Sábado, 18 de abril de 2009 | Hoy
Producción: Ailín Bullentini
Adrián Marcenac *
“Ante la ausencia del Estado, cada uno busca su propia salvación. Y el camino más corto es comprar un arma. Esa salvación individual termina casi siempre en tragedia. Sin embargo, es necesario una mirada más amplia. La solución a este gran problema de la inseguridad y la violencia no es armarse ni endureciendo las penas, sino asegurar el cumplimiento de las penas existentes. Muchos sectores, que hacen un uso político de las tragedias como la ocurrida en Lanús, centran el análisis en los delincuentes y en qué se hace con ellos. ¿Por qué nadie se pregunta qué hace un chico de 14 años con un arma, dónde la consigue, quién se la vende? Hay que exigir que la Justicia actúe con profesionalismo y cumpla con su deber. Nadie posa el ojo en el circuito clandestino de armas, cosa que en primer lugar debe hacerla el Estado, y que debe anticiparse a los hechos. Más allá de ofrecer soluciones que apunten a la inclusión, a la erradicación de la miseria, que por supuesto son urgentes pero para las que se requiere mucho más tiempo, esto es a corto plazo. ¿Quién provee las armas? Como sociedad también debemos hacernos ese planteo de dónde salen las armas. En las casas de familia no debe haber armas. En lugar de garantizar un aumento en la seguridad, o termina generando una tragedia en la intimidad del grupo familiar o terminan alimentando el circuito de armas clandestino, ya que en un asalto, por ejemplo, queda en manos de los delincuentes.”
* Padre de Alfredo, asesinado en 2006, y miembro de la Red Argentina para el Desarme.
Gabriel Conte *
“Es mentira que el arma sirve para defenderse. El arma sirve para matar. La persona que elige comprar un arma de fuego para defenderse por sí misma de la delincuencia es la que corre el peor riesgo. El que va a atacar, a robar, se dedica a eso, pero la víctima no. Está probado en muchos países del mundo que la peor forma de defenderse del delito es con un arma: si cuando te roban exhibís un arma, el delincuente disparará la suya seguro. Cuando los medios no explican esto, cuando sólo reproducen violencia, terminan generando una carrera armamentista a nivel urbano. Pero existe un agravante: cuánto más la gente se arma, más posibilidades tiene el delincuente de obtener armas para sí. El mito popular habla de la existencia de un mercado negro. Y si bien es real que gran parte las obtienen de parte de las fuerzas de seguridad corruptas, la realidad es que la mayoría las roban de las casas de sus víctimas. Entonces, es el Estado el que debe asumir un rol más protagónico al respecto. Es prioritario que sancione una ley –la ley de armas, que espera hace más de nueve años ser tratada por Diputados– donde establezca la tenencia de armas como un privilegio, algo muy difícil de alcanzar. Hay que vaciar el país de armas y controlar terriblemente a las que permanezcan en circulación. Hoy es más fácil para un chico conseguir un revólver que un libro. Y eso sucede porque cualquiera puede obtener la portación, porque el Estado no controla como corresponde y porque la Justicia tiene a mano las leyes, pero no las aplica.”
* Miembro de la Comisión Latinoamericana para la Prevención de la Violencia Armada.
Sidonie Porterie *
“En las últimas encuestas de victimización realizadas en los grandes centros urbanos, la cuestión de inseguridad era el principal motivo aludido por las personas que poseían un arma de fuego en su casa. Nadie les dice a las personas que hay más muertes por violencia entre conocidos que en ocasiones delictivas. Por un lado, la falta de políticas públicas de seguridad, o la reducción de ésta a meras políticas policiales, y la poca, o directamente nula, confianza que la gente tiene en la futura respuesta estatal ante el problema. Por otro, la falta de información, de concientización y prevención por parte del Estado a la sociedad lleva a una doble encerrona. A una social, porque alimenta el recurso de la defensa propia a través del mercado de la seguridad privada y el de las armas de fuego. Y a una encerrona institucional, en el sentido de que el Estado se ve urgido de frenar, cada vez con menos tiempo, el círculo vicioso de violencia. El Estado no trabaja en la concientización, como ocurrió con el Plan de Desarme que contó con muy poca comunicación oficial. Por otro lado, la forma en que los medios tratan los casos como el de Capristo incrementa el miedo, la psicosis y violencia. Sin contextualizar la situación, o presentando como un éxito cada caso en que se pudo evitar un robo, o hasta incluso matar a alguien, a través de la autodefensa, lo único que se logra es incentivar de mala forma el problema. Hay un dato que tiene relevancia a nivel mundial, pero del que nadie se hace eco: cada diez intentos de autodefensa, nueve terminan mal para el que intenta defenderse.”
* Directora de Inecip (Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Sociales y Penales).
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