Lunes, 12 de abril de 2010 | Hoy
LA COMPETENCIA OFICIAL MUESTRA INTENCIONES Y LOGROS DE LO MáS DIVERSOS
La argentina El ambulante y la singapurense Red Dragonflies se verán por última vez hoy. También se exhibirán la española La mujer sin piano y la italiana La bocca del lupo. Esta última, del director Pietro Marcello, es la que más se destaca.
Por Horacio Bernades
Un cineasta ambulante, una artista plástica de regreso, una depiladora en fuga y una pareja gay-marginal son los protagonistas del bloque de películas que por estos días presenta, en su Selección Oficial Internacional, la 12ª edición del Bafici. Las películas que los tienen por protagonistas son la argentina El ambulante, la singapurense Red Dragonflies, la española La mujer sin piano y la italiana La bocca del lupo. Todas ellas permiten seguir trazando, desde el Abasto porteño, las líneas de fuga que llevan de un punto del mapa a otro, de un estilo a otro. De un planeta (cinematográfico) a otro.
Daniel Burmeister es uno de esos personajes reales que parecen imaginarios. Tras haber sido gerente de una multinacional, escultor, arreglatutti y titiritero, Burmeister, gentilhombre de barba canosa, se dedica a filmar películas. Lo cual no tendría nada de raro, si no fuera por las condiciones en que lo hace: parando en cada pueblo del interior y usando a los vecinos del lugar como improvisados técnicos y actores. Producida, escrita, montada y dirigida por Eduardo de la Serna, Lucas Marchegiano y Adriana Yurcovich, El ambulante reconstruye una de esas filmaciones –la de Matemos al tío, farsa gruesa, cochambrosa y efectiva– desde el momento en que Burmeister llega al pueblito cordobés de Benjamín Gould hasta el estreno la película, filmada con una cámara de homevideo, en el club social y deportivo del lugar. A medias Quijote (con un Dodge 1500 hecho percha a modo de Rocinante), este McGyver del atarlo con alambre, niño entusiasta, empresario autogestionario y aventurero entusiasta, inevitablemente despierta curiosidad, simpatía, perplejidad y adhesión con sus labores. El retrato que los realizadores hacen de él es cálido, sencillo, rendido y unidireccional.
Opera prima del singapurense Liao Jiekai, Red Dragonflies narra dos historias paralelas, que sólo en última instancia se rozarán levemente. Por un lado, el regreso de una artista plástica, tras su estada en Nueva York. Por otro, el largo vagabundeo iniciático de tres colegiales por la ciudad, pero sobre todo por una frondosa zona boscosa de los alrededores. Con la sombra de Hou Hsiao-hsien sobrevolando, el estilo narrativo de Jiekai prefiere lo tenue e hiperelíptico, difuminando no sólo los lazos entre ambas líneas de relato, sino también los que puede haber entre los personajes e, incluso, entre escenas. En un momento asoma, entre el grupo de chicos, el motivo de la desaparición infantil, trayendo el recuerdo de Shara, de Naomi Kawase. Y, finalmente, el denso follaje del bosque aparece como zona de extravío, a la manera de Blissfully Yours y otras películas de Apichatpong Weerasethakul. Esa suma de referencias convierte a Red Dragonflies en una película vicaria, a la que las influencias le pesan demasiado.
La soledad y alienación urbanas, la falta de comunicación y la insatisfacción vuelven a ser los temas que el madrileño Javier Rebollo trata en La mujer sin piano, como lo hiciera en Lo que sé de Lola, exhibida en el Bafici 2007 y estrenada el año pasado en Buenos Aires. Pero hay una diferencia clave: si allí los personajes parecían prisioneros de una puesta en escena demasiado férrea y calculada, aquí sucede más bien al revés y la puesta se ajusta a lo que les sucede a los personajes. Suerte de Buster Keaton femenino, la hasta ahora secundaria Carmen Machi (favorita de Almodóvar en sus últimas películas) hace de una radical inexpresividad la fuente misma de su expresividad. Lo que expresa Rosa –depiladora sin hijos, mujer de un taxista, condenada en su departamentito a un alto consumo de horas-televisión– es que algo le falta, tal como el título de la película anticipa. En busca de ese algo, otro brumoso día de una brumosa temporada madrileña Rosa hace la valija, se pone una peluca y parte sin saludar. ¿A dónde va? Ni ella lo sabe, aunque es posible que –producto de un sinsalida tipo Angel exterminador– su viaje se convierta en un largo deambular nocturno por una Madrid poblada apenas por unas pocas prostitutas sin clientes, algunos otros solitarios y cierto polaco extraviado, con quien Rosa hará migas. Con Rebollo siempre apoyado en planos de larga duración desde los que observa sostenidamente a sus personajes, la diferencia entre La mujer... y Lo que... es de cinco metros. Son los cinco metros que está más cerca la cámara en esta película, distancia que expresa el acercamiento del realizador a sus criaturas. Por eso, esta vez la melancolía no es un destino celosamente prefijado sino una estación de pasaje, con salidas de emergencia.
Si Madrid es, en La mujer..., una capital de la soledad, la Génova de La bocca del lupo es refugio de náufragos. No vale la pena preguntarse cuánto tiene de documental o ficción la película del italiano Pietro Marcello, lo que importa es que todo lo que se ve en ella tiene la inconfundible cualidad de lo verdadero. Y todo lo que se ve en La bocca.. –ganadora de dos premios en la última Berlinale– son restos de un naufragio. Un naufragio histórico (el puerto del que partieron Colón y Garibaldi, convertido en agua contaminada), urbano, tal como testimonian imágenes de archivo en las que se presencian derrumbes de pilares y puentes, y humano, con gente viviendo en cuevas y grutas. Pero a Marcello no le interesa tanto el naufragio en sí como las tablas en las que la gente flota. De allí que el relato central de La bocca... esté dedicado a una de las historias de amor más absolutas e incondicionales que el cine haya dado en mucho tiempo: la de Enzo, ex presidiario que pasó casi la mitad de su vida en prisión, y Mary, transexual sesentón a quien conoció en la cárcel y con quien convive desde hace décadas, como un matrimonio pasional, celoso y desbordante de amor. A los distintos planos narrativos, Marcello hace corresponder distintos tipos de registro. Un lírico texto en off da cuenta del plano histórico, imágenes documentales tomadas por él mismo y los más diversos fragmentos de archivo testimonian la transformación urbana, mientras que la historia de Enzo y Mary se narra como una de ficción, con ellos haciendo de sí mismos. Unas de ficción, más bien, ya que aquí el melodrama romántico se fusiona con el relato policial, la película de cárcel y hasta la comedia italiana. El resultado es, como podía esperarse, complejo, emocionante, enormemente gracioso por momentos. Y siempre, absolutamente verdadero. ¿Documental, ficción? ¿Importa?
* El ambulante se proyecta por última vez hoy a las 23, en el Hoyts 5. Red Dragonflies, también por última vez, hoy a las 15.45 en el Hoyts 8. La mujer sin piano, hoy a las 16.45 en el Atlas Santa Fe 1 y el miércoles a las 16.15, en el Teatro 25 de Mayo. La bocca del lupo, hoy a las 20 en el Hoyts 4 y mañana a las 18.15 en el Atlas Santa Fe 1.
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