Viernes, 6 de febrero de 2009 | Hoy
EL FORUM DEL CINE JOVEN, UNA DE LAS MEJORES SECCIONES DE LA MUESTRA
En medio de la batería de películas de la Berlinale, se lució un documental japonés, Seishin, que aborda el uso de técnicas heterodoxas en el campo de la medicina psiquiátrica. Mitte Ende August, un film alemán de corte netamente clásico, demuestra la versatilidad del Foro.
Por Luciano Monteagudo
Desde Berlín
Un gran festival de cine, se sabe, son muchos festivales simultáneos, paralelos, que se retroalimentan y hasta rivalizan entre sí, por más que estén bajo un mismo techo. Y la Berlinale –en dimensiones y en cantidad de películas quizás el más grande del mundo–, que comenzó oficialmente anoche con la función de gala de Agente internacional, de Tom Tykwer, en el inmenso Berlinale Palast, está lanzando entre ayer y hoy toda su batería de secciones, focos y retrospectivas. Sin ir más lejos, Panorama, la sección oficial no competitiva del festival, que este año celebra treinta ediciones consecutivas (para lo cual ha invitado a algunos de sus primeros descubrimientos, como Gus Van Sant, que presentará una función especial de su nueva película, Milk), abre esta noche, en el histórico Zoo Palast del viejo centro occidental de Berlín, con El niño pez, de Lucía Puenzo (ver nota aparte).
Otra de las secciones más nutridas de la Berlinale, que por la cantidad de films y actividades que tiene programadas constituye un festival en sí mismo, es el Forum del Cine Joven. Tanto se ha desarrollado que en los últimos años le ha crecido una suerte de apéndice denominado Forum Expanded, con espacios para instalaciones, videoarte y performances. Según Christoph Terhechte, el director actual de una muestra que –como la Quincena de los Realizadores de Cannes– se remonta a los días calientes de Mayo del ’68, “el Forum es un espacio de descubrimiento, como un jardín salvaje lleno de sorpresas”. Ese concepto, que está sobre todo muy arraigado en las experiencias más extremas del cine asiático (este año vuelven a pisar fuerte dos de las cinematografías históricamente más poderosas de la región, Japón y Corea), no le impidió por ejemplo programar, en una de sus primeras sesiones, un film alemán de corte netamente clásico.
Se trata, de hecho, de una versión libre y moderna de Las afinidades electivas, de Goethe, disfrazada bajo el título Mitte Ende August (Hacia el fin de agosto). Su director, Sebastián Schipper, tiene más experiencia como actor que como cineasta, pero hace una década logró llamar la atención con su primer largo como director, titulado Gigantes, la historia de tres amigos adolescentes que pasaban su última noche juntos en Hamburgo. Aquí también hay algo de despedida, de melancólico final en los despreocupados días de verano que pasan dos parejas en una vieja casona de campo, en las afueras de Berlín. Para el matrimonio integrado por Hanna y Thomas (Marie Bäumer y Milan Peschel) se supone que debería ser un nuevo comienzo: todavía son jóvenes, tienen un futuro por delante y todas las posibilidades de escribirlo a su antojo. La casa, a restaurar, será el palimpsesto sobre el cual planean, en soledad, ir trazando sus huellas. Pero la llegada del hermano de él, primero, y de una ahijada de ella, después, alterará esos planes, irá desequilibrando paulatinamente las relaciones y pondrá a todos los personajes a prueba, sobre todo frente a sí mismos.
Hay una aproximación clásica, también, en otra de las primeras ofertas del Forum, el documental japonés Seishin (Mental). Se trata de un film observacional, en el cual el director Soda Kazuhiro se interna, literalmente, en la clínica del doctor Masatomo, una autoridad en el campo de la medicina psiquiátrica en su país y pionero en el uso de técnicas no ortodoxas, que incluyen la libertad absoluta a pacientes que en otras instituciones estarían recluidos bajo siete llaves. Desde una mujer esquizofrénica que mató a su bebé hasta un ejecutivo con tendencias suicidas, todos allí manejan como pueden sus vidas, entran y salen y trabajan en el pequeño restaurante que administra la clínica.
La película anterior de Kazuhiro, Campaign (que en Buenos Aires se conoció cuando la programó el Bafici en 2008), sobre la campaña política de un candidato a intendente de una ciudad de provincia, ya sugería que los límites entre aquello que se entiende por normalidad y la locura son más lábiles de lo que suele reconocerse. Pero aquí Kazuhiro, sin perder ni la sensibilidad ni el humor que había demostrado en su film anterior, asume el tema de frente y consigue un retrato coral capaz de expresar una zona de la sociedad que a un país tan organizado y racional como lo es Japón le cuesta entender, e incluso admitir.
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