Ni cuadrada
Sólo quedará uno de cada tres bancos.” El 6 de abril, en una reunión con empresarios, el economista y candidato a presidente Ricardo López Murphy vaticinó quiebras y cierres masivos de entidades. Página/12 publicó esa temeraria frase al otro día. Así, el efímero ministro de Economía de la Alianza colaboró para que muchos ahorristas permanecieran en estado de pánico. Pero su premonición no se cumplió: sobre 100 bancos, sólo cerraron tres; otros tres extranjeros dejaron el país, pero esas entidades fueron absorbidas por la banca nacional. Fue un error grosero de LM. “El mejor escenario esperable es que a fin de año el dólar cueste 5 pesos y la inflación supere el 175 por ciento; el peor es un dólar a 20 pesos y una hiperinflación del 1100 por ciento.” Esto lo dijo Miguel Angel Broda, el consultor más cotizado de la city, en una reunión del IAEF el 23 de abril. La Nación publicó ese pronóstico y, obviamente, no se cumplió. Jorge Avila, el economista del Cema que acompaña a Carlos Menem en su campaña presidencial, fue más lejos: “No habrá moneda ni banca por dos generaciones; esto termina en una hiperinflación”. Esta afirmación se publicó el 31 de mayo en el sitio CitiEconomica.com. El periodista le repreguntó: ¿Una política fiscal sólida no alcanzaría para dar estabilidad cambiaria? “No, la confianza en la moneda no se recupera ni siquiera con una política fiscal coherente”, contestó Avila.
Errores de diagnóstico. Mala praxis. Confusión. Operaciones políticas. Defensa de intereses sectoriales. ¿Cómo llamarlo? Durante los primeros seis meses del año, los diarios se inundaron de presagios de catástrofe vertidos por economistas mediáticos. Ahora que el dólar se frenó, la inflación se detuvo y la actividad comienza a mostrar un tímido repunte, es buen momento para revisar declaraciones pasadas y verificar si tan reputados profesionales saben en serio o pertenecen a la categoría de economistas denominada chantanómicos. Cash realizó un minucioso trabajo de archivo sobre las declaraciones realizadas por 15 economistas de distintas extracciones durante los primeros meses del año. Varios de ellos suenan frecuentemente como candidatos a ministros. Sólo tres se acercaron a lo que iba a suceder en el país (ver aparte). El resto hizo un papelón.
Manuel Solanet, de Fiel, declaró el 30 de mayo a Infobae: “Sin ninguna duda habrá una inflación de tres dígitos anuales”. En ese momento, el último índice de precios conocido era el de abril, que había dado un 10,4 por ciento de suba. Cinco días después de las declaraciones del economista, el Indec anunció que en mayo la inflación se había desacelerado al 4 por ciento. Solanet acompañó a López Murphy en su corta gestión en la cartera económica y es hombre de consulta permanente del candidato a presidente. El equipo de la consultora Fiel abundó en declaraciones alarmistas durante el primer semestre del año. El 22 de abril, el mismo economista había declarado a El Cronista: “El sistema financiero se va a quedar con pocos o ningún depósito; van a pasar muchos años antes de que un argentino vuelva a hacer un plazo fijo en el país”. Entre junio y setiembre se realizaron plazos fijos nuevos, con plata fuera del corralito, por 2080 millones de pesos.
El 4 de julio Infobae reprodujo una declaración del economista-empresario Javier González Fraga que auguraba “van a cerrar muchos bancos; vamos hacia un sistema regional con una fuerte consolidación de bancos grandes. Muchas entidades ya no gozan de la confianza del público y deberán cerrar”. Como se apuntó al principio de la nota, tal hecatombe bancaria no se verificó. Por otra parte, muchas entidades están obteniendo excelentes dividendos con la banca transaccional, mediante operaciones en dólares, cuasimonedas y venta de servicios. Un informe de la calificadora Fitch sobre los balances bancarios recientemente presentados en la Bolsa de Comercio revela que “si no fuera por los quebrantos ocasionados por la eliminación del CER de un segmento de los créditos y por los amparos judiciales, los saldos trimestrales serían positivos. Las entidades están registrando una rentabilidad operacional satisfactoria”.
