra cosa: es emplear el método científico para encarar la solución de un caso.
–Ustedes vendrían a ser algo así como los investigadores de la serie CSI (Crime Scene Investigation) en el campo de la física.
–Sí y no. Y no por varios motivos: nosotros no trabajamos dependiendo ni de la policía ni del Poder Judicial. No somos investigadores del hecho, no podemos levantar información: trabajamos con información que está incorporada en el expediente judicial. Y menos aún salimos a perseguir a alguien. Nos llaman con un expediente, un montón de papeles y con preguntas concretas. Ahí nos ponemos a trabajar y se eleva una pericia. Uno funciona como un asesor del juez: es él quien toma las decisiones. A veces uno puede estar seguro de algo que pasó, pero el juez toma otra ruta.
–Es decir que ustedes tienen que explicar algo complejo de manera clara y sencilla para que el juez lo entienda y se convenza. No debe ser fácil.
–No, no es fácil y es una de las partes más interesantes. La gente que estudia leyes en general es a la que menos le gusta la física. Y explicar la física para que la gente más resistente la entienda y le guste es un desafío. Por eso dedicamos bastante esfuerzo a la enseñanza. Las pericias son un género de difícil escritura, uno tiene que ser tan minucioso como en un trabajo científico estándar, pero también tiene que entenderse. Y tienen que estar los elementos para que otro perito pueda reconstruir el mismo resultado.
–Decía antes que en algunas pericias aprendieron todo lo que había que saber estudiando el caso. ¿Adónde acuden en busca de información cuando no conocen nada sobre el tema?
–Varias veces nos ha pasado que cuando uno dice que es doctor en física alguien te contesta: “Uy, lo que debés saber”. A uno le resulta raro, uno no se siente muy vivo por lo que sabe, se siente vivo por lo que puede hacer o aprender. Muchas veces lo importante no es saber de un tema, sino tener acceso a una muy buena biblioteca acá, conocer gente. Estar en contacto con la red universitaria implica relaciones con gente que hace distintas cosas. Uno va aprendiendo. Por supuesto que muchas consultas que recibimos las derivamos a gente que sabe más que nosotros. En general las cosas vienen por etapas: nos hacen una primera consulta, estudiamos el caso y vemos si podemos hacer un aporte.
–Vamos a algún ejemplo.
–Hay uno muy interesante en el que estamos trabajando ahora: el caso de las aerosillas del Cerro Catedral. Hace un año se desprendieron seis sillas (trece turistas resultaron heridos) y el juez nos llamó a hacer la pericia. Le preguntamos por qué nos lo encargaba a nosotros y dijo: “Porque ustedes pueden aprender cómo funcionan las sillas, y acá todos los que saben cómo funcionan o bien trabajan para el Catedral o bien tienen relaciones comerciales con ellos”. Lo que interesa es tener un informe independiente. Aprendimos en detalle cómo funciona una silla. El sistema es así: las sillas están agarradas a través de mordazas al cable, y las mordazas tienen un resorte con el que aprietan. Lo que determina la fuerza con que aprieta el resorte al cable es una luz que queda, que se puede medir, y el manual de mantenimiento dice qué valor tiene que tener. Para nosotros fue interesante porque nos llamaron inmediatamente y en pleno invierno fuimos a hacer las pruebas. Lo que vimos fue que las sillas estaban flojas en un 85 por ciento. Uno podría decir “ya está, estaban flojas y por eso se cayeron”. Pero eso que parece tan evidente para una causa judicial no alcanza. Teníamos que demostrar que además de que el requisito de mantenimiento no estaba satisfecho, eso era suficientemente importante para que se cayeran. Fuimos con un dinamómetro, una linga –una soga de nylon– y un malacate e hicimos pruebas de tracción: tiramos de las sillas hasta que saltaban y nos fijábamos con el dinamómetro a qué fuerza saltaban. Veíamos en función de cómo estaba apretado el cable, a partir de qué momento había riesgo de que se cayera. Esa fue la primera parte del trabajo, la segunda fue tratar de establecer la secuencia de la caída: cuál cayó primero, cuál golpeó a cuál. No había, por otra parte, evidencia de funcionamiento anormal: no se descarriló el cable, no había viento, nadie bailaba arriba de la silla, la idea era ir descartando que no fueran condiciones de operación, errores de los materiales, sino un problema de mantenimiento. Eso está en discusión todavía, la causa sigue abierta.
–En ese caso ustedes fueron a la escena del accidente enseguida. ¿Es habitual que lo hagan?
–No, es rarísimo ir en el momento. Hicimos otra pericia, también en el Catedral, por una avalancha en el año 2000, en la que murieron dos operarios de máquinas pisanieve. Ahí nos llamaron seis meses después: teníamos que hacer la pericia sobre una avalancha y no había más nieve. Es decir, la principal evidencia no estaba más.
–¿Y qué hicieron?
–En ese caso buscamos evidencia: primero partes meteorológicos apropiados, ya que la estación que tiene el Servicio Meteorológico está en el aeropuerto, entonces esos datos no servían. El aporte vino porque en aquel momento el cerro estaba dividido en dos partes: Robles Catedral y Alta Patagonia, y este último tenía estaciones meteorológicas. Conseguimos esa información y pudimos reconstruir la situación: ahí estaba la data de cuánta nieve había caído la noche anterior, condiciones de humedad, temperatura, vientos, se podía inferir el estado de la placa de nieve.
–¿Cuál fue la conclusión?
