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Miércoles, 25 de junio de 2008

BAJO LAS ESTRELLAS, HISTORIAS SOBRE LA INFANCIA A CIELO ABIERTO

Doce mil años de relatos al aire libre

Pensado originalmente como un libro para chicos, o para docentes interesados en trabajarlo en el aula, la compilación de Roberta Iannamico y Alejandra Pupio terminó vendiéndose entre adultos.

 Por Karina Micheletto

¿Cómo vivían, cómo pasaban el día, cómo jugaban y aprendían los niños indígenas, 12.000 años atrás? ¿Y cómo juegan y aprenden hoy los niños modernos, los miles obligados a cartonear, pedir monedas, acompañar a trabajar a sus padres? Hacia estos interrogantes apuntan los hermosos cuentos que reúne el libro Bajo las estrellas. 12.000 años de historias bonaerenses, publicado por la editorial bahiense Vacasagrada. Un trabajo colectivo –resaltan sus autores– que llevó tres años, en el que participaron la escritora Roberta Iannamico, la arqueóloga Alejandra Pupio, la ilustradora Clara Domini y el diseñador y artista plástico Juan Luis Sabatini. Historias que descubren que los chicos de hace doce mil años y los de hoy, tan diferentes, tenían en común, por ejemplo, los juegos. Además de un pequeño fenómeno editorial a dos meses de su lanzamiento, Bajo las estrellas significó una sorpresa para sus autores: pensado originalmente como un libro para chicos, o para docentes interesados en trabajarlo en el aula, terminó vendiéndose principalmente entre un público adulto.

Son ocho cuentos ambientados en distintos momentos de la historia de la provincia de Buenos Aires, desde 12 mil años atrás, siempre con chicos como protagonistas, y basados en la información proporcionada por sitios arqueológicos como los de Monte Hermoso, donde quedaron registradas antiquísimas pisadas humanas, las sierras de Tandilia o los de la orilla del río Salado. “La idea fue dar voz a agentes sociales que tradicionalmente no la tienen”, explica Alejandra Pupio. “Trabajamos a partir de los datos que provee la arqueología, de lo que es posible reconstruir a partir de los restos materiales hallados. Fue todo un desafío acudir a la ficción para dar protagonismo a esos chicos, que vivían hace 12.000, 7500, 3000 o 300 años atrás en el actual territorio de la provincia de Buenos Aires.”

A partir de esta información arqueológica, la escritora Roberta Iannamico (autora de numerosos libros de poesía, cuentos y libros de texto infantiles y juveniles) imaginó historias pequeñas, que no duran más de un día en la vida de estos chicos que se suponen tan diferentes entre sí, y que tienen tanto en común. Tuvo, dice, una dificultad principal, la del lenguaje a utilizar. ¿Cómo hablaban los chicos 12 mil años atrás, cómo reconstruir sus voces? “Quería mantener la profundidad histórica, pero sin que suene artificial”, comenta la escritora. “Manejé muchas opciones, hasta que tomé la decisión de que esos chicos podían hablar igual que los de hoy. Preferí abordar esta realidad desde la humanidad que tenían en común, en lugar de complicar la lectura en pos de la profundidad histórica, que es lo que se suele hacer siempre en el tratamiento de lo aborigen y que termina considerándolo como un objeto de estudio, un poco menos humano.”

El libro se completa con un apéndice con información sobre los sitios arqueológicos y la vida de estas comunidades indígenas. Y a cada relato de pasado se suma otro actual, donde tienen voz chicos en situaciones de marginación y exclusión. El audio de dos de estos cuentos está disponible en el sitio despertandoalilith.org.

–¿Por qué decidieron sumar a las historias de niños aborígenes las de niños actuales en situaciones marginales?

Alejandra Pupio: –Pensamos que no solamente el pasado tenía dificultades de ser escuchado, la niñez también es desoída en situaciones más presentes. Eso hizo más complejo al libro, y finalmente pensamos en una pequeña historia de la niñez. No se narran situaciones dramáticas, son momentos cotidianos. Por eso también es una historia del juego infantil: 12.000 años atrás, los niños jugaban con las estrellas, los que hoy salen a cartonear de noche también. La nena que pide monedas en el supermercado juega a leer los carteles, hace 7500 años jugaban con los caracoles.

Roberta Iannamico: –Lo que llama la atención cuando se reconstruye la historia de determinados grupos aborígenes es el cuidado de la infancia que existía, la dedicación en su higiene, su alimentación, y en los juegos. Los relatos más antiguos de viajeros ingleses descubren, por ejemplo, que a los padres se los llamaba por el nombre de los hijos, por la importancia que se daba a los hijos. George Musters relata con asombro que los chicos se dedican únicamente a jugar, ninguno tiene responsabilidad de trabajo hasta los doce años, y que son muy traviesos, la crianza es muy libertaria. Y se pregunta cómo después, de grandes, pueden ser personas de bien, comparándolos con la crianza inglesa de la época. Esto en sociedades antiquísimas donde no existía la propiedad privada, sólo de uso y en forma comunitaria, el jefe era elegido de común acuerdo y la única atribución que tenía era despertar a los hombres para ir a cazar, y dar antes un discurso.

–¿Tuvieron alguna devolución que las haya sorprendido especialmente?

A. P.: –Lo que más nos sorprendió y nos gratifica es que casi todos nos dicen más o menos lo mismo: que se emocionaron. Muchos nos dijeron que lloraron con algunos cuentos. También la cantidad de libros que se vendieron, muchos más de los que imaginábamos para la primera tirada del primer libro de una editorial pequeña.

R. I.: –Eso fue increíble, en la presentación también hubo muchísima gente. Y, además, los que leen el libro son grandes y chicos, pero muchísmos más grandes que chicos. Nosotros lo habíamos pensado para chicos, o para docentes, talleristas. Y el público en su mayoría terminó siendo adulto, algo que no habíamos calculado.

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Iannamico y Pupio trabajaron durante tres años en el libro.
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