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Lunes, 26 de diciembre de 2011

CULTURA › OPINIóN

Buitres

 Por Eduardo Fabregat

Lo sucedido el viernes pasado con Luis Alberto Spinetta vuelve a poner sobre el tapete esa cuestión de las responsabilidades periodísticas. O, quizá, el delgado límite que existe entre el periodismo y el amarillismo, entre el interés periodístico y la mentira lisa y llana que busca impacto, entre la búsqueda de la noticia y la buchonería berreta.

No puede decirse que la enfermedad del Flaco fuera vox populi en el medio, pero sí que había un puñado de allegados y periodistas que conocían su estado y guardaban un respetuoso silencio. En primer lugar, porque el periodismo serio siempre consideró “noticia” aquello que refiriera a la riquísima vida artística de Spinetta. Sólo a la prensa “del corazón” –por llamarla de un modo elegante– le interesó, por ejemplo, aquel sonado romance con una actriz y modelo, interés al que Luis respondió colgándose el cartel “No lea basura, lea libros”. Para los demás, Spinetta es material de títulos y coberturas por sus discos, sus conciertos, sus canciones. Lo único extramusical a destacar, en todo caso, es su militancia en la ONG Conduciendo a Conciencia y su presencia permanente junto a los familiares de las víctimas del colegio Ecos, y en actividades que buscan paliar el drama de las muertes por incidentes viales en la Argentina.

La gran mayoría de los periodistas no tenía interés alguno en dar la “primicia” de Spinetta enfermo de cáncer. Pero siempre hay alguien capaz de vender a su madre.

El viernes, el periódico sensacionalista Muy se cagó en la paz que necesita Luis Alberto Spinetta para su recuperación, en el respeto que pedían sus familiares, incluso (para entrar en terrenos ya no del “código” sino profesionales) en el abecé periodístico de chequear la información antes de publicarla. Sabían que nadie de su entorno les iba a dar detalles de lo que atraviesa el artista, y entonces sencillamente los inventaron. Lo imaginaron y lo retrataron al borde de la muerte, “muy grave”, rodeado por un pacto de silencio para no preocupar a los fans (?). Se sintieron satisfechos con ganar protagonismo con un título de alto impacto, aunque fuera una burda e irresponsable exageración del estado de Luis y el ánimo de sus familiares. Rápidamente, el “Ultimo Momento” de La Nación dio por cierta y confiable la información de un periodicucho amarillo y la reprodujo sin más, iniciando el efecto cascada que se multiplicó con el correr de las horas. Provocaron miedo, tristeza, angustia, dolor, entre los miles y miles de personas que lo admiran y lo quieren. Provocaron arcadas entre los colegas que vemos salpicada –una vez más– la profesión por mercenarios sin el menor escrúpulo.

En un día horrendo, Spinetta se vio obligado a escribir una carta que pusiera las cosas en su lugar, y sus hijos Dante y Catarina salieron a difundirla por Twitter. En vez de continuar su proceso de recuperación y disfrutar las fiestas en tranquilidad, la familia Spinetta quedó en el ojo de un torbellino mediático, el aquelarre de lugares comunes y suposiciones que algunos disfrazan de periodismo. En vez de poner toda la atención en sobrellevar una situación de por sí complicada, debieron salir a poner paños fríos en un quilombo innecesario, a rebatir mentiras lanzadas liviana, irresponsablemente a un medio donde las redes sociales y conexiones electrónicas de toda clase multiplicaron tanta falsedad.

Para cerrar el círculo, allí comenzó la segunda parte del perverso dispositivo: una aún más detestable celebración de que el Flaco “confirmara” la primicia. Por la tarde, el “Ultimo Momento” de Clarín dio cuenta de la información con una pieza casi tan vomitiva como la de Muy: “Spinetta decidió hacer pública su enfermedad”, dice la nota, barriendo bajo la alfombra que lo que sucedió no fue decisión del músico, sino de los editores de un periódico del mismo Grupo Clarín. La hipocresía es tan flagrante que el artículo ni siquiera menciona el origen: se habla de “la publicación de un diario matutino”, de una “avalancha de versiones”, ocultando culposamente el lamentable rol jugado por un periódico hermano. Volvieron a esconderlo en la nota de su edición impresa del sábado, con la eufemística frase “La espiral de versiones luego de que un diario lanzara la información de que padece un cáncer terminal...”. Nadie levanta el guantazo que tira Spinetta cuando pide que “no tomen en cuenta las noticias que han generado los buitres de turno”. Clarín y Muy intentan disimular que los buitres a los que alude el afectado son ellos, y hasta alardean de sensibilidad por la “lucha” del músico. Agregan cinismo al daño.

Para algunos todo esto será una anécdota. Habrá quien incluso se sienta orgulloso, como parecían orgullosos los responsables de esa otra bazofia disfrazada de periodismo que botoneó a Sofía Gala fumándose un porro en un recital. Pero corren tiempos en los que el periodismo asume un rol activo y batallador, y este atropello doble, a Spinetta y al rigor periodístico, resulta especialmente significativo: sucedió en la misma semana en que el Grupo Clarín redobló sus titulares catástrofe hablando de proteger la verdad y la información. A Spinetta lo pisotearon y ofendieron, le faltaron el respeto y se cagaron en él, los mismos diarios embarcados en una supuesta cruzada por la libertad de prensa, que le faltan el respeto también al público con sus mentiras y la posterior ocultación del modo en que cocinan y aprovechan esas mentiras. Lo hicieron con la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, lo hacen con la Ley que declara de interés público la producción de papel. ¿Por qué se privarían de publicar falsedades sobre un artista?

Finalmente, queda lo otro. La angustia real, sobre la que más vale no machacar. Luis Alberto Spinetta, uno de los creadores más grandes, más valiosos, más queridos de este país, está enfermo. Afortunadamente, responde bien al tratamiento, tiene médicos que saben lo que hacen y está contenido y acompañado por todos sus amores y amigos de hierro. Desde aquí sólo queda esperar y desear con el alma que salga adelante, y que algo de todo el amor, la fuerza, el cariño incondicional y la luz que miles de personas salieron a manifestar en estos días por todos lados, ayude en algo. Que la gente que ha recibido tanto a través de su arte pueda transmitir, devolver toda esa energía y ese calor. Y que los buitres de turno, tan chiquitos, tan canallas, queden aleteando en el vacío de su propia miseria.

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Imagen: Gonzalo Martinez
 
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