–Tradicionalmente está la idea de que los accidentes de montaña son fatalidades que pueden ocurrir o no. La idea nuestra era establecer que existen procedimientos, no para predecir la avalancha, sino para predecir una situación peligrosa. Según los datos que ellos tenían en el momento de salir, era un altísimo riesgo y salieron igual, de manera temeraria. Fue un error muy serio de apreciación.
–Fue un error de los técnicos involucrados, entonces.
–Sí, pero también denuncia un error de estructura de la empresa, no tenían ningún tipo de chequeo ni de seguro y las personas que tomaban esta decisión no tenían formación para tomarla. La causa estaba caratulada como accidente fatal y cuando presentamos la pericia le cambiaron la carátula a estrago culposo. Eso fue a la Cámara de Apelaciones, donde fallaron en contra y se cerró la causa. Hubo dos muertos y no pasó absolutamente nada.
–Imagino que cuando reciben un caso ven fotos y otros elementos del expediente. ¿Leen los testimonios?
–No siempre, en el caso de las sillas sí, porque teníamos que reconstruir la secuencia de caída. Pero en general evitamos leerlos, porque los testimonios no son buen material de trabajo para una pericia física, te llenan de preconceptos. Muchas veces los testigos vieron algo, pero rellenan lo que vieron con lo que entendieron. En las sillas era bien claro: lo que contaban era cualquier cosa, no era razonable. Pero lo que más nos servía era algún detalle, por ejemplo decían “escuché un ruido y después se hamacó la silla”. El dato del ruido era lo más importante.
–Entonces ustedes adhieren a eso que dicen en la serie de televisión de que la evidencia es lo único que no miente.
–Sí. Y hablando de la serie, nos escribieron los guionistas de CSI Miami porque les gustó la pericia de Teresa Rodríguez, que fue publicada allá en una revista. Nos pidieron datos de cómo lo habíamos hecho y lo reprodujeron en uno de los capítulos, que se llama Recoil y que fue emitido en mayo. Ellos tienen un par de científicos en el equipo de guionistas que están a la pesca de datos llamativos para incluir en el guión. Lo que tiene la serie muy fantasioso son los tiempos: el caso de Teresa Rodríguez a nosotros nos llevó un año y ellos en diez minutos hacían la pericia y como dieciocho pericias más, todo en el mismo capítulo.
–¿Participaron en alguna otra pericia que involucrara un crimen?
–Hace un mes presentamos una pericia de la que no podemos hablar mucho por ahora, en el caso de la masacre de Avellaneda. Usamos las mismas técnicas que con Teresa Rodríguez para determinar la autoría del disparo que hirió a Kosteki.
–¿También trabajaron con el eco de los disparos?
–Sí, la pericia es muy parecida a la anterior en cuanto a la técnica, aunque el escenario es más complejo, pero lo que aprendimos en la otra causa nos sirvió mucho.
–¿Fueron al lugar donde sucedió?
–Sí, fuimos un domingo a la mañana, cortamos la avenida Pavón, tiramos petardos, pero sin que se enterara mucha gente.
–Supongo que no pueden decir en este momento a quién apunta la pericia, pero ¿resultó concluyente?
–Igual que en la causa de Teresa Rodríguez, uno identifica el lugar del origen del disparo, y el lugar es muy indicativo. Pero de todo esto no se puede comentar mucho porque como todavía no declaramos en el juicio, cualquier opinión sería una conclusión previa.
–En este caso había mucha más evidencia: fotos, filmaciones.
–En realidad, no tanto. Había dos filmaciones de lo mismo, pero desgraciadamente la gente de los canales filma un tramo, corta, filma otra toma. Y uno de ellos venía filmando y en los dos segundos en que se produce el disparo deja de filmar. Fotografías había muchas, pero fue un hecho tan extendido en el tiempo que en el intervalo que nos interesa había pocas fotos y todas tomadas del mismo ángulo. Era un caso con muchas complicaciones: por ejemplo, de un lado está el Carrefour y hay un estacionamiento, hay muy pocos ecos que vengan de ese lado.
–En cada caso supongo que deben tener que relacionarse con otras partes de la causa: policías, investigadores, defensores. ¿Cómo resultan estas relaciones para dos científicos?
–Son difíciles para nosotros que no tenemos la tradición de este tipo de discusión. En una serie como CSI uno ve que existe un ambiente de cordialidad, uno le muestra datos al colega, que puede estar de acuerdo o no, pero la discusión tiene buena leche y es constructiva y si el otro tiene argumentos que convenzan puede hacerlo cambiar de opinión. En el ámbito judicial el escenario no es el mismo: hay gente que se dedica a buscar roña, pero aun así encontramos que es interesante abrir el juego, dar todos los datos que uno maneja, no apelar a golpes bajos y tratar de ganar argumentalmente las discusiones. Es un entrenamiento grande porque es un ambiente donde la persona con la que estás hablando te puede decir por ejemplo que sos un mentiroso, cosa que entre los físicos no es muy usual. Pero a mí me resulta muy entretenido y al no ser mi ambiente lo puedo manejar con cierta distancia.
–¿Cómo es el equipo? ¿Trabajan solos?
–Martínez y yo somos el núcleo central. Algunas veces trabajan otras personas, por ejemplo Eduardo Osquiguil participó con nosotros en la pericia del Catedral. Con Ernesto Martínez somos un buen equipo y al mismo tiempo bastante distintos. Yo manejo mejor computación y cálculo y él tiene otras habilidades y unas ideas buenísimas: todo se complementa.