Sábado, 6 de septiembre de 2008 | Hoy
UN HOMENAJE A LOS MEJORES ARTISTAS DE LA VIñETA EN SU DíA
Para celebrar la fecha de los ilustradores y guionistas, los autores Alfredo Julio Grassi, Carlos Albiac, Eugenio Zappiettro (Ray Collins), Carlos Vogt y Mannken recibieron un cálido tributo de parte de sus colegas más jóvenes.
Por Andrés Valenzuela
“Miralo, está chocho.” “Además, está con toda esa gente de la que nos hablaba cuando éramos chicos y nosotros no conocíamos.” “Mirá qué contento que está, se lo remerece.” Son un puñado de frases que se podían escuchar en boca de los familiares de algunos de los historietistas homenajeados ayer en el capítulo porteño del Día de la Historieta, que se realizó en el Centro Cultural Defensa. Los artistas, ya entrados en años, disfrutaron del reencuentro con antiguos colegas y del cariño de un montón de amantes del noveno arte. Las placas les fueron entregadas, además, por artistas en actividad que los reconocen como maestros. Ahí estaban Diego Parés, Gustavo Schimpp y otros homenajeando a Alfredo Julio Grassi, Carlos Albiac, Eugenio Za-ppiettro (o Ray Collins), Carlos Vogt, y Mannken. El sexto, Guillermo Guerrero, no pudo concurrir y en su lugar recibió la placa uno de sus discípulos.
Fue el momento más emotivo de la noche, y algunos de los maestros hasta se animaron a tomar el micrófono y hacer reír al auditorio. Collins, por ejemplo, recordó sus comienzos como guionista de fotonovelas: “Mis comienzos fueron deleznables, horribles, pero estoy orgulloso, todavía hoy alguna dama recuerda mis historias y suspira”, contó pícaro y se ganó un aplauso cerrado. Grassi felicitó a la organización por haber logrado hacer del evento un hecho federal: un total de once eventos en más de media docena de provincias. Además, el reconocimiento a las viejas glorias tuvo el efecto secundario de mezclar en una misma convención a varias generaciones del mundillo comiquero: maestros de la edad de oro, sobrevivientes de los ochenta, los que nacieron con los fanzines y el comic importado, los autoeditados en pleno auge de Internet y varios editores jóvenes. Desde quinternófilos (fans de Dante Quinterno, creador de Patoruzú) y columbófilos hasta artistas que trabajan para el exterior y detractores de la mítica Columba. Una mezcla saludable e inusual que circuló a lo largo de siete horas por el salón de Defensa al 500.
Otro homenajeado, pero con dolor, fue el recientemente fallecido Carlos Meglia, en cuyo honor se proyectó un capítulo de la versión animé de Cybersix, una de sus creaciones. Con los títulos llegaron los aplausos sentidos a un artista muy querido en el ambiente. La jornada no se nutrió sólo de recuerdos. Alrededor de una docena de expositores se apiñaron en las paredes editoriales con algunos años en el ruedo, pequeños colectivos artísticos y escuelas de historieta que pusieron color a la tarde fría.
Tampoco faltaron las charlas, en esta ocasión dedicadas a presentar el libro Artistas irrelevantes y Zona Liberada, la adaptación al teatro de El Eternauta, de la que se pudo ver un clip de cinco minutos. También hubo mesas redondas dedicadas a analizar la industria editorial argentina, del pasado y del futuro. Justamente fue el encuentro sobre lo que vendrá, el último del día, donde se analizaron algunas de las cuestiones más interesantes de la jornada. Con ¡11! personajes del mundillo sobre el escenario (sin contar al moderador de la charla), los asistentes se encontraron con un debate sobre el impacto de la piratería o los artistas que trabajan para Estados Unidos o Europa. Sergio Carreras, uno de los dibujantes que trabajan para afuera, describió a la mayoría de los artistas de su edad: “Somos una generación que se perdió toda la historieta argentina, empezamos con el comic de afuera, por eso cuando quise trabajar no sabía dónde buscar y salí a buscar al exterior –contó–. Ojalá pueda publicar acá, es mi meta.” Una meta complicada, reconocieron los editores al tomar el micrófono. “Competir con lo que se paga en los mercados de Francia o Estados Unidos es muy difícil”, admitió Matías Trimarchi, de la editorial Ovnipress.
El mercado local, acotado por los años de sequía editorial, está –coincidían todos– en recomposición. Cómo potenciar ese crecimiento también es tema de debate. Pablo Muñoz, de Deux Studio, explica que su estrategia es publicar de todo, para ganar lectores y así abrir el mercado a artistas locales. “Cuanto más pueda venderse, más se le va a poder pagar al dibujante”, señaló. Uno de los dibujantes explicó más tarde que publicar aquí era una cuestión de amor. “Yo quiero caminar por mi barrio y ver un libro mío en el kiosco”, expresó quien ve su producción sólo en catálogos online, porque aquí no se consigue.
La piratería digital, tema que preocupa a toda la industria cultural, no es un tema del todo ajeno a los editores locales. Hace poco, en un popular foro de Internet estuvo disponible para bajar un libro recién publicado. Martín Casanova, de Domus, la editorial afectada, contó que inmediatamente se puso en campaña para que los responsables del sitio retiraran el archivo. Pero después reflexionó un poco: “Es magnífico que nos esté pasando eso, es porque hay gente que está interesada en lo que hacemos, que cree que vale la pena. Son 64 páginas para escanear, ¡flor de laburo! Es un signo de que nuestro trabajo repercute”, evaluó. “Cuando me pasó, yo ni me calenté”, comentó Muñoz. Y consideró: “Un pirata jamás va a truchar algo que no despierta interés. Así que el día que nos pase de encontrar que nos venden en el tren, nos tenemos que alegrar porque significa que nos volvimos masivos otra vez. Después le mandamos la carta documento al que lucra con eso”. Tras el debate, el público empezó a perderse por las calles frías de la ciudad. Dentro del centro cultural sólo quedaron un puñado de organizadores e historietistas invitados para brindar por su día.
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