Lunes, 4 de mayo de 2009 | Hoy
ENTREVISTA AL SOCIóLOGO Y ANTROPóLOGO DAVID LE BRETON
El autor francés presentó su libro El sabor del mundo. Una antropología de los sentidos, donde profundiza su ponderado estudio de la corporalidad humana como fenómeno social y cultural. Su teoría, dice, le permite dar cuenta de la heterogeneidad de la sociedad actual.
Por Alina Mazzaferro
Desde su llegada, David Le Breton ha causado una pequeña gran conmoción dentro del mundillo académico porteño. Un centenar de personas lo siguen, desde hace dos semanas, en su itinerario de conferencias programadas en distintos puntos de la ciudad de Buenos Aires. Porque el sociólogo y antropólogo francés ha venido a dictar un seminario intensivo de doctorado en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, y mientras tanto aprovechó para presentar su libro El sabor del mundo. Una antropología de los sentidos en la Feria del Libro, dar una charla en la Manzana de las Luces y participar del coloquio internacional dedicado a la obra de Roger Caillois que recientemente organizó la Alianza Francesa y la Embajada de Francia en la Argentina.
El interés que ha suscitado su obra –al menos la que aquí ha sido traducida y publicada, que son siete libros de una extensa producción que incluye más de veinte– revela el creciente atractivo de un campo de estudio que hace dos décadas tenía pocos adeptos: la sociología del cuerpo. Porque Le Breton, de formación sociólogo y psicólogo, se dedica hace más de quince años a estudiar la corporalidad humana a la que entiende no como mera biología sino, por el contrario, como “fenómeno social y cultural, materia simbólica, objeto de representaciones y de imaginarios”. Para él no hay nada natural en el cuerpo: los gestos y posturas corporales, el modo en que cada uno ve, oye y percibe el mundo que lo rodea, las maneras en que se sufre y se goza, las formas de relacionarse y comunicarse con los otros, hasta las emociones y todo el conjunto de las expresiones corporales son modelados por el contexto social y cultural en el que cada actor se encuentra sumergido.
Así, Le Breton se ha encargado de estudiar las diferentes concepciones del cuerpo de la sociedad tradicional y la moderna, según múltiples puntos de vista: desde los ritos de interacción en distintas sociedades y épocas hasta los juegos de la seducción y los modos diferenciales en que el hombre y la mujer expresan sus sentimientos; desde las prácticas del piercing y del tatuaje hasta el arte contemporáneo que involucra al cuerpo como material estético; desde el cuerpo del discapacitado hasta los homogéneos cuerpos cinematográficos y televisivos; desde la bulimia y la anorexia hasta todo el conjunto de preocupaciones actuales por la belleza, la salud y la apariencia.
Todo un campo de estudio se le abre frente a sus ojos a partir de considerar al cuerpo como materia simbólica en lugar de pura biología. Antropología del cuerpo y Modernidad (Nueva Visión, 1995), el primero de sus libros publicado en la Argentina y el más conocido aquí, es para el autor una suerte de “caja de herramientas” que le ha permitido desarrollar el resto de su obra. Allí presenta en cada capítulo las temáticas que luego abordará en profundidad en posteriores libros: el estudio de los sentidos es desarrollado en El sabor del mundo... (Nueva Visión, 2007); de las emociones se ocupa en Las pasiones ordinarias. Antropología de las emociones (Nueva Visión, 2002); el dolor y el sufrimiento es objeto de análisis en Antropología del dolor (Seix Barral, 1998); la invención moderna del cuerpo en tanto objeto separado del ser que lo porta y la historia de la anatomía son trabajados en La chair au vif (En carne viva, aún no ha sido traducido); el tema del rostro y la máscara es estudiado en Des visages. Essai d’antropologie (Los rostros. Ensayo de antropología, tampoco ha sido traducido); mientras que los cuerpos de un mundo volcado cada vez más sobre la tecnología son analizados en Adiós al cuerpo. Una teoría del cuerpo en el extremo contemporáneo (Nueva Visión, 2002). Además, Le Breton ha publicado una breve, esquemática pero útil genealogía de las teorías que se han ocupado del cuerpo –La sociología del cuerpo (Nueva Visión, 2002)–, en donde recorre todas las corrientes sociológicas, filosóficas y antropológicas que histórica, implícita o explícitamente han abordado las lógicas sociales y culturales del cuerpo, los imaginarios en torno de él, el control político de la corporalidad (trabajado especialmente por Michel Foucault) o los vínculos entre el cuerpo y las clases sociales (tarea encarada principalmente por la sociología de Pierre Bourdieu a partir de su noción de habitus).
Lo cierto es que el abordaje de Le Breton está en los antípodas de la obra de Foucault, Bourdieu o de autores post-marxistas que han encarado el estudio del cuerpo a partir de su situación de clase. Le Breton desconfía de la microfísica del poder que supondría un control invisible y diseminado en todos los ámbitos de lo social de las acciones corporales; tampoco cree en la existencia de un habitus de clase (esas disposiciones que con el tiempo vamos adquiriendo a partir de la experiencia). Para una buena parte de la intelectualidad argentina, estas sospechas y descartes pueden resultar incómodos, teniendo en cuenta el arraigo que esos autores tienen todavía aquí. Pero Le Breton viene de otro palo académico. En estas dos semanas en Buenos Aires se ha ganado un público y molestado a otro para el que la experiencia humana sólo tiene sentido en términos de clase. Le Breton dice inscribirse en una corriente de pensamiento muy distinta, de tradición norteamericana: el interaccionismo simbólico, representado por el sociólogo Erving Goffman, considerado el padre de la microsociología. Porque a Le Breton le interesa estudiar individuos y no clases cerradas y homogéneas, y esta teoría le permite dar cuenta de la heterogeneidad del mundo social contemporáneo. Así lo expresó en una extensa y profunda charla con Página/12.
