Domingo, 28 de diciembre de 2014 | Hoy
THE ECONOMIST Y LA ARGENTINA
Por Alberto Müller *
Como alguna vez nos indicó Alfredo Zaiat, hay un componente astrológico en la función del economista: predecir el futuro. De hecho, es muy usual que, cuando alguien se identifica como economista, lleguen preguntas del tipo “¿qué va a pasar?”.
Esto es algo que no les ocurre a sociólogos o politólogos. ¿Por qué a los economistas? A mi juicio, porque la economía política surgió como una disciplina que apuntó a explicar cómo podría funcionar un sistema complejo y anárquico como es el capitalismo.
La economía ha venido para hablar del capitalismo: para explicarlo, justificarlo o criticarlo. Pero más allá de la cautela que tuvieron muchos de sus autores importantes (Stuart Mill, Marx, Marshall, Keynes, aun el propio Adam Smith), la idea preponderante que se ha sostenido en la disciplina –y que se ha afirmado hasta el paroxismo– es que este sistema anárquico funciona bien. Sólo hace falta el economista que nos explique cómo funciona. Por esto, el economista está en el mejor de los mundos: sostiene que todo funciona bien y que a él le toca explicar por qué, pero, además, esta explicación satisface a los beneficiarios principales de la acumulación capitalista, los dueños del capital y su línea dirigencial.
El resultado es que el economista es por antonomasia un abogado del statu quo. Si no lo es, le hace falta algún adjetivo: heterodoxo, marxista, poskeynesiano.
No debe extrañar entonces que una publicación inglesa que se llama a sí misma “El Economista” (The Economist) sea conservadora, férreamente conservadora. Al punto, por ejemplo, de que años atrás hacía sonar las alarmas por la desmedida intervención estatal a que daba lugar... el salvataje del sistema financiero; el Estado es el enemigo, aunque nos salve.
En el cumplimiento de sus funciones de economista, todos los diciembres “El Economista” formula sus pronósticos para el año entrante. Las predicciones no se limitan a variables económicas, sino que avanza sobre la política. Como hemos visto en estos días, a la Argentina este oráculo le vaticina un 2015 negro: inflación desbocada, crisis del balance de pagos y una revuelta popular. Adivina además el resultado electoral: asegura que el próximo presidente será peronista, pero que tendrá que trabajar para lograr el acceso al crédito internacional, que como todos sabemos es el indicador único para establecer si un país está entre los réprobos o los elegidos.
¿Cómo le ha ido a este “Economista” con sus predicciones en el pasado? Vaya la siguiente muestra.
Para 2011, en vísperas de las elecciones de Argentina, sostuvo textualmente lo siguiente (número especial “The World in 2011”): “Será difícil para la presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, ganar un nuevo período en la elección en octubre, debido a los niveles declinantes de aprobación. Si la economía se estanca y estalla la disconformidad con su gobierno populista de orientación izquierdista, su suerte estará sellada. El sucesor adoptaría una línea menos intervencionista y comenzaría a reconstruir la golpeada confianza de los inversores. El crecimiento se frenará, en función de la caída global de la demanda, resbalando desde el 6,8 por ciento verificado en 2010 al 4 por ciento”. Así como suena.
Y para que veamos que esto no sólo le pasa a “El Economista” con la Argentina, repasemos sus pronósticos sobre crecimiento económico en América latina para el mismo año 2011, en el mismo número especial. El cuadro compara las tasas de variación del PIB para 10 países de América latina que “El Economista” anticipó en su publicación de fines de 2010 con las que efectivamente se verificaron (de acuerdo con información del Banco Mundial).
Sólo en dos casos (Chile y Paraguay) lo pronosticado se acercó a lo ocurrido. En los casos restantes, las diferencias son abismales, comenzando por Venezuela, donde una pronosticada recesión de 2,5 por ciento se convirtió en una tasa positiva de 4,2 por ciento. El promedio de las tasas pronosticadas es de 3,6 por ciento; el promedio correspondiente a lo efectivamente verificado es 5,9 por ciento. Por lo visto, América latina no es el fuerte de “El Economista”.
La desaparecida revista Humor, todos los diciembres, revisaba las predicciones hechas por la literatura astrológica para el año que terminaba. Y al igual que con “El Economista”, los errores superaban con muchas creces los aciertos.
Entonces, uno se pregunta por qué a los economistas (incluyendo “El Economista”) y a los astrólogos se les siguen demandando predicciones. No opino sobre el caso de la astrología, porque no conozco el tema. Pero pareciera que mucha gente en la órbita de las decisiones económicas necesita predicciones, más no sea para poder echarle la culpa a alguien cuando las cosas salen mal, o simplemente para ver materializados sus deseos con relación a lo que debería ocurrir a futuro. Para decirlo en inglés, así “El Economista” puede entenderlo sin traducción, se trata meramente de wishful thinking.
Lo cierto es que si los economistas (incluyendo a “El Economista”) fallan sistemáticamente en sus predicciones, es porque el sistema capitalista es en esencia imprevisible. Lo más conveniente sería entonces no intentar predecir su evolución; es preferible desarrollar herramientas para controlarlo, una tarea que nada tiene de trivial, desde ya, en lo técnico y en lo político. Porque, en definitiva, el capitalismo no es un fenómeno climático, sino una construcción humana. No podemos renunciar a manejarlo, como si fuera un caballo salvaje. Los caballos sirven si están domados; si no, no estamos obligados a andar encima de ellos.
* Cespa-FCEUBA.
Tasa prevista | Tasa efectiva | |
Argentina | 4,0% | 8,6% |
Bolivia | 3,8% | 5,2% |
Brasil | 4,5% | 2,7% |
Chile | 5,7% | 5,8% |
Colombia | 4,4% | 6,6% |
Ecuador | 2,5% | 7,9% |
Paraguay | 4,5% | 4,3% |
Perú | 4,5% | 6,5% |
Uruguay | 4,4% | 7,3% |
Venezuela | -2,5% | 4,2% |
Fuente: The Economist.
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