Lunes, 22 de febrero de 2010 | Hoy
CULTURA › CéSAR BRIE, ENTRE EL TEATRO Y LOS DOCUMENTALES
El director argentino radicado en Bolivia filmó Morir en Pando, un trabajo que hace foco sobre la masacre de campesinos ocurrida en el departamento ubicado al norte de ese país, en 2008. Antes ya había presentado Humillados y ofendidos, otro documental esclarecedor.
Por Cecilia Hopkins
Hasta hace muy poco tiempo, el argentino César Brie era estrictamente conocido como actor y director del Teatro de los Andes, el grupo boliviano que ha logrado mayor proyección en su país y en el exterior. Obras tales como Ubú en Bolivia y En un sol amarillo, tanto como sus versiones de La Ilíada y La Odisea fueron programadas en los festivales de teatro de mayor renombre de América latina y Europa. Lo mismo ocurrió con Otra vez Marcelo, pieza dedicada a la figura de Marcelo Quiroga Santa Cruz, artífice de la nacionalización del petróleo en Bolivia. Esa obra fue presentada en Córdoba, Rosario y Ushuaia, entre otras ciudades argentinas. El hecho es que, últimamente, Brie está además haciéndose un nombre como documentalista. Ahora al frente de la asociación Artes Andes Américas, alejado de la conducción del Teatro de los Andes, el director está por dar a conocer Morir en Pando, un film que hace foco sobre la masacre de campesinos ocurrida en el departamento ubicado al norte de Bolivia, en setiembre de 2008, que aún espera ser esclarecida. El estreno de éste, su segundo documental, tendrá lugar el próximo 2 de marzo en la ciudad de La Paz.
De vuelta de Italia y de paso por Buenos Aires, Brie habló con Página/12 acerca del giro que está experimentando su carrera artística: “Puedo decir que me separé del grupo que fundé porque sentí que era mejor dividirnos para que cada uno creciera con sus propios proyectos”, explica. Dueño de un estilo personal, caracterizado por la voluntad de aunar propuestas de gran refinamiento estético con temas muy cercanos a la problemática de su país de adopción, Brie suele encarar sus propuestas utilizando una técnica teatral de raíz europea, pero sin perder de vista ninguno de los aspectos de la cultura andina. La música, los ritos y las fiestas siempre encuentran eco en sus espectáculos.
Sus comienzos en el campo del cine documental fueron azarosos: sin habérselo propuesto, Brie fue testigo de la movilización campesina que llegaba a Sucre en ocasión de una visita de Evo Morales a la ciudad, en mayo de 2008. Ese día, el presidente, que por cuestiones de seguridad personal no llegó a destino, tenía la intención de anunciar la entrega de ambulancias destinadas a los sectores rurales de la región de Chuquisaca. La jornada devino en una verdadera batalla campal, dado que las fuerzas opositoras al gobierno organizaron una violenta represión que tuvo su clímax en la plaza principal de la ciudad. Allí mismo, un importante grupo de campesinos fue obligado a los golpes a arrodillarse y a insultar a su líder, mientras eran quemadas sus banderas. Estas escenas fueron registradas por Brie en Humillados y ofendidos, el documental que apenas un mes después de los hechos fue difundido en la televisión, en varias ciudades bolivianas. El equipo que acompaña al director en sus nuevas actividades es muy reducido: el editor y director cinematográfico Javier Horacio Alvarez y los músicos Pablo Brie y Manuel Estrada. El caso es que este documental, que solamente circula en versión pirata, constituye hoy un documento de peso en los juicios que se están llevando a cabo contra figuras encumbradas del ámbito político y universitario de Sucre, uno de los baluartes de la oposición al gobierno de Morales.
Luego de dar a conocer Humillados..., Brie y su equipo encararon la producción de un nuevo documental, esta vez sobre la masacre de Pando. El hilo de la investigación se apoya fundamentalmente en las contrapericias que, a pedido de Brie, realizó en Buenos Aires el médico forense de la Policía Federal Alberto Brailovsky, el mismo que resolvió el caso Carrasco. Según el director, el especialista “ha descubierto omisiones en los informes, falsas autopsias y diagnósticos equivocados, lo suficiente como para cambiar de cuajo el sistema forense boliviano, liderado por un ex torturador, y conformado por médicos corruptos que venden sus resultados, serviles al poder y al mejor postor”.
–¿Cómo se hizo Humillados y ofendidos?
–El 24 de mayo de 2008 pasaba por la plaza principal de Sucre con la camarita con que ese día había filmado a mis hijas en un acto escolar. Registré lo ocurrido, y luego investigué a fondo e hice una serie de entrevistas. Un mes después se presenté el documental, en el que se veía al rector de la Universidad, a la alcaldesa de Sucre, al presidente del consejo municipal y a senadores y diputados de la república participar de este acto de humillación al sector campesino que se había hecho presente en Sucre para recibir a su presidente.
