Viernes, 11 de mayo de 2012 | Hoy
TEATRO › SE PRESENTO UN NUEVO LIBRO CON LAS OBRAS DEL PERIODO 2010/2011 DEL CICLO TEATRO POR LA IDENTIDAD
Estela de Carlotto se refirió así a los artistas que acompañan a las Abuelas desde hace doce años. “Y no la abandonaremos hasta encontrar a los nietos que aún nos faltan”, completó la dirigente en un encuentro emotivo, marcado por el testimonio de nietos recuperados.
Por Hilda Cabrera
La frase fundacional de Teatro por la Identidad inició el encuentro desarrollado en el Teatro Nacional Cervantes para presentar el libro que reúne las obras ofrecidas en los ciclos 2010 y 2011. Fue así que la actriz a cargo de la presentación, también integrante de la comisión de TxI, personalizó el slogan: “Mi nombre es Cristina Fridman y puedo decirlo porque sé quién soy”. Minutos más tarde, la frase era reiterada por personalidades desde una pantalla de video, instalada en el foyer del teatro de Libertad 815. La lectura protocolar sobre quiénes se hallaban en la mesa de discursos acompañando a Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, fue breve. También la que registró a los presentes en la platea, incluidas asociaciones y entidades culturales que asistieron con alumnos.
La intención era dar paso a los testimonios. El actor Juan Grandinetti leyó el de Gabriel Matías Cevasco, quien recuperó su verdadera identidad en 2000. Gabriel sabía que no era hijo biológico y creía que sus padres habían muerto en un enfrentamiento. Tenía 21 años cuando buscó información en la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi) y después en Abuelas. Entonces supo que lo buscaban y que su padre vivía. “Tenía tres meses cuando fui secuestrado, iba en brazos de mi madre, María Delia Leiva, quien continúa desaparecida –cuenta en su texto escrito para TxI–. Hubiese sido terrible para mí transcurrir la vida no sabiendo quién soy en realidad e ignorando a los que tanto me amaban y me estaban buscando. Mi vida, ahora, transcurre normal. Me siento una persona completa. Siempre me sentí incompleto. El día que conocí a mi viejo me conocí a mí mismo, descubrí quién era, cuál era mi verdadero nombre.” Leído por el actor Darío Grandinetti, el testimonio del hermano del militante Pepe Poblete sintetizó una vida de temprana solidaridad con los más necesitados desde los años transcurridos en su Santiago de Chile natal, y de superación personal cuando quedó lisiado a los 18 años por un accidente de tren. “Se llevaron a los tres” (a Pepe, a su mujer Trudi y a la pequeña hija Claudita). Pepe desapareció en Buenos Aires el 28 de noviembre de 1978, a los 23 años. “Quedamos vacíos –continúa el testimonio–. Cada vez que veo una silla de ruedas, mi corazón se acelera. Pienso que es Pepe. El que me enseñó a amar. Porque si Pepe sabía de algo, era de amor.”
A estos relatos conmovedores siguieron las palabras de los que ocupaban la mesa, con excepción de la secretaria Inés Páez D’Alessandro (Desarrollo Social), que permaneció en silencio. El director del TNC, Rubens Correa, dijo sentirse honrado por la realización del acto en ese espacio y destacó la fortaleza de una entidad que suma voluntades. Un hecho que, en su opinión, se inscribe en la tradición del teatro independiente, reformulado en 1930 (pues existía desde antes) por el actor y director Leónidas Barletta, quien “enseñó a los actores que podían ser libres si se ocupaban de la autogestión”. Y entre otros ejemplos mencionó a Teatro Abierto, nacido en 1981, aún bajo el régimen militar. Señaló la actual coincidencia con el Ministerio de Educación en cuanto a afirmar el teatro en las escuelas de nivel primario y secundario, “que ha comenzado”, apuntó Correa. El apoyo fue refrendado a su turno por el ministro de Educación, Alberto Sileoni, quien se refirió al carácter itinerante de los ciclos y de las obras de TxI: “Queremos llevar a este grupo de maravillosos artistas a todas las escuelas, porque consideramos que esta lucha tiene enorme valor pedagógico”.
El agradecimiento a los integrantes de TxI partió también del vicedirector del teatro anfitrión, el actor y director Claudio Gallardou, al recordar la pionera presentación del espectáculo A propósito de la duda, armado con el aporte de documentos y testimonios, enlaces de la dramaturga Patricia Zangaro y dramaturgia escénica del actor Daniel Fanego. El actor Mathias Carna-
ghi (de la comisión de TxI) festejó esta última edición de las obras que significaron “un homenaje a los diez años de vida de la entidad y un tributo a los grandes maestros que organizaron Teatro Abierto 1981, jugándose el pellejo en medio del horror y sentando las bases de lo que significa resistir desde la cultura”. Señaló incluso a algunos de los presentes (Roberto “Tito” Cossa y Roberto Perinelli) y aludió al carácter “altamente contagioso” de TxI: “Se corre el riesgo cierto y comprobable de ser uno más... y convertirse en el brazo teatral de las Abuelas”.