El consultor Miguel Angel Broda, columnista frecuente del diario La Nación, utilizó varias notas para lanzar vaticinios y en todos erró. Dos semanas después de plantear los terribles escenarios descriptos en el primer párrafo de este artículo, el 5 de mayo, Broda advirtió: “No existe ninguna posibilidad de tener una meta monetaria cumplible de mayo a diciembre si no se acuerda con el FMI de inmediato. Y a su vez, sin un ancla monetaria, no se logrará un tipo de cambio que evite la hiperinflación”. Unos días antes, el 24 de abril, Broda había sentenciado: “Nuestra crisis actual es propia de los gobiernos débiles; son problemas domésticos que no van a contagiar a nuestros vecinos. En este caso la crisis está acotada sólo a nuestro país. Por eso el FMI no se preocupa por ayudarnos”. Pocos meses después Uruguay y Brasil vieron volar el riesgo país y tuvieron que devaluar sus monedas. Chile, en menor medida, también sintió el sacudón.
Luego de la instalación del corralito, la salida de la convertibilidad y el défault se desató una guerra de intereses contrapuestos. Las empresas endeudadas en el país, que habían recibido la gracia de la pesificación, presionaban por un tipo de cambio alto que les licuara sus pasivos; los banqueros hacían lobby por un Plan Bónex que les sacara a los depositantes de encima; los endeudados con el exterior pugnaban por un seguro de cambio. A la vez, ciertos sectores políticos –el menemismo fue el menos disimulado– querían el caos para aterrizar en el gobierno con su propuesta dolarizadora. Muchos de los yerros que se recuerdan en esta nota tienen más que ver con la defensa de esos intereses que con deslices técnicos.
Otro que no se privó de vaticinar huracanes fue el ex presidente del Banco Central, Pedro Pou. El 20 de enero pronosticó: “Las condiciones para una política monetaria independiente no están dadas. Sus beneficios son ilusorios y las modificaciones al tipo de cambio son desestabilizadores políticos. A medida que aumente el dólar libre, los efectos patrimoniales de la devaluación amenazan con desintegrar la Nación”.
El 26 de junio Clarín requirió la opinión de varios especialistas para saber qué iba a pasar con los precios. A esa altura los analistas ya sabían que la inflación había bajado del 10,4 por ciento de abril al 4 por ciento de mayo y algunos medios advertían que en junio el registro sería aún menor. Sin embargo, el consultor Orlando Ferreres presagió: “Con un dólar a 3,60 pesos la inflación va a superar largamente el 100 por ciento”. En la misma nota, Jorge Vasconselos dio a conocer la estimación de la Fundación Mediterránea: “La inflación anual va a superar el 80 por ciento”. Fuentes del Indec aseguraron la semana pasada a Cash que los especialistas del organismo prevén que el índice anual no va a superar el 43 por ciento.
Los pronósticos sobre el tipo de cambio tampoco eran alentadores. El economista de Lehman Brothers, Joaquín Cottani, escribió en La Nación el 6 de enero: “Lo único que Argentina puede hacer hoy es dolarizar. Cualquier otro esquema monetario o cambiario está condenado a fracasar”. Como se ve, el especialista no se permitía ni un mínimo de duda. El 17 de febrero, el columnista invitado fue Luis Seco quien apoyó la misma tesis, pero de manera menos terminante: “Para la Argentina, en las actuales circunstancias, es prácticamente imposible pensar siquiera en tener una moneda”. El 7 de abril fue el consultor Alberto Ades el que presagió tempestades desde la misma columna: “No es difícil pronosticar una cotización del dólar cercana a los 6 pesos para fin de año”, exageró. Dentro de tantos pronósticos alarmantes hubo un economista que, en vez de pasarse, se quedó corto. Fue Roberto Alemann, que el 11 de febrero estimó que “en ningún caso el dólar va a superar los tres pesos”. En los días en que se preparó esta nota, varios de los especialistas citados siguieron realizando pronósticos. El año que viene se verá si afinaron la puntería. El 2002 no fue un buen año para los economistas mediáticos. Algunos desnudaron sus falencias técnicas; otros jugaron a la profecía autocumplida; casi todos confiaron en la legendaria mala memoria argentina. ¡No contaban con el suplemento Cash!