–¿Cómo comenzó a preocuparse por el cuerpo?
–Escribí sobre el cuerpo porque yo era un joven que se sentía mal en su propia piel. Estaba empezando a realizar mi tesis doctoral acerca de la construcción social y cultural del cuerpo cuando decidí partir a Brasil, con la voluntad de perderme, de desaparecer. Estuve allí durante meses, viajando a pie y en barco, atravesando todo el país, incluso el Amazonas, hasta que finalmente decidí volver a Francia para terminar mi tesis de sociología. Fue en esa época que empecé a escribir sobre las conductas de riesgo de los jóvenes y también acerca del cuerpo.
–¿En ese momento la sociología no prestaba atención al cuerpo?
–El cuerpo había sido objeto de análisis de Michel Foucault, pero desde un punto de vista más histórico. El etnólogo François Loux ya había trabajado sobre el cuerpo en la sociedad popular francesa, pero en general la investigación acerca del cuerpo no era valorizada en esa época. Para muchos de mis colegas el cuerpo no era más que una forma biológica sobre la cual no había nada que decir. Por supuesto que en Gran Bretaña y Estados Unidos había un cierto número de sociólogos y antropólogos que ya trabajaban este tema, pero eran los comienzos. Yo intenté aplicar los criterios de análisis de la antropología cultural a la cuestión del cuerpo.
–¿Cómo se aborda una antropología del cuerpo?
–Se trata de interrogarse. Doy un ejemplo: la cuestión de los colores. Podríamos pensar que para verlos se trata solamente de utilizar los ojos; pero en realidad un niño va aprendiendo progresivamente a reconocerlos. Primero aprende a reconocer el rostro de su madre, de su padre, de los objetos que le son próximos, luego el jardín y la calle y el mundo que lo rodea. Si su padre lo estimula a reconocer las formas de las aves, lo hará. Lo que significa que nuestra mirada está orientada, al igual que nuestro oído y nuestro gusto.
–Entonces no hay nada natural, todo es construido culturalmente...
–Exacto. Todo es construido culturalmente a través de la interacción de un niño con sus padres. Un niño que come siempre el mismo plato de arroz tendrá poco sentido del gusto. En cambio si una niña aprende a preparar y condimentar platos al lado de su madre será una gran cocinera, con un gran sentido del sabor.
–¿Esa es la tesis del libro que ha venido a presentar en la Feria del Libro?
–En El sabor del mundo... me dediqué a comprender cómo vivimos en el mundo, porque todo lo que está en él pasa por el cuerpo: debemos escuchar el mundo, tocarlo, olerlo, sentirlo. No hay mundo más que a través del cuerpo. Nos acercamos al mundo a través de la mediación de los sentidos. Y no sólo los cinco sentidos que conocemos, que son los que heredamos de la tradición griega, sino también otros sentidos. Porque hay otras sociedades humanas con otras percepciones sensoriales.
–¿Algo similar sucede con las emociones?
–En Las pasiones ordinarias... intento demostrar que todas las emociones provienen de la cultura. Quiere decir que hay una cultura afectiva dentro de la cual crecemos y dentro de la cual nos vamos a situar, con nuestros modos personales de ser, por supuesto, porque no somos clones ni robots. Siempre hay una variable personal en lo emocional, pero cuando pasamos de una cultura a otra vemos claramente cómo la cultura afectiva cambia, la manera en que los sujetos sentirán y demostrarán las emociones varía. Hay sociedades en las que los sujetos permanecen estoicos ante el dolor, porque la ritualización del dolor implica guardarse el sufrimiento para sí; y hay otras en las que las personas lloran, gimen, gritan ante el dolor.
–¿Y por qué el Adiós al cuerpo?
–¡No soy yo el que le digo adiós al cuerpo! En ese libro intento analizar el imaginario del cuerpo en el mundo de hoy, que considera que el cuerpo es insuficiente, imperfecto, que nos hace perder el tiempo; sobre él recae la muerte y la enfermedad, entonces se cree que si nos pudiéramos deshacer de él sería mejor. Se cree que la tecnología nos podrá liberar de la muerte, nos dará una juventud eterna, una creencia que reemplaza hoy a la que planteaba la existencia de un Dios y una eternidad en el paraíso. Intento comprender el porqué de esa exigencia de transformar el cuerpo en el mundo contemporáneo, por qué hay que hacer siempre régimen y deportes, por qué no tenemos más derecho a ser nosotros mismos y estar a gusto en nuestra piel.
–¿Cuáles son los problemas que esta creencia a favor de la tecnología nos traerá en el futuro?
–Veo una gran inequidad entre las sociedades más ricas y las más pobres. La tecnología del cyborg y la robotización se desarrollará entre los más ricos. Dentro de varios años asistiremos a esa fusión entre la tecnología y la carne, al desarrollo de la clonación, un mundo en el que elegiremos a nuestro hijo en una revista. Un mundo profundamente injusto, porque las tecnologías serán para los ricos y contribuirán a la inequidad.
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