La idea de protección circuló rápido entre los asistentes y los ocupantes de la mesa. El viceministro de Educación, Jaime Persik, no había preparado su discurso. Sin embargo, conminado por la presentadora Fridman, fue protagonista de un paso de comedia. Se excusó mostrando una carpeta y diciendo: “Tengo que entregar algo a...”. Y se detuvo. “¿Es plata?”, preguntó Fridman sin disimular avidez. “No, no es plata..., pero viene a ser... ¡es plata!”, concluyó Persik. La carpeta a entregar contenía la resolución por la que se otorga a TxI un subsidio de 50 mil pesos para financiar parte del ciclo 2012. El agradecimiento de la tesorera Susana Cart fue inmediato, así como su satisfacción por el hecho de que el ministerio continúe colaborando en la edición de los libros. “Las ediciones nos permiten atravesar fronteras; son el punto de partida para las presentaciones que se vienen realizando en las provincias y para que las obras sean conocidas en otros países”, sostuvo, ejemplificando esa circulación con los ciclos realizados en Madrid, Barcelona y Londres (en inglés).
La alocución de la presidenta de Abuelas fue, como se esperaba, la más extensa. Confesó que reuniones como ésta eran alimentos para el alma: “El alma que rige los movimientos del cuerpo y todas las acciones durante una vida que nos tocó mal... Al principio estábamos tan solas que era una vida dura, difícil, terrible, porque había miedos, desconocimiento, incertidumbre y dolor, pero nos juntamos. Pronto vamos a cumplir más años de caminar todas tomadas de las manos... Y se nos fueron los hombres, porque ellos soportaron menos, pero igual desde algún lugar nos están acompañando. Están con los hijos, están con ellos, y desde ahí nos dan fuerzas para vivir... La construcción en nuestra vida era ser docentes, para comunicar y que nos entiendan. Antes se miraba para otro lado, se decía, ‘bueno, por algo será’ o ‘tengo miedo’ o ‘basta, no busquen’, pero ahora vamos bien, se nos dan oportunidades... Antes levantábamos la bandera en soledad y ahora tenemos las puertas abiertas desde el Estado. Nos llaman para acompañar gestiones, y acompañamos todo lo que hace bien a la sociedad, a una sociedad empobrecida por la dictadura y los cómplices de la dictadura. Nos interesa la infancia, el adulto mayor, la educación... Esta es nuestra forma de llegar a los otros para que nos entiendan y entiendan nuestra historia... Cuando llegó esta idea de teatro desde estos actores y actrices, la aceptamos con cariño... Pasaron doce años, y ni ellos ni nosotros abandonamos la lucha, ni la abandonaremos hasta encontrar a los nietos que aún nos faltan. Y es lindo hacerlo con ellos. El arte es de-sinteresado, el artista se entrega. En estos actores no hay un interés personal; ellos dan sus espacios, su tiempo. Algunos actores muy reconocidos esperan que los llamen, y yo les digo no esperen, vayan a verlos. Ellos tienen su lugarcito de trabajo... ¡Qué buenos momentos se pueden vivir compartiendo!”.
Carlotto se entusiasmaba al punto de considerar a los artistas seres de naturaleza maravillosa: “Tienen esos sueños que parecen imposibles”, decía, cuando se interrumpió para amonestar a Claudio Gallardou porque –dijo– le debía unas lentejas. La situación no quedó clara, pero desató risas y sonrisas. Sin insistir en las lentejas, retomó el agradecimiento a los actores. “Nosotras estamos haciendo lo que queremos, y también lo que debemos, porque una madre que olvida pierde ese carácter. Los actores, en cambio, lo hacen porque lo sienten. Ellos no tienen esa obligación nuestra, no tienen esta historia a cuestas, pero quieren dar. Por eso, en nombre de todas las Abuelas, que ya estamos muy mayores, y en las reuniones de la comisión directiva debiéramos poner un micrófono para escucharnos mejor, por la sordera y para no tener que explicar tres veces lo mismo, les decimos: ¡muchas gracias!”
El cierre fue para la actriz y cantante Virginia Innocenti: “Es una difícil tarea la mía, porque cantar con un nudo en la garganta es un poco complicado”, aclaró antes de comenzar su recital. “Es una alegría estar aquí, no digo honor, porque el honor puede no ser siempre merecido, pero la alegría la es siempre”. Acompañada en guitarra, interpretó temas de dos artistas que fueron importantes en su historia: “Me eduqué escuchando sus canciones”. Interpretó “Los libros de la buena memoria”, de Luis Alberto Spine-tta, y “Canto arena”, de Silvio Rodríguez; y cuando daba por concluido su recital, reparó en que no había quien se moviera de su lugar a la espera de otro tema. Innocenti propuso entonces un “tanguito”, “Arrabalera” (de Sebastián Piana y Cátulo Castillo), que entonó levemente a la manera de Tita Merello y conquistó a todos.
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