Viernes, 4 de septiembre de 2009 | Hoy
TEATRO › EL DRAMATURGO LUIS SAEZ Y SU NUEVA PIEZA, EL ALIVIO
Una prostituta, su “representante” y un habitué ciego son los protagonistas de esta obra, dirigida por Alejandro Giles. “Los tres tienen en común que habitan mundos solitarios, así como distintas formas de marginalidad”, señala su autor.
Por Cecilia Hopkins
Autor de Camellos y Monos con navaja, entre otras piezas, Luis Saez es un autor que comenzó a destacarse en los ’90. Sus obras ofrecen una serie de personajes de características marginales, siempre embarcados en situaciones signadas por la amenaza y la violencia. “Sus personajes son seres tan huérfanos que parecen los únicos habitantes del mundo –escribió sobre su obra Bernardo Carey, uno de sus maestros–, asediados por bólidos semejantes a meteoros que pasan azotándolos amenazantes, representantes de un mundo con el cual no tienen ya ningún contacto.” Recientemente estrenada en el teatro El Nudo (Corrientes 1551) bajo la dirección de Alejandro Giles, El alivio (jueves y viernes a las 20) presenta a un singular trío: una prostituta (Silvana Sosto) que ofrece sus artes camuflados bajo el aspecto de simples clases de baile, su “representante” (Claudio Salama) y un habitué ciego (Felipe Colombo) que, lejos de buscar alivio sexual, tiene la intención de calmar en ese recinto ansiedades de orden literario. La extraña situación inicial va enrareciéndose cada vez más hacia un desenlace que no decepciona.
“Los tres tienen en común que habitan mundos solitarios –opina el autor en una entrevista con Página/12–, así como distintas formas de marginalidad”, afirma, si bien en el personaje del ciego estas características asumen un costado peculiar, ya que no hablan de exclusión social: su deseo es estar en esa habitación equívoca para ser otro, para descubrirse diferente a como su madre lo concibe. La prostituta, por su parte, es requerida para leer y conversar: entre ambos surge “una relación plagada de contrastes y equívocos permanentes, una especie de duelo que equivale a correr el riesgo de quedar en evidencia y entender que al otro le ocurren cosas demasiado parecidas”, según analiza el autor.
–¿Cuál es el alivio que, en particular, busca cada uno de los personajes de su pieza?
–Buscan alivio a necesidades insatisfechas y a desamores que los han marcado profundamente, acaso en forma irremediable. De todas maneras, existen diferencias en el deseo y en la voluntad de cada uno. Morel es un ser condicionado por su ceguera y por la relación con una madre-lazarillo. Se ha propuesto transitar una relación que significa para él un espacio de riesgo donde puede jugar a ser otro, aquel que su madre y el afuera desconocen.
–¿Qué clase de vínculo establece con Dora?
–Dora, la prostituta encubierta, equívoca profesora de baile, es su contracara y complemento; habituada a hacer lo que le piden, como ella misma lo admite, se ve envuelta en una situación en la que se la insta a mostrarse tal como es, o como quisiera ser. Y se le paga por ello. Zorba, su “macró-representante”, es acaso el personaje más lineal de la trama, en tanto tiene un objetivo más claro y comprensible desde un comienzo: extorsionar a la anciana madre del ciego grabando a escondidas a su hijo. Tal vez por eso su derrota y exposición final resulten más patéticas y muevan más a compasión que a desprecio.
–¿Cómo es, en general, el proceso por el cual una o varias ideas se transforman en obras?
–En general trabajo sobre imágenes, provistas naturalmente de lo que llamo voluntad situacional. Es lo que aprendí de mis maestros. Es decir, se me presentan los personajes en una situación concreta, con alguna voluntad más o menos clara y algún objetivo que no sé muy bien cómo alcanzar. Luego indago esa imagen primitiva, en distintos planos –sensorial, histórico, psicológico, poético– y la escritura suele tomar el rumbo que le conviene a la historia.
–Entonces su voluntad cuenta menos que la de sus personajes...
–Como dice el propio Morel en la pieza: soy un accidente donde ocurren mis personajes. Ellos –o la historia misma– me eligieron para contarse.
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