Miércoles, 10 de mayo de 2006 | Hoy
El dispositivo almacena información sobre el medicamento, su fabricante y toda la cadena de comercialización. Si el producto es robado, una máquina lectora lo detectaría fácilmente.
Por Pedro Lipcovich
Hoy, uno de cada cinco medicamentos –aun los suministrados en los hospitales públicos o comercializados en las farmacias más prestigiosas– puede ser robado o trucho, pero esta cifra podría bajar a cero si prospera el novísimo sistema de control informatizado que propicia la Asociación de Farmacéuticos de Hospitales. El método utiliza un microchip similar a los que impiden los robos de libros en las librerías pero en el que se incorporarán también todos los datos del medicamento y en el que quedarán registradas todas las etapas de su comercialización; cada envase de medicamento tendrá una identificación específica, cuya falsificación sería inviable. Una versión de este sistema (menos avanzada, según los desarrolladores argentinos) se puso a prueba con éxito en Gran Bretaña, y la FDA impulsa que el método se adopte en Estados Unidos.
“Actualmente, existe el riesgo de que un hospital compre un medicamento falso o robado a una droguería que pudo haberlo adquirido de buena fe a otra droguería que, ésta sí, lo había obtenido ilegalmente –advirtió Marcela Rousseau, prosecretaria de la Asociación Argentina de Farmacéuticos de Hospitales–. La situación es especialmente crítica en los hospitales, donde a menudo se trata de pacientes graves y, cuando se descubre que el medicamento no era bueno, ya tuvo lugar un efecto adverso irreparable.”
El medicamento robado puede ser tan peligroso como el falsificado: según explicó Viviana Bernabei –presidenta de la misma entidad–, “por ejemplo, las vacunas y hemoderivados necesitan ser conservados en cadena de frío; con un producto robado, evidentemente se ignora si esa cadena fue respetada o se interrumpió, y en este caso el medicamento deja de ser efectivo”. Según los datos que maneja la Asociación, “se estima que el 20 por ciento del mercado de medicamentos no se comercializa en condiciones legales”, precisó su presidenta. La titular de la Asociación señaló que “los farmacéuticos de hospitales somos legalmente responsables por el origen de los productos que dispensamos”.
El sistema de seguimiento que propone la Asociación “tiene como características fundamentales la trazabilidad y la confidencialidad”. La primera de ellas se refiere a que el recorrido de cada medicamento puede seguirse de manera precisa a lo largo de todas las etapas de su comercialización. El punto de partida técnico consiste en un microchip similar a los que, en las librerías, se ponen en el interior de los libros para evitar los robos: consta de un alambre de cobre en forma de espiral, que remata en un puntito. Cuando atraviesa un campo de radiofrecuencia –una emisión radial de bajísimo alcance, que es lo que producen esos portales dispuestos en librerías y otros comercios–, responde con una señal, que puede activar una alarma sonora. Pero, para el nuevo método de control de medicamentos, lo que importa es aquel puntito, porque en él se pueden archivar datos.
“Los datos que se pretenden guardar son los referidos a la identificación del medicamento –señaló Andrés Papeschi, diseñador del programa de informática en el que se basa el método–: el nombre, el fabricante, la fecha de fabricación y el vencimiento. También lleva la firma digital del fabricante (la misma que la ley 25.506 admite como autentificación de envíos electrónicos).”
Un aspecto esencial es que cada envase va a tener un número específico, albergado en el microchip. “Si el medicamento es robado en tránsito, a partir de la denuncia ese número quedará inhabilitado, de modo que, en caso de que alguien intente comercializarlo, todas las farmacias y droguerías del sistema lo advertirán de inmediato”, señaló Papeschi.
“El año pasado se efectuó con éxito una prueba piloto de un sistema parecido en Gran Bretaña, y la FDA (Food & Drugs Administration) está tratando de implementar un método similar en Estados Unidos para 2007.” Según Papeschi, el método propuesto en la Argentina superaría al británico en que “está perfeccionada la trazabilidad, ya que cada firma que interviene en la comercialización deja indicado a quién transfiere el medicamento”.
El método se utilizaría inicialmente para medicamentos de uso hospitalario, pero con la perspectiva de “que el sistema se generalice para la comercialización de medicamentos en todo el país”, anticipó Bernabei. Esto requeriría que laboratorios, farmacias y droguerías se proveyeran de lectores para estos chips, cuyo costo es de alrededor de cien pesos. Sin embargo, “el precio final de los medicamentos no debería aumentar por esto, ya que, al impedirse el acceso de medicamentos robados al circuito comercial, disminuirían mucho los costos de seguros”.
Esta generalización también perfeccionaría el sistema de farmacovigilancia, que recibe las denuncias por inefectividad o efectos secundarios de medicamentos: “Para que este control sea plenamente eficaz es necesario que no se introduzcan datos correspondientes a medicamentos falsificados o robados”, observó Martín Sgattoni, otro de los desarrolladores del nuevo método.
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