–¿Cuál fue la reacción en Sucre al conocerse el documental?
–En un día me volví del artista que enaltecía la ciudad al argentino de mierda. Recibí llamadas telefónicas amenazándome con expulsarme de Chuquisaca. En La Paz, Oruro, Potosí, por el contrario, me volví un héroe. Cuando pasaron el documental por el canal estatal, el primer día cortaron la señal en Sucre y en Cochabamba. El segundo día quemaron los cables de las televisoras, pero lo hicieron tan mal que impidieron la señal a todos los canales menos al que pasaba mi documental.
–¿Cómo fueron los sucesos que se investigan en Morir en Pando?
–En setiembre de 2008 hubo una masacre de campesinos en Pando, el departamento amazónico de Bolivia. Luego de visitar el lugar de los hechos, volví convencido de que los habían emboscado y masacrado, dado que los campesinos afirmaban que no iban armados. Entrevisté a las familias de los muertos, recibí los informes médicos y los legajos judiciales. Pero como las autopsias resultaban incomprensibles y no coincidían con los diagnósticos, me contacté con el doctor Alberto Brailovsky, el perito de la Policía Federal que demostró que al soldado Carrasco lo habían escondido vivo, que había sido inyectado y que su agonía había sido larguísima, desesperante.
–¿Qué opinó el especialista?
–Brailovsky se apasionó con el tema y comenzó a hacer las contrapericias sin pedir un centavo por su trabajo. El resultado de su contraperitación fue contundente, ya que se descubrió que hubo falsas autopsias e informes y, en suma, un ocultamiento generalizado de las causas de muerte de las víctimas.
–¿Se pudo avanzar en el esclarecimiento de lo ocurrido ese día?
–Los cívicos de la oposición a Evo Morales habían ocupado por la fuerza instituciones públicas. Entre ellas, el Instituto de Reforma Agraria, que estaba saneando y distribuyendo tierras. Y para evitar la marcha de las columnas de campesinos que iban a realizar una asamblea, cavaron de noche dos zanjas para impedir su avance, aunque sin éxito. En la mañana del 11 de septiembre de 2008 los campesinos llegaron a la localidad de Porvenir con seis rehenes e innumerables heridos, pero fueron detenidos por la policía, rodeados, obligados a liberar a los rehenes y, finalmente, masacrados. También hubo muchos desaparecidos, hombres, mujeres y criaturas, que fueron enterrados en fosas comunes.
–¿Cuáles son las conclusiones del documental?
–A partir de lo investigado, nadie queda sin acusación: las fuerzas de choque de los cívicos, el ex prefecto y cacique de esa zona, Leopoldo Fernández, los policías, los médicos. También se critica la inacción de las fuerzas armadas y al mismo gobierno, que fomentó la fuerza de choque que, solapadamente, se mezcló con los campesinos que iban desarmados.
–¿Hay un juicio pendiente sobre estos hechos?
–Sí, y es muy importante que Brailovsky continúe con su trabajo de contraperitaje. Pero, al parecer, el jefe de la Policía Federal, Néstor Valleca, no le concede la licencia para que pueda viajar a Bolivia a realizar su informe, que ahora ha sido solicitado por el actual prefecto de Pando.
–¿Usted volverá al teatro?
–Estoy preparando una obra de teatro que se llamará Arbol sin sombra. Se estrenará en mayo próximo, en el festival Fabbrica Europa, en la ciudad italiana de Florencia. La obra parte de la masacre de Pando pero no hace una denuncia, sino que indaga a partir de las consecuencias humanas del hecho. Para denuncia están el documental y el libro que tengo intenciones de publicar.
–¿Qué tema privilegia?
–El tema de este trabajo es la ausencia. Personas que no regresan a casa: una cama fría, una mesa puesta frente a una silla vacía. La escena es un umbral, un lugar de frontera entre lo que se ve (a lo que distraídamente damos el nombre de real), y la vida que late y respira en el otro lado.
–¿Cuáles son los personajes de esta obra?
–Los muertos, que tienen voz, los ausentes son los que cuentan el dolor de los vivos. En la escena, un campesino desaparecido en la jungla boliviana puede volver a casa, decir que ha existido, besar a sus hijos, susurrar a su esposa que busque un nuevo marido.
–Usted suele decir que “el artista es alguien que nos restituye algo”...
–Sí. El artista restituye siempre la vida que vivimos a través de la belleza. Nos permite vernos en lo profundo y comprender lo que nos ocurre. Nos sacude, nos dice mentiras, ficciones que sirven para hacer más llevadera o más lúcida nuestra existencia.
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