Viernes, 23 de julio de 2010 | Hoy
TEATRO › MARTIN ROCCO Y RELAJADO, SU NUEVO ESPECTACULO
Dirigido por Carlos Belloso, el actor protagoniza una obra teatral que se aleja ligeramente de sus trabajos previos. Claro que también se vale de los monólogos humorísticos de sus personajes, que inclusive podrían ser presentados fuera de la estructura dramática global.
Por Facundo Gari
Martín Rocco postergó un rato las tradicionales tarjetitas ayudamemoria del stand up para escribir el guión teatral de Relajado, obra que interpreta jueves y viernes a las 20.30 en el Teatro del Nudo (Av. Corrientes 1551). “No me cansé del monólogo, pero quería probar. Por eso, surgió la idea de que fuera una historia y además un show de stand up”, sintetiza en una charla con Página/12. Carlos Belloso dirige la puesta y le imprime su halo freak a un trío de personajes que interpela al público a veces con abordajes clichés, pero siempre con frescura. “Tuve que negociar algunas cosas, porque él me quería deformar por completo, ponerme máscaras y otras cosas. Por eso se reconoce su mano, a pesar de que yo le bajé un cambio”, admite.
En la obra, el vaivén entre la barrera que imprime el fin del escenario y la recurrencia al público propia de los monólogos de bar otorga la impresión que se tiene al observar una película 3D en un cine no equipado para tal fin. La cita arranca con esa pared adelante, aunque con una identificación inmediata que sirve de convite al relax: mientras los asistentes se sientan en sus butacas, Rocco se acomoda dormido en el sillón del camarín de Lo de Coco, bar berreta de Berazategui “atendido por el dueño”, Coco Sily, que presta su voz a un conmutador. Ese aparato con carita despierta al protagonista, que debe cerrar la noche luego de que Dany (“un pibe como los que están saliendo de las escuelas del rubro, que tienen una forma muy estandarizada”), León (“una especie de Joaquín Sabina del humor, gordo, con merca y chupi”) y Walter Samuel (“un entretenedor de crucero de riacho”) hagan lo suyo y mientras lidia con problemas conyugales y de otros órdenes. “Cierro porque soy la superestrella”, se celebra. Y aunque el vibrador del celular lo atosigue y Sily lo haga saltar en los momentos de ensoñación, el “standapero” logra crearse paréntesis oníricos en los que se les anima a solemnes pero saludables performances, que para nada son un anhelo de improvisado. “Hice un curso veloz con Rubén Szuchmacher”, remata.
Para romper el cristal, Rocco se vale de los monólogos humorísticos de sus criaturas –cada uno de los cuales podría ser presentado incluso fuera de la estructura dramática global–. Y es que si se va a ver Relajado es para encontrar al menos un cachito de lo que hace en Cómico Stand Up 4 (junto a Sebastián Wainraich, Peto Menahem y Dan Reitman, en el Paseo La Plaza) o acaso en el programa radial Ojos bien abiertos (conducido por Diego “El Chavo” Fucks, en La Mega, todos los días de 6 a 9); algo de lo que realiza desde hace casi veinte años.
–¿Son personajes basados en monólogos reales?
–El Gordo Samuel me surgió una vez que fui a un casino de Tandil. ¿Viste que en las publicidades de las casas de juego ves minas y tipos de una forma y luego te encontrás con gente muy deprimente? Fui al bar a tomar algo y me encontré con un cantante con pistas. Decía (con voz a la Sandro): “¡Gracias, gracias!”, y los borrachos y dormidos lo miraban (de reojo, según la mímica).
–¿Cuál es la diferencia entre actuar en una obra teatral y en un show de stand up comedy?
–El monólogo se escribe distinto, no como una obra de teatro. Vas anotando y después lo decís como para que tenga espontaneidad. Pero en realidad es una disciplina teatral, porque es un actor con un texto arriba de un escenario. Y puede tener una estructura. Hay gente que se dedica a hacer chistes de un tema. En cambio, yo desarrollo el tema como una pequeña obrita, tratando de que no sea muy estructurada. A veces te encontrás con monologuistas que escriben su humor y cuando dicen el texto se nota.
–¿El “relajado” del título es un requerimiento para presenciar la obra o un adelanto de la actitud del protagonista?
–Hay varias lecturas. El relajado soy yo, pero a su vez no puedo estar relajado por lo que pasa. Hay un sarcasmo ahí. La obra empieza conmigo durmiendo porque ya sé lo que voy a hacer y es un boliche que no me importa porque voy cobrar una pequeña entradita. Entonces, voy a probar un material nuevo, que es lo que hago cuando voy a shows importantes o a un evento.
–Con tanta experiencia, ¿aún lo hace?
–Nunca estás tan seguro de si va a funcionar. Hasta que no lo hago con la gente no estoy ciento por ciento seguro. Porque como estoy tan estimulado por el humor, me pasan a causar gracia cosas que no están para la gente, medio sofisticadas. El tipo que se dedica mucho a algo lo disfruta de otra manera.
–¿A qué tipos de eventos va?
–Empresariales. Como yo tengo bastante material sobre marketing...
–Según sea lo que la empresa produce, adecua el monólogo...
–Claro. Les hablo del yogur, que te lo quieren meter a cualquier hora: ahora sirve para cagar, y uno se pregunta cómo lo hacíamos antes. Hace poco hice uno para una empresa de gaseosas y hablaba de las bebidas, de que cada uno anda con una botellita en la mano todo el día porque tiene que reponer cada gota que pierde. Y eso que somos un 75 por ciento de agua. Entonces, ¿por qué tenemos sed?
–¿Se la pasa tomando nota de todo?
–Cuando algo me interesa, lo anoto.
–Con razón la servilleta y la lapicera... ¿Planea hacer un monólogo sobre entrevistas periodísticas?
–Podría. Hay unos hijos de puta que se ganan la vida mandándote preguntas por mail. Y después te mandan otro: “¿Te puedo repreguntar?”. “Sí.” Y hacen toda la nota y nunca te vieron. Falta que me digan: “Poné las preguntas y las respuestas que vos quieras, yo después lo firmo abajo”. Además, vienen con cuestionarios con preguntas fijas.
–¿Como cuál?
–Ya me preguntaron muchas veces si todo el mundo es gracioso.
–¿Todo el mundo es gracioso?
–¡Je! No hay que ser gracioso. Si te fijás en Seinfeld, que trajo la moda del monólogo contemporáneo, aunque en realidad aquí existe desde hace un siglo y pico, desde el music hall, te das cuenta de que lo que cuentan son cosas patéticas que, puestas en el contexto adecuado, resultan cómicas. En esa serie hay cuatro personajes patéticos y un straight man, como es Moe en Los tres chiflados. Son historias terribles, pero que puestas de cierta manera producen gracia.
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