Domingo, 22 de marzo de 2015 | Hoy
OPINIóN
Por Claudio Scaletta
Usted puede ser un profesional con buenos ingresos, que mes a mes genera un excedente sobre sus gastos y que desea ponerlos a resguardo. Sabe que puede elegir ahorrar en divisas, quizás hoy le convenga menos que otras opciones financieras, pero siempre pesa la memoria histórica y la simplicidad. Si éste es el caso le gustará escuchar que su candidato le diga que eliminará las restricciones a la compra de dólares. Hoy puede comprarlos, pero controlado por la AFIP hasta cierto monto. O peor, informalmente y más caro en una cueva, lo que siempre es más molesto que en una casa de cambios o un banco. Y usted no es un delincuente para andar escondiéndose.
Usted también puede ser un pequeño o mediano empresario agropecuario de la zona núcleo o de las distintas economías regionales. Quizá no advierta la parte del precio de su producción que en el proceso de comercialización le retienen los intermediarios privados, pero seguramente odia las retenciones a las exportaciones que recauda el Estado. Sabe que en el exterior por su producto se obtienen más dólares de los que usted recibe y no entiende por qué aquí tiene que ser distinto. Su candidato le asegura que, el día después de asumir, reducirá a cero los odiados aranceles.
Usted también puede ser un industrial que arma o produce manufacturas con un alto componente de insumos importados. ¿Por qué el Estado tiene que autorizar la compra de sus insumos? Es más, por qué a usted le rechazan la autorización para importar y a su vecino no. Seguramente estará dispuesto a apoyar a los candidatos que le prometan eliminar cualquier control.
Usted también puede ser un asalariado de sectores clave de la economía y haber aumentado sus ingresos significativamente en la última década. ¿Por qué el Fisco se lleva todos los meses una tajada importante de su salario vía el Impuesto a las Ganancias? ¿Qué mejor que votar al candidato que le diga que aumentará el mínimo no imponible o, mejor, que le asegure que el salario no es ganancia y, entonces, no debe estar alcanzado por el impuesto?
La lista de presuntos beneficios de un “cambio” podría continuar. Pero seguir linealmente sus instintos básicos podría terminar, para usted también, en un muy mal negocio. Usted no trabaja de economista, no está obligado a comprender el conjunto de interacciones que ocurren en un sistema económico. Sin embargo, debería hacer un esfuerzo para entender que, como en toda ciencia, las medidas económicas tienen concatenaciones y pueden tener efectos muy distintos de los que explican sus promotores. Más en tiempos de elecciones.
Como todas y cada una de las propuestas enumeradas ya fueron prometidas, vale la pena reconsiderarlas, pues formarán parte del debate de los próximos meses. Quitar retenciones o eximir de Ganancias a los asalariados de altos ingresos no significa liberar a las fuerzas productivas y el consumo, sino fundamentalmente desfinanciar al Estado. Lo que estos candidatos sostienen como defensa es que entonces será necesario bajar los gastos, es decir impulsar un ajuste fiscal, lo que no sólo llevará a eliminar mecanismos esenciales de redistribución del ingreso, sino que provocará una caída de la demanda global de la economía y el consiguiente freno del Producto. Más o menos rápidamente, el conjunto de sectores productivos que explicaron el crecimiento de la última década se achicarán y reducirán su demanda de factores, por ejemplo ese empleo por cuyo nivel de salarios se paga Impuesto a las Ganancias. Si cae el Producto, ya no será necesario administrar parcialmente la salida de divisas vía Declaraciones Juradas de Importación. No todo es malo, pero serán menos quienes compren el producto final. Y hablando de divisas, el llamado cepo fue una medida para frenar la fuga, seguramente no la mejor, pues en un contexto de escasez de dólares tiene un elevado costo de salida. Si al día siguiente de asumir un nuevo gobierno se decide salir del cepo sin más, se dará lugar a un proceso de “unificación cambiaria”, lo que aumentará el valor del dólar reduciendo el ingreso de quienes ganan en pesos, es decir, se provocará una potente transferencia de ingresos desde los asalariados a empresarios y exportadores. Luego, otra vez caerían la demanda y el Producto. Lo interesante, y un poco terrorífico, es imaginar el resultado combinado del paquete completo: recesión, redistribución regresiva del ingreso y disminución del rol del Estado. Pero falta un detalle. Quienes proponen liberalización y ajuste sostiene que contrarrestarán los efectos negativos con nuevo endeudamiento en los mercados tradicionales, es decir; también echarán por la borda una década de desendeudamiento y las alianzas internacionales, tanto latinoamericanas y globales, regresando a la vieja lógica de dependencia de la política económica con los organismos multilaterales y el poder financiero. Agréguese también que se pagaría “sin chistar” los fallos en favor de los fondos buitre y los “me too”.
Aunque unas pocas líneas no alcanzan para comparar “modelos de desarrollo”, lo que sigue en debate son las viejas dicotomías de la historia local. A diferencia de otros países de la región, no existe al interior de las clases dominantes argentinas un consenso sobre el modelo de país: el debate es entre neoliberalismo y desarrollo o, más concretamente, entre desarrollo dependiente y desarrollo integral con inclusión. Cualquiera de los dos polos tiene asociados ganadores y perdedores, es decir; estructuras muy concretas de distribución del ingreso y de tipo de crecimiento. Ni en el medio ni a la izquierda hay nada
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