Lunes, 8 de diciembre de 2008 | Hoy
30 (TREINTA), INSTALACIóN DE ANDREA FASANI
La artista visual, que trabaja sobre los recordatorios de desaparecidos que publica Página/12, mostrará hoy su obra en la iglesia donde, hace 31 años, un grupo de tareas guiado por Astiz emboscó a madres y familiares de víctimas de la represión.
Por Gabriel D. Lerman
Uno, dos, tres cuadernos Gloria de 24 páginas, esos de color naranja, escolares, que se usaban para anotaciones breves, para que los maestros enviaran comunicaciones para los padres, para que un pequeño comerciante lo usara como libreta. Diez, veinte, cincuenta cuadernos apilados, esparcidos por el suelo, en cajas de archivo rigurosamente numeradas, fichadas. El color naranja domina la escena, lo mismo que el papel y esa guarda con la banderita argentina. Cientos de cuadernos que se van acomodando a lo que dé el lugar, el sitio, la explanada, la plaza o el salón en que son exhibidos. Cada cuaderno Gloria tiene un número y ese número corresponde a una persona, específicamente a un detenido desaparecido o a una víctima del terrorismo de Estado. Al abrirse, el cuaderno muestra en la primera página el recordatorio de los familiares y amigos de esa persona que sale en Página/12. Al pasar a la siguiente hoja se lee el nombre en caligrafía estricta y a continuación el nombre se repite una y otra vez. Sólo el nombre y el apellido, hoja tras hoja, escrito para no olvidarlo.
Además del número específico, la portada de cada cuaderno lleva el número 30 mil. De ahí surge el título de esta instalación creada por la artista visual Andrea Fasani: 30 (Treinta), que comenzó en 2006 cuando se cumplieron los 30 años del golpe y todavía continúa, como un work in progress, a medida que recorre el país y agrega información, recursos e insumos. Desde entonces estuvo en Río Gallegos, en Bahía Blanca, en Plaza de Mayo, en facultades de la UBA y del conurbano, en centros culturales y de la memoria, en eventos de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Según el espacio, Fasani reagrupa sus materiales, procesa los datos y las reacciones percibidas, y ofrece una nueva vuelta de tuerca, se deja llevar. Ha hecho presentaciones de carácter más performativo, donde un grupo de personas sentadas alrededor de una mesa escribían una y otra vez los nombres de cada desaparecido en el cuaderno correspondiente, en medio de un silencio conmocionante donde se oían las respiraciones, algún ruido que evocaba el habitáculo de un archivo solemne y aterrador. En otras ocasiones, los cuadernos directamente se brindan al público, que se acerca, elige uno y escribe. “No es un proyecto estático sino interactivo –dice Andrea Fasani–. Hay personas que siguen la instalación, que vienen y siguen escribiendo cuadernos. Hay personas que se enteran en el momento, como sucedió en el Bauen, gente de otras provincias, por ejemplo. Y rápidamente reconocen el mecanismo. Buscan en las listas. Yo tengo dos listados, es mi manera de trabajar, por orden alfabético y por número de cuaderno; yo las tengo expuestas esas listas, buscan el cuaderno y se ponen a escribir. Es decir, es muy interactiva.”
Lo cierto es que la instalación 30 (Treinta) es, de alguna manera, la simbolización acaso más lograda, el punto cúlmine de una búsqueda artística a la que Fasani le ha dedicado muchos años. A mediados de los ’90, cuando empezaron a aparecer los recordatorios de desaparecidos en este diario, ella era de las pocas personas que comenzó a trabajar con lenguajes que unían la plástica, lo audiovisual y lo escénico con un alto contenido político. Casi como eslabón perdido entre las vanguardias de los ’60 y el regreso fuerte y ya hipertecnologizado de las artes plásticas en los ’90, ella comenzó a retrabajar los conceptos de instalación, performance y experimentación sonora en pequeñas obras presentadas en clubes de barrio y centros culturales. Junto a Jorge Mancini, músico y viejo compañero de ruta, montó en 1996 Souvenirs argentinos, una performance extrema, para muchos revulsiva, que ponía los recordatorios de Página/12 por primera vez en escena, al hacerlos jugar sobre su cuerpo, de manera explícita y perturbadora, con clavos, trozos de carne y pintura roja que simbolizaba sangre. Aquello fue en el Círculo de Ajedrez de La Paternal; luego vendrían unas presentaciones igualmente impactantes en La Carbonera de San Telmo y otros espacios off.
“Somos muchísimos artistas que trabajamos con los recordatorios –dice Fasani hoy–. Eso constituye un desafío para mí porque tomo un elemento que ya está muy usado, ¿no?” Esta tarde, en el solar de la Iglesia de la Santa Cruz, en el barrio porteño de San Cristóbal, Andrea Fasani instalará nuevamente sus cuadernos e invitará a continuar dándole vida y obra a esta particular forma del recuerdo y la expresión. La emblemática iglesia, declarada el año pasado sitio histórico por la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, será escenario de un conjunto de homenajes al conmemorarse otro aniversario de la siniestra emboscada del 8 de diciembre de 1977, en que Alfredo Astiz y un grupo de tareas de la ESMA secuestraron, al término de una misa de comunión, a la monja francesa Alice Dumon, y a diversas Madres de detenidos desaparecidos que venían reuniéndose allí.
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